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Chile crea primera uva resistente al oídio en el Mundo

Además la nueva uva sería una buena viajera y soportaría bien los tiempos que toma llegar a Asia. Se avanza también con manzanas, duraznos, ciruelo japonés y cerezas

Al interior de un invernadero en Curacaví hay una mesa rectangular cubierta de hojas verdes. De lejos se ven todas parecidas y del mismo color. Pero al acercarse aparecen las diferencias: algunas están sanas y otras, en cambio, tienen manchas blancas opacas.

Al centro de la mesa hay una planta que sobresale porque sus hojas están casi completamente cubiertas de un polvo claro. En ella está presente un hongo, el oídio, pero que no infectó de igual manera a las plantas cercanas. Esto, porque esas plantas, desarrolladas por investigadores de la Universidad Católica y por el Consorcio Tecnológico de la Fruta, son resistentes al hongo, lo que eliminaría la necesidad de utilizar fungicidas, con el impacto económico y productivo que eso implica.

El oídio enferma a las vides a nivel nacional, pero es especialmente dañino en la zona norte del país. Afecta a diferentes partes de la planta, tanto a las hojas como a los brotes y los frutos, desde su formación hasta que empiezan a madurar. Cuando ataca los brotes, detiene su crecimiento y maduración.

“El oídio, causado por Erysiphe necator, es la enfermedad más importante de la vid en la zona central y norte de Chile”, plantea el artículo ‘Riesgo de oídio de la vid en relación con el desarrollo de los racimos’, de Paul Campbell, Carlos Bendek y Bernardo Latorre.

Pero la investigación no se ha detenido sólo en desarrollar resistencia al oídio. También están buscando que las nuevas frutas tengan características específicas que requiere la industria. Ya tienen una preselección de aquellas que han cumplido con los requisitos esperados para parámetros como sabor, crocancia, tamaño de la baya, ausencia de pepas y una buena vida de post cosecha, para evitar por ejemplo que el escobajo se ponga café.

“Estamos generando uva que, en palabras sencillas, sea buena viajera, que pueda llegar a destino, particularmente a los mercados asiáticos que es el futuro de la industria, en buenas condiciones”, dice Patricio Arce, biólogo y director del programa de mejoramiento genético de uva de mesa.

Una vez que obtengan las variedades con las propiedades organolépticas requeridas, además de la resistencia al oídio, los impactos van a ser múltiples: desde la reducción en las pérdidas de los volúmenes exportados, hasta beneficios ambientales por la disminución en las aplicaciones intensivas de distintos productos.

“No va a ser necesario aplicarle fungicida y eso va a ser un logro muy importante para la industria chilena, porque sin las aplicaciones la producción va a ser más limpia, más de acuerdo con el ambiente y se va a gastar menos insumos en fungicidas. Va a tener beneficios económicos y también para la salud, para la gente que está relacionada con las aplicaciones”, cuenta Arce.

Y el impacto de las variedades desarrolladas en el país será global.

“No solamente no hay variedades resistentes al hongo aquí en Chile, sino que en el mundo no hay. Yo creo que vamos a ser los primeros que vamos a generar vides resistentes al oídio y ya estamos súper cerca de hacerlo”, cuenta Patricio Arce.

Claro que a fines de 2011 hubo anuncios de avances en este tema por parte de investigadores australianos.

“Lo que hicieron en Australia es que tomaron uno de estos genes y están evaluando a ver si consiguen resistencia. Son plantas transgénicas, lo que ya es un problema y están viendo si alguno de los genes que ponen les confiere resistencia o no, entonces en el mejor de los casos, que ellos consigan resistencia, primero seria transgenia y van a tener que pasar por todas las trabas para que se acepten las plantas transgénicas, cosa que hoy día para la uva no es aceptado y segundo, conseguir resistencia al tener solamente un gen, la posibilidad de que el hongo la rompa es alta. Nosotros vamos a tener plantas no transgénicas, doblemente resistentes al hongo. Yo creo que van a ser muy superiores a esas”, comenta Patricio Arce.

Y adicionalmente, las nuevas variedades serán resistentes a otra enfermedad que afecta a la uva chilena: el mildiú.

“Por suerte uno de los genes que usamos se transmite junto con un gen de resistencia a Plasmopara viticola, entonces indirectamente hemos conseguido resistencia a ambos”, dice Patricio Arce.

Todos los años hacen set de cruzamientos, con alrededor de 20 mil eventos de emasculación y polinización, para generar cerca de 4 mil plantas que se van al campo, en Curacaví. Ya son más de 10 mil las plantas que tienen listas. En seis años más esperan tener tres o cuatro variedades propias y eventualmente transferir los avances obtenidos a las variedades que se utilizan en la producción de vino.

