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Ecuador: El 80% de la producción de sandías de Manabí se perdió

La fruta resulta ajena a primera vista. Es tan pequeña que cabe en la palma de la mano. El exceso de agua en los cultivos de sandía frenó su crecimiento e hizo que se pudriera.

Al cortarla por la mitad se ve una pulpa amarilla y gelatinosa, en lugar de roja y jugosa. Así suelen lucir las sandías que germinan en las fincas localizadas en los costados de la vía Chone – Bahía de Caráquez y Tosagua. Son las principales zonas de producción de sandía de Manabí.

Esa zona representa la mitad de la producción nacional de esta fruta. El resto se encuentra en Santa Elena. En el país no hay más de 2 000 hectáreas.

De esos sectores manabitas salen hacia los principales mercados de la Costa y la Sierra. -O más bien salían-. Este año, las fuertes lluvias del invierno hicieron que la producción se perdiera.

Los resultados preliminares del Censo de Impacto de Invierno, que promovió el Ministerio Agricultura Ganadería Acuacultura Pesca dan cuenta de que un 79,2% de las sandías sembradas se dañó. Es decir, 382 hectáreas de las 428 que hay.

El censo se hizo en 11 cantones de Manabí, los más afectados por el invierno. Entre ellos Jama, Chone, Sucre y Rocafuerte.

Los comerciantes de la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas (principal mercado de sandía) han tenido que comprar la fruta a los productores de Santa Elena, donde los efectos del invierno fueron menores.

Pero el precio de la fruta es mayor. Un flete de Chone a Santo Domingo cuesta USD 120 y de Santa Elena, en cambio, USD 400. Nelson Cevallos lleva 30 años en el negocio. Él asegura que el año pasado las sandías más grandes se vendían al consumidor final en USD 4, pero ahora cuestan hasta dos dólares más.

Adolfo Paladinos sube a lo alto de una loma, en una camioneta Toyota de 1970, para evaluar los daños en sus cultivos. Está en el km 21 de la vía que conduce a Bahía de Caráquez.

El vehículo vence con dificultad los montículos de lodo del camino. Los pasajeros se tambalean dentro (sin aire acondicionado), bajo un sol de mediodía.

Cuando al fin la camioneta se estaciona, Paladinos desciende, se colocó un sombrero tejano café y mira al frente; loma abajo. El panorama es desolador. Hay 12 hectáreas de sandía perdidas.

Las lluvias del 4 de marzo –literalmente- arrastraron las sandías cuando estaban por ser cosechadas. Fue un domingo. Al siguiente día, Paladinos tenía previsto entregarlas a los comerciantes, como a Julio César Solórzano. Él realizaba, el año pasado, un viaje diario cargado con sandías desde el km 21 de la vía a Bahía de Caráquez hasta Portoviejo. Ahora tiene que conformarse con tres a la semana. El producto escasea. Las últimas 200 sandías que consiguió fueron las que se lograron salvar del temporal.

No tienen el mismo sabor. Dejan un sabor amargo en el paladar y no dulce, como ocurre cuando se consumen frescas.

Solórzano compró cada unidad en 25 centavos en varias fincas de la vía a Bahía de Caráquez.

Ni siquiera en la población de Tosagua, donde tradicionalmente abunda la fruta hay para abastecer la demanda interna. En ese sector la tierra donde estaban los cultivos está seca y llena de hondas cuarteaduras.

Solórzano vende cada sandía en 50 centavos en el mercado de Portoviejo. El consumidor final debe pagar entre 70 centavos y un dólar por las más pequeñas. Las más grandes sobrepasan los dos dólares. Las de Santa Elena cuestan más de cuatro dólares.

Para plantar y cuidar las 12 hectáreas de sandía, Paladinos solicitó un préstamo bancario. Ahora su deuda bordea los USD 25 000. Como la mayoría de campesinos, tuvo que resignarse a perder el dinero y empezar de nuevo.

En el campo no hay tiempo de lamentarse. Paladines lo repite mientras señala con el dedo las otras 10 hectáreas de melón que también se arruinaron. Solicitó un nuevo préstamo y con la ayuda de una organización no gubernamental consiguió USD 14 000 para repoblar sus tierras con plantas de algodón. Son más resistentes a los temporales y las lluvias comienzan a mermar.

Las nuevas plantas apenas están brotando de la tierra, entre las podridas y amarillas sandías llenas de mosquitos. Paladines espera que el Gobierno se sume a la cruzada que llevan los productores y los ayude en el refinanciamiento de sus deudas con el Banco Nacional de Fomento, como ya ocurrió en otros inviernos. Sino -agrega- habrá que recurrir al ‘chulco’.

Fuente: El Comercio 

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