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Chile: Una mejora en la productividad del arroz podría aumentar su competitividad

Una limitada oferta de variedades, un manejo deficiente del cultivo, escasa incorporación de nutrientes y fertilizantes durante la siembra y un inadecuado uso del recurso hídrico, fueron las razones que motivaron al sector arrocero a iniciar, en los últimos años, la búsqueda de fórmulas que no sólo permitiesen revertir estas falencias, sino también incrementar la competitividad de un rubro cuya producción mueve en Chile más de US$ 39 millones al año. 

En nuestro país, la oferta arrocera se limita sólo a la variedad japónica, debido a que las condiciones climáticas no son adecuadas para el cultivo de otras especies. Este tipo de arroz, de grano largo y ancho, sólo alcanza a satisfacer el 40% de la demanda interna. El 60% restante se importa mayoritariamente desde países como Argentina, Paraguay y Brasil, y corresponde al tipo índico, un arroz de grano largo y fino que crece en climas tropicales, es más rentable y hasta un 35% más económico que el japónico. 

Cultivar esta variedad para satisfacer así el total del consumo nacional, y mejorar la cadena productiva del japónico, son los grandes desafíos que hoy se han propuesto alcanzar los agricultores locales. “Buscamos producir arroces más resistentes al frío y más productivos, cuyo cultivo se reduzca de 120 a 15 días. Pero también queremos introducir variedades índicas, porque rinden entre un 15% y 20% más que las japónicas y eso puede significar la rentabilidad de todo un año para un productor”, explica Ernesto Eguiluz, presidente de la Federación de Productores de Arroz (Fedearroz). 

Perfeccionando las prácticas


Con el fin de mejorar la producción de la variedad local e incorporar otras especies, hace dos años Chile ingresó al Fondo Latinoamericano de Arroz de Riego (FLAR), organismo que busca proporcionar los conocimientos tecnológicos necesarios para mejorar la producción de este cereal en la región. En este marco se constituyó además la Comisión Nacional del Arroz, integrada por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y representantes de todo el rubro, cuyo objetivo es establecer una estrategia país que fomente iniciativas de corto, mediano y largo plazo para el desarrollo de este producto. Dentro del trabajo de esta comisión, FIA coordina la Subcomisión de Innovación, cuyo principal fruto es la Agenda para la Innovación Agraria del Arroz en Chile, encargada de diagnosticar las limitantes que dificultan el mejoramiento de los procesos productivos, de gestión y comercialización de este cereal, y proponer sus soluciones. 

Soledad Hidalgo, coordinadora de la Subcomisión de Innovación del Arroz, estima que el trabajo conjunto entre el sector público y privado ha impulsado la inversión en el último año, de más de $ 1.000 millones para fomentar la I+D en esta industria. Estos recursos le han permitido al país contar hoy con un banco de germoplasma que en 2011 facilitó la introducción de 185 nuevas variedades de arroz, mayoritariamente índicas, 45 de las cuales dieron granos. La asesoría técnica del FLAR ha posibilitado al sector reducir en un 30% sus costos de producción, en un 40% el consumo de agua y próximamente ayudaría además a acortar a dos años el tiempo que el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) demora en desarrollar una nueva variedad, que hoy supera la década. 

“Sin duda, el ingreso de Chile al FLAR ha traído innumerables beneficios a la industria arrocera. Ha permitido internar variedades que se están probando y validando, e incorporar nuevas técnicas de manejo productivo que cambiarán radicalmente el cultivo de esta especie. La idea es que su producción se masifique y sea más rentable para los agricultores”, dice la experta. 

Un rubro más profesional


Para Alfredo Mariño, encargado nacional del rubro maíz del Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap), la incorporación de nuevas técnicas de cultivo ha generado una profesionalización del sector, al permitir que todos los agricultores lleven a cabo los mismos métodos de producción, sobre todo los relacionados con el manejo de agua. “Se están implementando metodologías de alto rendimiento, por ejemplo, la siembra en seco. Antiguamente el arroz se sembraba y se dejaba inundado de agua, pero ahora se está sembrando como el trigo, es decir, primero se deja regado y unos días después se inunda para que pueda fortalecer su raíz”, dice. 

Todas estas mejoras hacen prever a Eduardo Meersohn, presidente de la Comercializadora del Trigo (Cotrisa), que “el sector presenta grandes expectativas y potencialidades para innovar y generar un negocio más rentable para los agricultores”.

Una clase de arroz más eficiente
La Universidad de Santiago (Usach) en asociación con el Sindicato Arrocero El Huique y agricultores de Parral, y con el cofinanciamiento de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) que aportó $ 70 millones, desarrolló una variedad de arroz a partir de los desechos que deja la producción del grano y que hoy son destinados a alimentación animal, especialmente de ganado. La idea, explica Laura Almendares, académica de la Facultad Tecnológica de la Usach y coordinadora del proyecto, fue crear un tipo de arroz reconfigurado y orientado al consumo humano, que para su cocción requiere una cuarta parte del agua y la mitad del tiempo que necesita el grano tradicional. “Con esto le otorgamos una ventaja comparativa respecto del arroz tradicional y además le damos un valor agregado, ya que podemos integrarle saborizantes u otros componentes”, dice. 
El producto está en proceso de patentamiento internacional, con lo cual se pretende que tanto empresas nacionales como internacionales desarrollen esta variedad y entreguen a los agricultores un royalty por su producción.

FUENTE: FAO

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