Me encontraba en lo más alto de mi pueblo, con su gente, con los niños que miran el horizonte, viendo con ternura todos los nevados que se hallan más allá con sus colores blancos en sus faldas y azotaban en nuestro rostro el viento helado de aquellos colosos que mirábamos muy lejos y que estaban siempre en nuestra vida y a los cuales amábamos siempre y recordé la canción de las casas de cartón.
Y las lágrimas se me soltaron por verlos ahora, todos con sus pequeñas chapas de color, mirando frente a nuestros apus que con respeto ellos ven. Lloraba por el futuro que le espera a mi pueblo, por los centenares de niños que deambularán por las calles de las ciudades sin rumbo con las caras de hambre, con los estómagos vacíos con la mirada perdida, sin futuro y con escuelas que les enseñan a ser occidentales para que no vean que se les robo todo el futuro; sus chacras consumidos por el cianuro que destruye todo lo verde que hay en la Madre Tierra, que antes que nos dio comer ahora languidece cada instante de nuestro existir. Con sus nevados que mueren cada día que pasa sin poder hacer nada, porque nos quitaron el alma en más de quinientos años que nos sometieron a torturas para que dejáramos de ser Huamanchucos, Chachapoyas, Cañares, Chancas. Ahora veo a esos niños todos pálidos como el blanco de nuestros nevados, tiritando de frío en una casa de cartón en los altos de los cerros de la gran ciudad con la luz de una vela que tienen que comprar con el sudor de sus padres esclavizados en las haciendas de nuevos gamonales que son los mismos de ayer.
Y, yo también me veo; en mis años de lucha, haber dejado toda mi juventud por luchar por mi pueblo y ahora en mis años, sin casi fuerzas todavía lucho como ayer; a pesar de que mis pies, antes volaban como el cóndor de la altura, ahora pesados como la piedra de Icchal, donde quise ir para renovar la promesa que muchos años dejé, solo arrastran y mi espíritu gana con más prontitud. Me quiero rebelar y mi cuerpo cansado ya no responde por tantos años de estar contenido por los enemigos de mi nación. Quisiera como el cóndor que al final de sus años vuele por la peña más alta para sin casi fuerzas lanzarse para morir, pero deshecho la idea pues he de morir con la frente puesta en mi pueblo todavía quiero luchar hasta morir, convertido en rayo de Katequil incendiar las Estepas punas de cerros, levantar las piedras y ellas me siguen a mi, para desalojar al invasor que hace quinientos años se estableció y esclaviza a mi pueblo que no se dan cuenta que las cadenas aún mas fuertes la tienen ahí.
Veo sus caritas en mis ojos y me dicen: Tata Túpac, porque está tan lejos el horizonte a donde quieres llevarnos ya, yo les respondé, no importe el tiempo que llegaremos allí, ustedes son la fuerza que tantos años perdí. Y miro hacia atrás y veo a el hueco enorme en que convirtieron mi pueblo, los voraces intereses de un puñado que vino del norte que no es de nuestro país. Veo como engañaban a mi pueblo con otras cuentas de cristal, que los llamaban colegios de barro cocido con bonitas ventanas de cristal, mientras seguían horadando a nuestra Madre Tierra que antes nosotros amábamos para que nos dé, de vivir. Y veo a mis hermanos que vendieron a nuestro pueblo, todos por ahí con el alcohol que dicen que les da el placer; otros como tontos vistiendo con las ropas de los mistis que nos alejaron de nuestra tierra, disque predicando la verdad; sólo que la verdad es que nos quedamos cada día sin dónde vivir.
Y nos preguntamos ¿Dónde he de morir? Si la tierra que era nuestra los occidentales nos la quitaron y no tenemos a dónde ir. A mi Madre la han alambrado toda ella y por donde caminé en mi niñez, con mis pies llanos o ha veces en mi caballito moro que tata Noé me dio, ya ahora no puedo pasar y dice un letrero. Propiedad privada, prohibido entrar, hay orden de disparar. No puedo entrar y dejar mi ofrenda a mis cochas, a mi Madre Agua con la que da vida a la Madre Tierra, con que riega las chacras donde jugábamos con mis ayitos en aquella mi niñez. A uno le encontré sumido en el alcohol en una parada de carretilleros y todavía me reconoció, me dijo: Niño dónde te vas, donde esta la mama Herlinda.
Mire en sus ojos las tristezas que la Cultura nos trajo aquí, vi sus miserias, sus hijos llorando por el pan que el padre no les dará. Y no me di vuelta, solo agarré sus curtidas y tristes manos, ajadas por el dolor que ya no tienen tierras donde producir. Ya no tienen el agua que veíamos correr, cuando el cuidaba de mi y mi tristeza mucho más se entristeció. Y veo a sus hijos que como gandules en las esquinas agazapados esperan a quién robar, pues en casa no hay qué comer y los veo enviciados por lo que la civilización les trajo ahí.
Y recuerdo las palabras que la mineras les dijeron, que tiene plata y con ello todos progresarán. Llegaron a la costa y gastaron lo poco que le dieron por el pedacito de tierra que tata Noé les dejó. Después buscaron trabajo y sólo de peón él encontró, ahí quiso regresar a su pueblo y no encontró dónde vivir; todo estaba con alambradas que el progreso trajo con los gringos y como guardianes encontró a los hermanos que una vez les dijeron: No seas zonzo, vende todos los terrenos de tata Noé y verás que tu vida cambiará. Ahora no tiene nada y le digo dónde vive, pues se, si le doy un sol, solo en alcohol lo consumirá.
Él no me lo dice, pero yo sí se, dónde él estará, ahí, donde todos mis hermanos se refugian en la gran ciudad. Detrás de los cerros de arena con sus casas de cartón, que soporta la lluvia fina de los veranos y el frío intenso de los inviernos, tiritando de frío sin que abrigarse, ellos todos estarán en su fogoncito de papeles que para abrigarse prenderán.
Le digo a mi ayito, mas después te veré, tengo que cumplir una promesa que hice ayer, me retiro con el dolor cargado a cuestas de ver sufrir a mis hermanos que tanto no tienen hoy.
Túpac Isaac II
Juan Esteban Yupanqui Villalobos.
http://juanestebanyupanqui.blogspot.com
© 2024 Creado por AGRO 2.0. Tecnología de
¡Necesitas ser un miembro de AGRO 2.0 para añadir comentarios!
Participar en AGRO 2.0