Con el título del post reflejo el pensamiento de una parte importante de la población que visita nuestras bodegas. Cuando comentas a tus conocidos, cuando dices en público que te dedicas al enoturismo, la mayor parte de la gente te pregunta: ¿ Pero hay gente que se desplaza expresamente a una denominación de origen sólo para probar vinos?.
La realidad es que, mucha de la gente que se desplaza y planifica una estancia en un territorio vinícola, muchas veces, sale descontenta del destino: descontenta de no encontrar ningún establecimiento abierto en días festivos, de que no te den de comer más tarde de las diez, de que vistas tres bodegas todas las visitas sean iguales, aburridos de no poder hacer otra actividad aparte de descansar.
Esto es debido, básicamente, a que muchas Denominaciones de Origen vinícolas no son territorios turísticos. Carecen de infraestructuras y deservicios idóneos, y los horarios de apertura de los establecimientos no son los adecuados. En definitiva: les falta la conciencia turística del destino.
Tener una bodega no significa tener un recurso turístico. Una bodega es, en esencia, un recurso vitivinícola. Pero una bodega también es un recurso turístico potencial que tenemos que poner en valor, para que resulte interesante a nuestros visitantes. Este es uno de los puntos donde radica el gran problema del turismo del vino.
Los bodegueros han de tomar conciencia de que, dedicarse al enoturismo, supone trabajar otro sector, otro mundo con el cual no están familiarizados, y que muchas veces desconocen. Los bodegueros deben aprender a trabajar turísticamente, lo que supone abrir sus instalaciones cuando los otros están de vacaciones. Dedicarse al turismo es comercializar servicios, y cada uno de ellos tiene su intríngulis propio.
Los bodegueros deben empezar a poner en valor sus instalaciones:
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