Esta mañana estaba preparando la papilla para mi hijo, ya que nos íbamos a pasar el día fuera con unos amigos. Nosotros habíamos cocinado el sabroso mejunje la noche anterior, con la intención que, por la mañana, solo tendríamos de triturarlo y salir corriendo hacia nuestro punto de encuentro. Pero cuando llegó la hora de la comida, nuestros amigos pidieron una taza de agua hirviendo y vertieron unos polvos mágicos que se convirtieron en el manjar de su hijo. Mientras observaba el giro de cucharita en el cazo de papilla, la cabeza se me fue, y creo que volví al terrenal mundo a la hora del café, cuando mi esposa removía de nuevo un sobrecito de café descafeinado en una tacita de leche. Me di cuenta que desde pequeños nos preparan para vivir en este mundo hecho de polvos, donde todo es rápido e instantáneo.
Por la mañana, por qué esperar el tiempo que necesita la máquina en hacer un café, si con dos cucharadas de café liofilizado ya basta. A la hora de la comida, por qué preparar un cocido, un caldo sabroso cuyo olor nos acompañe todo el día por la casa, -todos recordamos la persistencia del olor de las comida bien hecha- , con lo cómodo que es diluir un caldo instantáneo, o un puré de patatas a copos.
Esperar el tiempo de cocción de un arroz, con lo sabrosa que esta la paella precocinada!! El recuerdo del flan o de las natillas caseras, el cariño que rezumaba por todo la casa el día que la abuelita hacia una tarta, por qué complicarnos la vida? Unos polvos y leche hirviendo y tenemos los postres más ricos de la historia. El tiempo es oro y en nuestra sociedad ni Dios quiere perder un gramo de tan preciado tiempo, total para qué? Del polvo venimos, y cuando morimos, en polvo nos convertimos.
Te invito a vivir una experiencia, a ser un gastronómada más, un viajero de las cocinas locales, un descubridor de productos autóctonos y un caminante de singulares terruños. http://carlesmera.blogspot.com
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