Veterinaria de profesión, Idoia Arrazola llegó al sector primario para montar una granja de conejos. Ahora lidera el área más verde del sindicato agroganadero UAGA, porque "los agricultores son los principales garantes del medio ambiente, viven en contacto directo con la tierra", defiende.
Agricultura y medio ambiente son primos hermanos, aunque no siempre hayan caminado de la mano. Idoia Arrazola es consciente de ello. Reconoce que el sector primario ha podido cometer errores en el pasado, aunque el principal quizá haya sido no saber vender su contribución al mantenimiento del paisaje. "Los agricultores mantienen contacto directo con la tierra, y así ha sido durante cientos de años; no es por casualidad que Álava mantenga 62.000 hectáreas de terreno forestal", esgrime. Un entorno que, para defenderse de las amenazas externas, aboga por impulsar innovadores proyectos que contribuyan a diversificar la producción, al tiempo que sean rentable para el agricultor. Un doble objetivo para el que el sindicato agroganadero UAGA reclama un espaldarazo de las instituciones y una mayor concienciación ciudadana, porque "cultivar el medio ambiente es imprescindible", apunta Arrazola.
Agricultura y medio ambiente van de la mano más que nunca.
Claro, pero siempre ha sido así, lo que ocurre es que ahora está en el candelero. Igual es una moda. Lo cierto es que la percepción que agricultores y ganaderos tienen del medio ambiente es distinta a la de quienes viven en la ciudad.
Quizá estén más concienciados, pero también se les culpa de dañar el entorno.
Puede que no hayamos sabido vender bien que son precisamente los agricultores quienes en realidad conforman el paisaje, mantienen un contacto directo con la tierra y ven cómo evoluciona el entorno; no es una foto fija.
Ya. Y esa mala imagen.
Creo que viene a raíz de las políticas marcadas desde Bruselas a través de la Política Agraria Comunitaria (PAC). No por casualidad existen en Álava 62.000 hectáreas de terreno forestal, si tenemos el paisaje actual es porque siempre se ha cuidado el medio ambiente; sin embargo, las políticas de Europa marcan demasiado, y durante años han propiciado los monocultivos, aunque ahora se quiera hablar en términos de de biodiversidad y sostenibilidad.
En el sector primario se empiezan a dar pasos.
Sí, porque no podemos seguir en este plan. Sabemos que es necesario diversificar la producción, pero hay que poder hacerlo. Y para eso se precisan dos componentes esenciales: una voluntad política clara, no sólo de Bruselas, sino también de las instituciones locales, y una mayor concienciación social. Si nuestro paisaje ha sobrevivido cientos y cientos de años es porque se consumía de forma local.
Ahora, en cambio, se quieren comer tomates todo el año.
Ahí está, si bien es cierto que hemos aprendido hábitos que nos han llegado desde fuera.
Ajá. Se trata de ir hacia un consumo más cercano, volver al punto de partida, entiendo.
Si algo hemos aprendido es que las políticas que nos han traído a esta situación estaban equivocadas. La PAC nos deja muy poco margen de maniobra para actuar, pero es ahí donde tenemos que entrar a saco, proponiendo proyectos innovadores y rentables.
Cultivos alternativos en los que ya se trabaja.
Sí.
Un ejemplo.
Desde UAGA intentamos, por ejemplo, que la horticultura vaya a más. Hay iniciativas en otras ciudades europeas, como Munich o Viena, de las que podemos echar mano, y ya se lo hemos propuesto al Ayuntamiento de Vitoria. Son los denominados huertos periurbanos.
Una experiencia similar a las actuales huertas ecológicas.
Exactamente, pero no de ocio, sino para abastecer a parte de la población. El problema es la rentabilidad, por eso necesitamos un compromiso social y el apoyo de los poderes públicos. En Austria, por ejemplo, son los propios ayuntamientos quienes promocionan este modelo de cultivo.
Para dar salida a los productos.
Claro, y en Vitoria hay bastante margen de maniobra: hospitales, colegios, residencias...
Y sin inflar los precios porque si el producto es caro, el consumidor se resiste.
