La realidad ha superado con creces las expectativas de los organizadores. Más de 100 centros educativos, de todos los niveles, desde educación infantil hasta secundaria, han presentado sus proyectos poniendo de manifiesto la gran riqueza creativa y el potencial educativo que tienen los huertos escolares.
¿POR QUÉ UN HUERTO EN LA ESCUELA?
La máxima de Confucio que encabeza este artículo lo resume de forma muy clara: para aprender hay que hacer. El huerto es una herramienta educativa muy potente porque es un espacio donde los niños pueden simplemente “hacer”. Es un espacio barato y seguro que permite el trabajo práctico de muchos de los conceptos que se trabajan en el aula. En el huerto se puede aprender ciencias naturales, matemáticas, lenguas, educación física, etc. Pero además se adquieren otros valores más transversales que serán básicos en su vida de adultos: trabajar en equipo, resolver problemas prácticos, la importancia de la observación, la paciencia, la relación entre los seres vivos, la flexibilidad frente a lo que es imprevisible, el origen de los alimentos, etc.
Las posibilidades pedagógicas de un huerto son ilimitadas. El huerto no deja de ser un pequeño ecosistema, pero a la vez es una de las actividades humanas más ancestrales, economía productiva en su estado más puro, una muestra de evolución, de supervivencia y de adaptación al medio. Por eso estamos llevando a la escuela la vida misma. La posibilidad de convivir en armonía con nuestro medio y obtener alimentos sanos sin degradar y contaminar.
EL HUERTO ESCOLAR COMO PROYECTO DE CENTRO
El huerto escolar está de moda. Cada vez encontramos más información, más noticias, más empresas de educación ambiental, más material… especializado en el huerto escolar. Por un lado es positivo porque facilita el trabajo de aquellas escuelas que se decidan a incorporarlo. Pero por otro tiene el peligro de que, si la decisión no ha sido tomada y apoyada por toda la comunidad educativa, acabe convirtiéndose en un problema, muchas veces asumido por un único docente especialmente motivado.
Lo ideal es que el huerto se convierta en un proyecto global del centro, con unos objetivos bien claros y todos los aspectos organizativos bien definidos para facilitar la puesta en marcha y el trabajo posterior. El proyecto inicial ha de ser realista, en función de los conocimientos previos, la disponibilidad de recursos tanto económicos como humanos, si es posible implicar a actores externos como el ayuntamiento, etc. El proyecto se puede revisar y ampliar año a año a medida que se toma confianza, se corrigen los problemas que surgen y se va adaptando a las condiciones de cada centro educativo.
LAS POSIBILIDADES
Las posibilidades son infinitas tanto a nivel técnico como de organización pedagógica. Encontramos ejemplos de todo tipo: desde la escuela con un huerto enorme en el que trabajan todos los grupos de alumnos y producen una buena parte de las hortalizas que luego consumen en el comedor escolar, hasta la escuela que simplemente cultiva unas cuantas hortalizas en contenedores y hay un único curso encargado del huerto. Entre un extremo y otro lo más normal es encontrar huertos de tamaño pequeño o medio en el que la mayor parte de los cursos trabajan en un momento u otro.
El planteamiento también es muy distinto en función del tipo de centro. En las escuelas infantiles los huertos son más simples, dentro de las posibilidades de un niño que no llega a los 3 años. Y se trabaja con aquellas plantas como las aromáticas y actividades que permiten al niño desarrollar todos sus sentidos. En cambio, en los institutos el huerto se convierte en una herramienta para mejorar la autoestima de aquellos adolescentes que tienen más dificultades para seguir la estricta disciplina de las aulas. En los centros de primaria es donde encontramos una mayor diversidad de situaciones y es, en esta etapa, donde resulta más sencillo que el huerto se convierta en un verdadero proyecto educativo.
EL DISEÑO
Diseñar un proyecto educativo implica tener claros unos objetivos de aprendizaje. Estos objetivos suelen responder a la detección de un problema concreto. En el caso del huerto escolar el “problema” puede ser diverso pero está relacionado con la pérdida de contacto de la mayor parte de los niños con la realidad de la producción de alimentos. Es típico el caso de niños que creen que la leche viene de un tetrabrik o que dibujan un pollo desplumado y listo para comer. A esto se unen unos malos hábitos alimentarios que, a través de un huerto escolar, pueden empezar a cambiarse y enseñar a apreciar el sabor de frutas y verduras. El huerto también es un pequeño ecosistema en miniatura donde los niños pueden aprender en directo las relaciones existentes entre todos los organismos que habitan el planeta y establecer los cimientos de un verdadero respeto por el medio ambiente. Pero además el huerto puede ser una herramienta de integración de niños con dificultades por diferentes motivos: discapacidades, trastornos de comportamiento, inmigración, etc.
PRIMEROS PASOS
Cuando un centro educativo se plantea poner en marcha un huerto escolar es necesaria una primera fase de reflexión y diseño que permita iniciar el proyecto con las máximas garantías de éxito. Este trabajo ha de hacerlo un pequeño grupo de personas integrado básicamente por personal docente pero, si es posible, siempre es mejor incluir en el grupo otras personas como las familias, el personal no docente o incluso personas del municipio que no estén directamente relacionadas con la escuela, como técnicos municipales, jubilados, entidades dedicadas a la educación ambiental, etc.
El trabajo de este grupo consiste por un lado en definir técnicamente dónde debe situarse el huerto, qué técnicas de cultivo se aplican, qué calendario debe seguirse y todo lo relacionado con el funcionamiento y el mantenimiento del huerto. Por otro lado se han de definir los objetivos pedagógicos del huerto y adaptarlos a los programas de estudio para determinar que se va a trabajar a partir del huerto y cómo se organizan las visitas de los alumnos. Lo ideal es que todos los profesores del centro formen parte del proyecto y utilicen en algún momento el huerto para su tarea docente.
