Investigador. Miguel Altieri destaca la agricultura campesina. Foto: Svetlana Salvatierra
La Razón / Svetlana Salvatierra
00:00 / 10 de febrero de 2013
— ¿Por qué es importante la agroecología?
— Tengo una opinión sesgada (sonríe). La agroecología es una ciencia. Es fundamental para la sobrevivencia de la humanidad porque el modelo de agricultura industrial que domina el 90% de las 1.500 millones de hectáreas (del mundo) está agotado; produce el 30% de los gases invernadero, no está interesado en producir alimentos sino biomasa, biocombustible, bioplástico, biofármacos y deja una huella tremenda en su impacto ambiental por el uso de agrotóxicos, fertilizantes, transgénicos, sigue una lógica netamente mercantilista guiada por grandes intereses multinacionales. Son cinco las multinacionales que controlan todas las semillas comerciales. Y es vulnerable al cambio climático; por ejemplo, vimos en Estados Unidos la peor sequía en 50 años y la agricultura transgénica de maíz y soya tuvo una pérdida del rendimiento del 30%.
— ¿La agricultura industrial a cuánta gente alimenta en el mundo? ¿y el resto?
— Alimenta al 30% de la población. La agricultura campesina mundial, que son 1.500 millones de campesinos en 380 millones de fincas controlando el 20% de la tierra, alimenta al 50% de la población. Son cifras contundentes.
— ¿Ambas agriculturas pueden seguir conviviendo?
— Pueden, siempre y cuando la agricultura industrial no fuera tan avasalladora como es. Hay que ponerle freno al proceso de acaparamiento de tierras, de extranjerización. Me llamó la atención que en Bolivia el 60% de la soya transgénica está en manos de colombianos, brasileños y paraguayos. En África hay 80 millones de hectáreas que están en manos de multinacionales que están produciendo biocombustibles pero no para los africanos. En Chile, recién estuve allí, una de las bases del conflicto con los mapuches (indígenas) es que las multinacionales de vino y eucalipto que rodean a las comunidades extraen mucha agua y secan las cuencas. No puede existir convivencia bajo esas condiciones, tendría que territorializarse, planificarse una zona para la agricultura industrial y la zona campesina.
— ¿Mucha voluntad política?
— Claro. Ustedes en este país tienen el marco político. Tienen una Constitución, poseen leyes por imperfectas que sean, tienen la voluntad política hasta cierto punto en el discurso, hay cooperación internacional interesada, el Gobierno tiene un consejo de producción ecológica, tienen a los campesinos organizados, a las organizaciones no gubernamentales. Hay que hacer una estrategia muy bien planificada con proyectos pilotos para poder expandir la agroecología a nivel nacional.
— En Bolivia tenemos casos exitosos de producción orgánica y sus altos precios los llevan a la producción industrial...
— Entiendo que la quinua siendo un cultivo tradicional ahora se maneja como un monocultivo, lo mismo con la hoja de coca que usa pesticidas y ahí es donde tiene que entrar el Gobierno protegiendo. A la agricultura campesina no se trata de crearle leyes, sino hay que protegerla de estas fuerzas internacionales neoliberales que están llegando. Tiene que darse un tratamiento especial a la agricultura campesina porque son los responsables de la soberanía alimentaria, la conservación de la agrodiversidad y la identidad cultural. Por ejemplo, Brasil tiene soya transgénica, caña de azúcar y un ministerio de desarrollo agrario, leyes y apoyo a la agricultura familiar con compras adelantadas del 30% de la producción de campesinos; reconocieron que 4,7 millones de familias producen el 70% de alimentos de ese país. Es estratégico.
— ¿Cuál es la diferencia entre producción orgánica, comercio justo y agroecología?
— Hay una gran diferencia. Mucha de la agricultura orgánica no se basa en la agroecología: es básicamente una sustitución de insumos; se cambia el paquete tecnológico, químico por uno orgánico; está todo destinado para la exportación o mercados elitistas. La agroecología está inserta en lo que es la seguridad alimentaria; básicamente es el derecho de los países de producir con prioridad alimentos locales y que puedan exportar. Pero para eso tiene que haber una reforma agraria, apoyo del Estado, prácticas agroecológicas. El problema es que por mucha voluntad política que haya no se tiene a los técnicos, son todos técnicos convencionales.
— ¿Cuál la gran diferencia entre la agricultura industrial y la agroecológica, si ambas deben cuidar el medio ambiente y ser sustentables?
— Lamentablemente la producción orgánica simplemente está siguiendo los signos del mercado. En California, de donde yo vengo, el 3% de los agricultores orgánicos controlan el 65% de las ventas, ya se corporativizó. Las grandes multinacionales pueden hacer agricultura orgánica y ahí se pierde el sentido de la agroecología: apuntar a la soberanía alimentaria.
— ¿Qué se debe entender por soberanía alimentaria?
— Hay que diferenciarla de seguridad alimentaria. Por ejemplo, Venezuela importa casi toda la comida porque tiene el dinero para comprar, pero se pone en una situación muy vulnerable como cuando se dio la sequía en Rusia y tuvieron que ir a Canadá a adquirir trigo y les dijeron que ya tenían otros países compradores y pagaron el doble. La soberanía alimentaria es un concepto que trata a la alimentación como un derecho humano y no se puede regir por las mismas leyes del mercado. Segundo, se trata de que las naciones o comunidades definan sus estrategias de agroecología sin intervención de afuera. Tercero, que se priorice la producción nacional, productos sanos, accesibles, a precio justo no barato para consumidores y productores, acceso a la tierra, a la semilla, al agua, a los servicios del Gobierno que apoyen esa iniciativa.
— ¿Y quién dará el primer paso?
— El pueblo organizado. Los consumidores pueden jugar un papel muy importante, tienen que ir mas allá de que lo orgánico o agroecológico es más sano y no tiene pesticidas, tiene que reconocer que la agricultura campesina beneficia a la sociedad de otras maneras. Así como existe la función social de la tierra debemos pensar en la función social del campesinado, una serie de roles que no apreciamos. Yo, al comer estoy cometiendo un acto político y ecológico: cuando como la comida del campesino agroecológico estoy enfriando al planeta y apoyando un modelo más justo que enfrenta al cambio climático. Así se va a generando conciencia.
Perfil
Nombre: Miguel Altieri
Profesión: Agrónomo
Cargo: Presidente de la Sociedad Latinoamericana de Agroecología
Impulsor de la agroecología
Nació en Chile. Estudió Agronomía en su país y obtuvo su PhD en Entomología en la Universidad de Florida (1979), además es profesor de Agroecología de la Universidad de California, Berkeley. Como investigador tiene unas 200 publicaciones, entre ellas están Agroecología. Bases científicas para una agricultura sustentable y Biodiversidad y manejo de plagas en los agroecosistemas. Su trabajo promueve la Agroecología como una disciplina que desarrolla los principios ecológicos básicos para estudiar, diseñar y manejar agroecosistemas sustentables.Participa en programas de trabajo con la Red de Trabajo para la Agricultura Sustentable del PNUD y varias redes de ONG.
Fuente: La Razón
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