No sólo uva

El Consorcio Tecnológico de la Fruta está integrado por la Asociación de Exportadores de Chile A.G, la PUC y 26 empresas que representan más del 40% de las exportaciones totales de fruta del país. Es cofinanciado con recursos aportados por el Fondo de Innovación para la Competitividad y, desde su creación en el 2006, ha trabajado en cinco programas de mejoramiento genético, con la finalidad de aumentar la rentabilidad y competitividad de las principales especies que se envían al extranjero: carozos -duraznos, nectarines y ciruelos japoneses-, manzanas, cerezas, uva de mesa y frambuesas.

El objetivo es crear variedades chilenas de las distintas frutas, mediante cruzamientos convencionales y la ayuda de técnicas como la selección asistida por marcadores moleculares, para poder comercializarlas una vez que se registren. Y las variedades que se esperan obtener no tienen características elegidas al azar. Fueron los mismos socios que integran el consorcio los que decidieron qué requerían, al considerar los atributos más buscados por el mercado internacional en cada una de las frutas, y las deficiencias que tienen las variedades que se producen en Chile y luego se exportan.

“Para nosotros esto tiene un valor estratégico, porque hoy día en Chile uno puede acceder a cualquier variedad, pero ellas responden a los intereses de sus dueños y a veces esos dueños de las variedades son además competencia de Chile”, cuenta Alberto Navajas, gerente general de Rucaray.

Agrega que “En la medida que estés en variedades que son un poco más exclusivas, reduces un poco al menos el riesgo del productor. Siempre es un negocio incierto, que depende del clima y otras variables, pero así al menos le quitas un poco de riesgo a una sobreoferta, que es muy difícil de controlar”.

Para que ellos mismos pudieran evaluar los avances a la fecha, se invitó a los directores ejecutivos del Consorcio y a los gerentes generales de las empresas que lo conforman a degustar distintas líneas que ya se han seleccionado en los programas de carozo, manzana y uva, y que podrían llegar a establecerse como nuevas variedades.

En el caso de los carozos, donde buscan principalmente mejorar la postcosecha, reduciendo el porcentaje de harinosidad y eliminando el pardeamiento, además de conseguir firmeza, crocancia y subacidez, ya cuentan con 16 mil híbridos en la estación experimental de Pirque de la PUC. Son siete las líneas seleccionadas de duraznos y cuatro las de ciruelo japonés que en febrero llevaron a un sistema comercial -porque hasta el momento estaban plantadas en alta densidad-, luego de que fueron injertadas. El paso siguiente es poder evaluarlas en las condiciones del área de producción de la fruta. Si obtienen los recursos, esperan tener las variedades comerciales cerca del 2015.

Para las manzanas el proceso ha sido más largo. Cuando el proyecto formó parte del consorcio ya llevaba adelantos, porque a mediados de la década de los 90 el Inia comenzó un programa de mejoramiento genético para obtener líneas resistentes a venturia, el principal hongo que ataca a las manzanas en todo el mundo. Pero el programa del Inia estaba enfocado en la resistencia al patógeno, en desmedro de atributos físicos y visuales de la fruta. Tras la formación del consorcio, el proyecto continuó, pero con un reenfoque: 80% calidad y 20% resistencia a venturia. Además se busca obtener jugosidad, crocancia, firmeza y sabor, aunque este último es relativo, ya que según cuenta Pablo Grau, investigador de Inia y director del proyecto de mejoramiento de manzanas, los consumidores japoneses privilegian sabores dulces, mientras que los de los países nórdicos buscan manzanas más bien ácidas.

“Tenemos selecciones avanzadas. Si de esas hubiera algo útil, de aquí a cuatro o cinco años tendríamos una variedad comercial, ya en vías de ser liberada”, dice Pablo Grau.

Reduciría impacto ambiental, costos y pérdidas de volúmenes.

Un incentivo para los inversionistas. Cuando se creó el Consorcio Tecnológico de la Fruta,. en 2006, las empresas que participaban veían un beneficio a largo plazo en el mejoramiento genético de las variedades frutales, pero no un retorno inmediato. Sin embargo, una modificación reciente a la ley para la investigación y desarrollo, cambió esta situación. “Ahora permite financiar hasta que la empresa haga investigación in situ, o sea, con sus propias capacidades de investigación y desarrollo, sin la necesidad de contratar a centros tecnológicos que estaban certificados ante la Corfo. La empresa tiene que elaborar un proyecto que se presenta a la Corfo para que lo certifique y si es pertinente y válido, viene una autorización para que se ejecute y una instrucción hacia impuestos internos para que el gasto de la empresa se pueda aplicar a esta normativa de incentivo tributario”, explica Jaime Kong, gerente general del Consorcio.

Fuente: Simfruit 

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