Al fondo de una finca suena un machete que es golpeado contra la tierra. Así se arranca por estos lados el monte que estorba para preparar el suelo antes de la siembra de frijol de este año.
En la comunidad Mancotal, en el departamento de Jinotega, la siembra de frijol iniciará cuando caigan las primeras lluvias, por eso Juan José Castro lleva seis horas bajo el sol, aún le quedan dos horas más de trabajo, es primero de mayo y en el campo no se descansa.
Este es el sexto día en que Castro trabaja solo en sus tierras. Es una manzana y media de frijol la que sembrará en esta temporada. Únicamente servirá para consumo de su familia pues asegura que vender frijoles ya no es un negocio que deje suficientes ganancias para los productores.
En Jinotega un quintal de frijol puede costar hasta 250 córdobas en algunas zonas, un precio que no permite al productor recuperar la inversión que realiza para sembrar y cosechar.
Castro se queja del precio de los insumos para la producción “ahorita la urea vale 560, el abono nos sale a 730 córdobas”, dice, mientras, con una mano, se seca el sudor mezclado con cenizas que le mancha la cara y con la otra sostiene su inseparable machete.
El precio del frijol cae todos los años, pero nunca como este, dice Norvin Rizo, un intermediario que compra el quintal de frijol rojo entre 380 y 400 córdobas y ha sido testigo del ruego de los productores del norte que tienen demasiados quintales guardados esperando un comprador.
“Hay que pagar transporte, trabajadores y queda un margen de ganancia bajo, el quintal de maíz está al mismo precio del frijol”, compara Rizo.
En este momento tienen por lo menos unos seis mil quintales de frijol almacenado, ya no pueden comprar más, dice, pues el cierre de las fronteras para la exportación impide que el grano pueda “circular”.
Es uno de los rumores que circula por las calles de Jinotega y al que se le atribuye esta debacle de precios que ahoga desde el más pequeño hasta el más grande productor del norte.
Pero nadie sabe con certeza qué está ocurriendo para que la crisis del frijol afecte tan cruelmente a los productores.
Esta misma situación, que se vivió el año pasado, obligó a Roberto Rizo a guardar diez quintales de frijol en su casa, en la comunidad Las Lomas de Jinotega.
De esos, aún queda uno que está en el patio, al lado de un cerdo y emblanquecido por el tiempo. El resto lo hirvieron y se lo dieron al “chancho”, dice Roberto pues prefiere que coman sus animales y no perder en el mercado donde le pedían menos de 300 córdobas por quintal del grano.
Este año guardó 13 quintales, dejará algunos para el consumo del hogar y el resto intentará colocarlo a buen precio, pero no descarta que puedan correr el mismo riesgo que el año pasado.
En Mancotal, Santos Salgado ya abandonó la siembra del frijol porque la baja de precios le hacía perder mucho dinero. Ahora dice que se dedica a otros cultivos que son más rentables.
Para sembrar cada manzana de frijol se deben invertir unos cinco mil córdobas, dice Salgado, y si cada quintal se vende a menos de 400 córdobas, entonces el “productor está perdiendo mucho”.
Por eso Juan Castro propone que cada quintal pueda venderse a unos mil córdobas aproximadamente, esto permitiría que al consumidor se le dé a unos 10 córdobas por libra.
Por este primero de mayo la jornada ya acabó. Mañana Juan José Castro tomará nuevamente su machete y terminará con lo pendiente para que cuando llueva haya frijol en sus tierras.
fuente laprensa
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