Las diferencias energéticas entre las áreas urbanas y rurales del país son abismales. Las ciudades más grandes tienen un abastecimiento regular de gas licuado de petróleo (GLP), gas natural (GN), combustibles líquidos y electricidad, mientras que la llegada de estos energéticos al área rural es poco menos que fortuita, e incluso impensable en muchos casos.
Una familia urbana consume 86 veces más energía eléctrica que una familia rural y dispone de tres veces más de energía útil. Lo paradójico es que, en términos comparativos, las familias más pobres del agro boliviano pagan más por una energía de menor calidad. Se trata de “familias que están inmersas en un ‘mercado’ de pilas, velas, mecheros, que representa un movimiento anual de casi 50 millones de dólares”, señala el estudio “Rol e impacto socioeconómico de las Energías Renovables en el área rural de Bolivia”, elaborado por el especialista Miguel Fernández.
Según los datos procesados en el estudio, el área urbana centra su suministro energético en la electricidad y el GLP (ambas representan el 87% del consumo total), mientras que en el área rural la mayor importancia está en la biomasa (93%) y en el diesel/kerosene (4%).
Al comparar el consumo en el área urbana y rural de una misma fuente energética, se tienen diferencias apreciables, pues mientras el consumo de biomasa de una familia rural es 19 veces más respecto a una familia urbana, para el caso del GLP una familia urbana consume 12 veces más que su homóloga rural. En el caso de la electricidad, una familia urbana consume 86 veces más energía eléctrica que una familia rural.
El volumen total de energéticos consumidos por una familia rural es 1,6 veces mayor que el que consume una familia urbana. Sin embargo, cuando se analizan los rendimientos de los energéticos y se calcula la energía útil que emplea cada familia, la relación se invierte: una familia urbana dispone de tres veces más energía útil que una familia rural. Esta situación muestra la indigencia energética rural que existe como consecuencia del empleo de tecnologías energéticas ineficientes, señala el estudio.
En general, fuentes de energía como la electricidad, el kerosén, las velas, las pilas y el diesel, que se usan para fines no térmicos, no son representativos en la matriz energética de los hogares rurales, representando sólo un 11% del consumo final de la energía. Aunque no exigen grandes cantidades de energía, la iluminación (5%) y el acceso a medios de comunicación (2%), principalmente la radio, son demandas de corte estratégico por su impacto en la calidad de vida rural.
Los gastos promedio por familia en iluminación y comunicación anualmente significan un costo de 68 $us/año para el altiplano, 107 $us/año para los valles y 114 $us/año para los llanos (con energéticos tradicionales, pilas, velas y mecheros). A pesar que la biomasa utilizada en su mayor parte es recolectada, también existe un mercado de leña, el mismo que se estima en 5MM $us/año.
Alternativas energéticas viables
El país podría superar sus grandes asimetrías energéticas entre las ciudades y el campo y llevar la suficiente energía para iluminar la vida y el progreso del área rural si apuesta en serio por las energías renovables y alternativas, como por ejemplo sistemas fotovoltaicos, micro centrales hidroeléctricas, sistemas termosolares, secadores solares, aerogeneradores de pequeña potencia, cocinas eficientes de leña, biodigestores, tecnologías de aprovechamiento de la biomasa y biocombustibles para comunidades rurales.
Si cada año se invierte 45 millones de dólares en esas fuentes de energía renovable se podría lograr que las comunidades rurales dispersas del país accedan a la energía moderna y al siglo XXI, dice el estudio “Rol e impacto socioeconómico de las energías renovables en el área rural de Bolivia”.
“Se puede afirmar que el desafío para las energías renovables consiste en abastecer con energía a casi 2 millones de personas en los próximos años. De esta forma, la necesidad de impulsar los usos productivos de la energía y de fortalecer los servicios sociales y comunales únicamente será posible si existe un suministro confiable, seguro y económico de la energía. Sólo así la energía se convertirá en un factor que genere desarrollo”, precisa la investigación de Fernández.
Para el año 2007 se estimó que casi 3 millones de habitantes rurales de Bolivia (unos 500 mil hogares) no tenían acceso a la energía eléctrica, y muchos de ellos a ningún tipo de energía comercial. Según De estos 500 mil hogares, cerca de 200 mil radican en localidades donde presumiblemente existe infraestructura eléctrica y, por tanto, su conexión correspondería a un futuro proceso de densificación del servicio ya establecido.
De las restantes 300 mil familias sin acceso a electricidad, se estima que unos 200 mil hogares rurales puedan ser atendidos mediante la utilización de energías renovables descentralizadas (fundamentalmente sistemas fotovoltaicos o pequeños aerogeneradores) y que otros 100 mil hogares puedan ser atendidos con sistemas aislados de mini redes con diversas fuentes (diesel, energía hidráulica, biomasa, sistemas híbridos, etc.).
Es decir, de los 3 millones de habitantes rurales, la red quizás llegue a cubrir hasta un 30 a 40% para el abastecimiento de electricidad. Así un poco más del 60% de la población tendría como alternativa que las energías renovables les provean de electricidad o recurrir a generadores a gasolina o diesel. Adicionalmente, en las demandas térmicas para cocción de alimentos, 600 mil hogares que usan fogones de leña podrían optar por cocinas eficientes de leña, agrega el estudio de la Plataforma.
El estudio sostiene que para abastecer con energía a casi 2 millones de personas se precisaría de una importante inversión en los próximos años. “Una primera aproximación a la cifra de inversiones demandadas para cubrir la demanda identificada podría estar entre 390 a 450 millones de dólares, para atender la demanda energética rural aislada de aproximadamente 300.000 hogares con energías renovables”.
“El período de tiempo para la ejecución de un plan de este tipo, dado el punto inicial de partida, estaría entre 10 y 15 años. De esta manera se llegaría a la universalización en el acceso a la electricidad en el año 2025 y a cumplir las metas intermedias del año 2015 (70% de cobertura)”.
fuente: bolpress.com
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