Hay que ayudar a alimentar a una creciente población de manera más sostenible, sin amenazar el medio ambiente y el clima. La agricultura es el mayor usuario de agua, suelo y energía del planeta. Cada minuto se pierde el equivalente a 30 campos de fútbol de suelo cultivable debido a su uso intensivo precisamente en agricultura, además de los efectos del cambio climático.
El caso es que un tercio del suelo ya se utiliza para producir alimentos. Pero aumentar su extensión amenaza la biodiversidad y ecosistemas y, según la Organización Mundial de la Agricultura, se tardan 1.000 años en generar la capa superior de tres centímetros de tierra que permite a las plantas crecer. De manera que, según Naciones Unidas, la cantidad de tierra cultivable productiva por persona puede situarse en 2050 a un cuarto del nivel que había en 1960.
Una alternativa más sostenible la pueden proporcionar la agricultura hidropónica o cultivos hidropónicos, usando soluciones minerales en vez de suelo. En concreto, el cultivo vertical utiliza el espacio más eficientemente y funciona especialmente bien en zonas urbanas, donde se espera que el 90% de la población mundial viva las próximas décadas. Emplea hasta diez veces menos agua que las técnicas tradicionales, pues no compite con la maleza y puede utilizar agua reciclada: el vapor transpirado por las plantas puede recapturarse y el exceso de agua canalizarse para ser reutilizada.
Además, los sistemas hidropónicos mejoran el control de plagas, al reducir significativamente el uso de pesticidas y químicos y aumentar la productividad. Incluso facilita un mayor control de enfermedades que en el suelo, donde las bacterias pueden multiplicarse fácilmente. Además, al generar clima en invernadero, puede programarse fácilmente y acortar el tiempo entre cosechas. La ausencia de suelo también elimina necesidad de limpieza, un importante coste para los agricultores, y reduce coste de transporte y emisiones de carbono.
Es el caso del área de Lim Chu Kang en Singapur -país ciudad densamente poblado, donde sólo el 7% de su producción vegetal es local-, considerada líder mundial en cultivos hidropónicos. Una de las granjas en Lim Chu Kang es un invernadero de cientos de torres de aluminio, algunas de 9 metros de altura. Dentro de estas estructuras de metal con forma de A, alimentados por líquidos ricos en nutrientes, hay decenas de estantes rebosantes de lechugas, espinacas y otras verduras. Sky Greens, empresa que opera estas granjas, estima que produce 10 veces más que con métodos de cultivo tradicionales: una tonelada cada dos días. Utiliza un novedoso sistema hidráulico accionado por agua de lluvia para girar y obtener mejor exposición a la luz. Para Jack Ng, fundador de la empresa, habrá más que decir en cuanto a cultivo agrícola vertical y ya está trabajando en un Agripolis, planta de investigación de alta tecnología capaz de crear grandes instalaciones verticales para llegar a producir 30.000 Tm. de verduras al año, más del 30% de las necesidades de Singapur. Además, los alimentos producidos localmente pueden tener mejor calidad nutricional y vida más larga, según algunos estudios. Así que la agricultura hidropónica puede reducir el desperdicio de comida.
El caso es que la agricultura hidropónica genera nuevas oportunidades para inversores en empresas de tecnología y equipamiento de control ambiental -sistemas de iluminación, ventilación y riego-. De hecho, se espera que esta industria crezca a una tasa compuesta anual del 16,8% en cinco años hasta 2020 -fuente: Gareth Edwards-Jones, School of Environment, Natural Resources and Geography, Bangor University- y que el valor de los cultivos hidropónicos alcance 27.000 millones en dólares en 2020, frente a 18.800 millones de 2014 -fuente: Research & Markets, 2015-.
Con todo, esta tecnología se encuentra en sus primeras etapas de desarrollo. El coste es un obstáculo. La inversión inicial en infraestructura puede suponer decenas de miles de dólares y sólo es económicamente viable para el cultivo de productos de mayor margen, como fresas, tomates y determinadas verduras. De todas formas, la mejora de productividad proporciona a los agricultores un retorno de la inversión relativamente rápido y algunos costes de puesta en marcha se pueden pasar a los consumidores, que ya han demostrado disposición a pagar un poco más por un producto fresco de origen local y producido con métodos sostenibles. A menudo se venden mejor en supermercados que los tradicionales, según Sky Greens.
Ahora bien, el cultivo hidropónico no resuelve todos los problemas de producción de cultivos sostenibles y del desafío alimentario mundial. Hay más de 50.000 plantas comestibles, pero arroz, maíz y trigo suman el 60% de la alimentación en el mundo. Ahora bien, los agricultores pueden utilizar nuevas generaciones de tecnología digital para analizar las condiciones de suelo y clima, usar más eficazmente, y aplicar agua y fertilizantes en cultivos específicos, vigilando su crecimiento. Han ido ganando terreno, inicialmente con GPS y ahora mediante drones, reduciendo dramáticamente el coste de recoger grandes cantidades de información en extensiones considerables -se estima que el sector agrícola supondrá el 80% del mercado de drones-. Los drones pueden capturar imágenes hasta el detalle de una planta de soja. En un experimento en el sur de España volaron sobre un huerto de cítricos de 70 hectáreas y tomaron imágenes de alta resolución térmica, procesadas en menos de 24 horas, que mostraron el estrés hídrico de cada árbol -crucial cuando el agua escasea-. Ha permitido ahorrar un 25% del agua, manteniendo los niveles de producción. Otras oportunidades se encuentran en empresas de satélites y sensores electrónicos. En concreto, esta industria de agricultura de precisión puede crecer un 13% de forma anual compuesta y suponer un mercado de 6.400 millones de dólares en 2022.
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Sí que hay muy buenas alternativas para la tierra, yo lo hago en agua pura, agua en las raíces y en vasos, como igual yo tomo de un filtro de agua potable a mis plantas, igual les doy de ahí.
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