Los huertos urbanos proliferan a diestra y siniestra. En Suiza, el fenómeno aún está en ciernes, pero Urban Farmers -una granja acuapónica en las azoteas de Basilea- confirma su potencial de negocios.
El maquinista anuncia que el tren se dispone a abandonar lentamente el depósito de Dreispitz, un barrio industrial de Basilea. En el tejado de la estación, tres jóvenes agricultores con espíritu empresarial se ensucian las manos de tierra detrás de contenedores de naranjas. Plantan semillas y alimentan a los peces de una granja de 250 metros cuadrados.
Tras varios años consagrados a afinar la metodología científica y conseguir los fondos necesarios, en julio de 2012 se puso en marcha la UF001 LokDepot, una granja urbana piloto que requirió una inversión total de 1,2 millones de francos suizos.
A partir de enero pasado, los esfuerzos comenzaron a rendir frutos: pescado y una selección de verduras y hierbas aromáticas que se producen en esta granja ya son utilizados por cinco restaurantes cercanos, que reciben los encargos en bicicleta.
Esta empresa derivada -spin-off- del plantel de Wädenswil de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Zúrich utiliza la técnica acuapónica para trabajar. Esto es, una mezcla entre la acuacultura (para la piscicultura) y la hidroponia (el cultivo de plantas en agua, sin la utilización de tierra). Un sistema que permite que los desechos de los peces fertilicen las plantas, cuyas raíces extraen del agua los nutrientes que requieren para crecer, limpiando simultáneamente el agua en la que habitan los peces.
En una inmensa habitación ubicada al final de la granja se vislumbran tilapias blancas y rosadas nadan en inmensos estanques. “Estos chicos estarán en un plato para finales de mes”, bromea el director de Urban Farmers, Mark Durno, mientras les lanza un puñado de alimento vegetariano.
El sistema incluye una red de tuberías que sobresale de los tanques, asciende por las paredes y conforma un circuito cerrado simbiótico: el agua de los peces, rica en nutrientes, es bombeada de forma continua hacia el huerto a través de un filtro biológico diseñado para nutrir los diversos surcos de plantas que se hayan “sembradas” en balsas de poliestireno que flotan canales de plástico, o que descansan en grandes mesas metálicas, según el tipo de vegetal.
Una vez limpia, el agua fluye nuevamente hacia los tanques donde son criados los peces. Un proceso minuciosamente controlado por un ordenador que echa mano de sensores y otros componentes de alta tecnología para asegurar una óptima utilización de la energía, la luz, la ventilación y el agua.
Este proyecto suizo es parte de un creciente movimiento que favorece la producción local y sostenible.
Una tendencia que abarca desde los solares urbanos con sus comunidades -no lucrativas- de particulares, conformadas por familias y amigos dispuestos a sembrar y cosechar sus propias verduras en sitios como el espacio que quedó tras la demolición del estadio Hardturm -antigua sede del FC Grasshoppers e Zúrich- hasta aquellos profesionales que utilizan tecnología punta para desarrollar proyectos agrícolas en los techos.
En EEUU, y en Nueva York en particular, firmas como Gotham Greens, dedicada al desarrollo de huertos hidropónicos en los techos de Brooklyn, o empresas como Brooklyn Granch, que produce vegetales en huertos -con tierra- en los techos, han “sembrado” ya una superficie de 10.000 metros cuadrados en las azoteas.
Y aún a mayor escala, empresas como Bright Farms tienen firmados acuerdos con seis grandes cadenas de tiendas para desarrollar modernos huertos planeados que estarán establecidos directamente en los techos de estos supermercados, o en las azoteas de edificios muy cercanos.
Los desechos de los peces fertilizan las plantas, cuyas raíces extraen del agua los nutrientes que necesitan.
(swissinfo)
En Basilea, los pocos clientes de huertos urbanos que existen también parecen satisfechos.
“Los productos son un poco más caros, pero vale la pena porque son de primera calidad. Los canónigos son mucho mejores que los que venden los supermercados”, dice Mark Himpsl, chef del restaurante Schmatz, de los productos de Urban Farmers.
“Es muy buena idea para proveer a la ciudad con productos frescos”, añade.
El equipo de Urban Farmers estima que será capaz de operar a su máxima capacidad este mes y se ha puesto como meta producir cinco toneladas de verduras y alrededor de 800 kg de pescado.
Pero en los 250 metros de su superficie, esta granja de azotea –cuyos gastos operativos anuales ascienden a 120.000 francos suizos- es, sobre todo, una muestra de lo que la tecnología y los sistemas “hechos a medida” pueden ofrecer a proyectos de mayor envergadura.
Además de cuidar sus vegetales y nutrir a sus peces, este equipo también recibe visitas de agricultores, vendedores, dueños de restaurants y chefs interesados en su granja. Y los empresarios planean abrir para finales de año la UF002, una granja de 1.000 m2 – dimensión a partir de la cual este tipo de proyectos comenzarán a ser comercialmente rentables.
Basilea tiene un gran potencial para este negocio porque existe una superficie de techos estimada en 2 millones de metros cuadrados, dice Urban Farmers.
Pero el tema no es simple, advierte Craig Verzone, arquitecto de la Iniciativa del Urbanismo Alimentario, dedicada a estudiar la interacción entre el entorno urbano y la producción de comida local: “Muchos edificios no reúnen los requisitos para resistir el peso adicional que suponen estos huertos, y adaptarlos provocaría muchas complicaciones”. Por ello considera que en el futuro será más probable mirar este tipo de proyectos en los edificios nuevos porque será más sencillo construirlos.
Pero esto no amilana a Urban Farmers, que avanza en el objetivo de simplificar el control de sus granjas de modo que en breve sea posible verificar la temperatura de los tanques y las condiciones meteorológicas desde un iPhone. Una vez probado el sistema, el objetivo a largo plazo será alcanzar acuerdos con supermercados para instalar invernaderos acuapónicos en sus tejados.
Así que aún hay mucho camino por andar para esta nueva empresa, aunque Durno admite que existe un gran escepticismo sobre la capacidad real que tienen los agricultores urbanos para producir el volumen de alimentos necesario para asegurar la rentabilidad de los proyectos.
“Mi padre es un agricultor escocés tradicional. Intentar explicarle que es posible ganar dinero en una granja de 250 m2 ubicada en un techo de ciudad es realmente difícil. Por ello, le digo que debe regresar en cinco años. La gente necesita aprender cómo funciona todo esto. Y creo que debemos hablar menos y actuar más. Es fácil decir las cosas, pero lo más importante es traducirlas en hechos”.
fuente swissinfo
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