Así es. Volvemos al problema de la rentabilidad, de ahí que necesitemos de esa voluntad política de la que te hablaba. Las instituciones son muy importantes para dar un espaldarazo al consumo local.
Esta necesidad de diversificar no será porque hay cultivos que corren peligro de desaparecer.
Depende de la política comunitaria.
De ser así, el paisaje de Álava cambiaría en los próximos años.
Bueno, apostamos por que en el futuro el paisaje sea diverso en lugar de monocolor, sin olvidar que la producción tiene que ser rentable para el agricultor, no podemos movernos a golpe de modas, sino realizar un planteamiento global de la agricultura; no pensar a cuatro años vista, que es lo que a menudo hacen quienes se sientan al frente de los ayuntamientos.
Quien agrede a la agricultura daña el medio ambiente.
Exacto, al medio ambiente, al entorno rural y al paisaje. En el fondo, somos los garantes del medio ambiente. Proyectos ahora en marcha, como la extracción de gas natural fragmentando las rocas mediante la técnica del fracking, la central nuclear de Garoña, las empresas químicas y otros en cartera, como la incineradora de Olazti, nos preocupan enormemente, ya que si por un casual se contamina la tierra, los efectos pueden ser bestiales, se acaba la agricultura.
¡Uf! Amenazas mucho más graves que cualquier pesticida.
Mucho más graves. Alrededor de Garoña puede ocurrir cualquier cosa y, sin embargo, la central sigue abierta; la incineradora de Olazti apenas está a unos metros de la Llanada y en la Diputación aún nadie se ha pronunciado sobre este proyecto. Da la sensación de que nunca llegamos a aprender de los errores ajenos, y cuando en países como Estados Unidos ya están desestimando métodos como el fracking por su peligrosidad, o a nadie se le ocurre construir una incineradora o una cementera, aquí se hace, incluso de la mano de las administraciones.
Entiendo. Agresiones externas a las que se suman las procedentes del cambio climático. Vitoria acaba de hacer público un informe demoledor: olas de calor extremo, amenaza de inundaciones por fuertes lluvias...
La agricultura y sólo la agricultura no es la responsable del cambio climático a nivel global; es un cúmulo de agresiones al medio ambiente que, ahora, hace que nos preocupemos de que los casquetes polares se estén derritiendo. No creo que los agricultores nos tengamos que sentir especialmente responsables de todo esto.
Sin embargo, son cambios que sí afectan a la agricultura.
Pero antes de que determinados cultivos desaparezcan como consecuencia del cambio climático lo van a hacer por falta de rentabilidad económica, que es lo que ahora más nos preocupa. Ya te aseguro que a nuestros hijos dentro de poco les van a preguntar por qué a los alaveses nos llamaban patateros. La patata fue un cultivo emblemático, pero ahora (...) En total no quedarán ni 1.200 hectáreas. Y a día de hoy nos replantearíamos, incluso, si es positivo un monocultivo así, porque existe otra sensibilidad.
Significa que los monocultivos dañan esa biodiversidad que hoy tanto preocupa.
Son más perjudiciales para el enriquecimiento de la tierra, siempre es bueno que exista una rotación de cultivos. También es cierto que no es casualidad que Álava mantenga su riqueza actual, sin duda no es por las pautas marcadas desde Bruselas (...), más bien todo lo contrario. Insisto, tiene que haber una gran concienciación política y social para que no acabemos con la agricultura en Álava. ¿Cómo se entendería el territorio sin agricultura? ¿Qué significaría para el medio ambiente? Imagina un territorio con una macrocefalia como Vitoria, y poco más: maleza, matorrales... Desierto, incendios... Cambiaría totalmente el paisaje, y la vida en el medio rural dejaría de existir.
Hay que cultivar el medio ambiente, por tanto.
Es indispensable, porque el medio ambiente que no se cultiva da lugar a otro ecosistema diferente. Quizá ahora estamos más concienciados, incluso quienes viven en el entorno urbano, que ya habían perdido ese contacto directo con la tierra.
FUENTE: noticiasdealava.com
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