LOS OBJETIVOS
Una vez se han definido los objetivos y las actividades que se quieren realizar en el huerto se pasaría a la fase de diseño de manera que se adapte a las necesidades de la escuela. Lo normal es que el proceso se realice a la inversa: primero se diseña el huerto y luego se decide qué hacer en él. Aunque en principio resulte más sencillo de esta manera a la larga resulta más útil si se parte de unos objetivos. ¿Para qué queremos un huerto de 100 m2 si sólo vamos a trabajar ciencias naturales con los alumnos de ciclo superior de primaria? Si es así tendremos suficiente con un pequeño huerto más económico y sencillo de manejar. Evidentemente deberemos tener en cuenta otros condicionantes, como el espacio disponible en el momento de realizar el huerto, que deberán tenerse en cuenta en el momento de definir los objetivos. Todo este proceso es muy dinámico puesto que los objetivos pueden variar a lo largo del tiempo con lo que el huerto también cambiará. La experiencia nos proporciona muchos elementos para valorar como tiene que ser y como ha de funcionar el huerto en relación a la escuela. Por esto se trata de un elemento en constante transformación y esto hace que cada huerto sea un elemento único e irrepetible.
¿QUÉ TIPO?
Qué mejor lugar que una escuela para aplicar el dicho: “Cada maestrillo tiene su librillo”. Aunque la bibliografía ofrece distintos métodos y sistemas para poner en marcha un huerto ecológico se ha de tener en cuenta las condiciones específicas de cada escuela. Hay aspectos básicos a considerar como el espacio disponible, los recursos tanto económicos como humanos para su instalación y mantenimiento, los objetivos marcados, etc. Es verdad que hay algunos sistemas, como el método de Parades en Crestall de Gaspar Caballero de Segovia, que gozan de una gran aceptación en los centros escolares ya que son descritos de forma muy detallada lo que facilita la implantación, además de ofrecer un bonito aspecto estético y unos resultados más que aceptables desde la primera temporada.
Las mesas de cultivo también se han popularizado puesto que permiten implantar un huerto en escuelas que no disponen de suelo. Además resultan muy cómodas para trabajar si su altura se adapta a la de los niños. También permiten el acceso al cultivo a niños discapacitados que se ven obligados a utilizar silla de ruedas.
Pero a la larga siempre se acaba introduciendo modificaciones que personalizan el huerto y lo hacen propio para adaptarlo al trabajo diario de cada centro escolar. Resulta casi imposible encontrar dos escuelas que tengan un huerto igual. Sin olvidar que uno de los objetivos de la horticultura escolar es aprender de los propios errores y, en este caso, lo hacen simultáneamente el profesor y los alumnos.
¿CÓMO CONSEGUIR QUE EL HUERTO ESCOLAR SEA UN ÉXITO?
Las claves se resumen en estos doce principios:
1. Hacerlo simple. Nada de complicarse mucho la vida.
2. Mantengamos una mente abierta a cambios y a adaptaciones. Una actitud demasiado rígida es incompatible con un huerto basado en las leyes de la naturaleza, constantemente en adaptación.
3. Seleccionemos plantas adecuadas; si no, estamos destinados al fracaso. Hay muchas que son sencillas de cultivar.
4. No nos desalentamos. Sólo se aprende de los errores y, precisamente, la escuela es un lugar para aprender.
5. Planifiquemos actividades que nos ofrezcan resultados inmediatos junto con otras que nos ofrezcan un plazo más largo. Así trabajaremos la paciencia, pero también mantendremos el interés de los niños y los animaremos.
6. El huerto tiene que ser ecológico. Hay que promover y enseñar a los niños un tipo de agricultura respetuosa con el medio ambiente, más imaginativa que la convencional y basada en la integración del ser humano dentro de los ciclos naturales.
7. Excitemos los sentidos. Los niños los tienen más desarrollados que las personas adultas. Ellos pueden aprender tocando, probando, oliendo, además de escuchando y mirando. Las imágenes, los olores y los sabores del huerto quedarán grabadas en sus cerebros cuando dejen la escuela.
8. Evitemos plantas venenosas y elementos que puedan ser peligrosos para los niños. El huerto tiene que ser un lugar seguro.
9. Fomentemos la curiosidad. Existen muchas actividades que ayudan a ejercer el deseo ya innato en los niños de explorar el mundo que los rodea. El huerto es el lugar ideal para hacerlo.
10. Favorezcamos diferentes ecosistemas y la presencia de animales silvestres en el huerto. Los niños se pueden pasar horas observando los insectos, cazando renacuajos o dando de comer a las hormigas. Hay un vínculo entre los humanos y los animales imprescindible para nuestra supervivencia y que hay que conservar y fomentar entre los niños y niñas.
11. Seamos pacientes y tolerantes. El exceso de excitación de los niños en un espacio diferente al aula puede favorecer la sensación de descontrol. Poco a poco, el alumnado tiene que aprender cuál es su papel en el huerto y cómo se tiene que comportar.
12. Y finalmente, el más importante: ¡Hay que divertirse! Sólo así, todos los miembros de la comunidad docente podrán sacar el máximo provecho posible del huerto y tendrá el éxito asegurado. Si el huerto se convierte en un problema para alguno de estos actores, el proyecto está condenado al fracaso y pasa a ser, a mucho estirar, un elemento decorativo del patio de la escuela.
fuente noticiaspositivas
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