"No quiero ni ir a mirar el huerto", comentaba ayer un vecino de Gallur, sentado a la orilla del Ebro. Las patatas sin duda se han podrido, y "como no baje", no podrá plantar. A su lado, Juan José Pérez asiente: "Tengo 75 años y no había visto nunca esto tan alto durante tantos días", afirma categórico. Ayer, el río había bajado "unos 60 centímetros", aseguraban, pero aún así impresionaba ver el nivel.
Otro vecino, que prefería no dar su nombre, paseaba por el puente cercano con su nieta, barbacoas anegadas a un lado y campo de fútbol convertido en cancha de waterpolo al otro. "¿Que cómo está el pueblo. El pueblo está hasta el gorro", respondía. "Tal y como está el río, se mea un gato aguas arriba y se sale de caja". El vecino de Gallur, como tantos otros, no alcanza a comprender por qué hay tantos reparos a la hora de limpiar el cauce. "Prohíben sacar grava, prohíben sacar madera, antes se hacía y no se llenaba tanto, y con más agua. Y no pasaba nada", asegura.
Motas
Un sentimiento que compartía una vecina de Boquiñeni, que también prefería el anonimato. "No sé por qué, les importan los pájaros más que las personas. Ayer daba miedo ver la mota, salía el agua como un grifo", afirmaba, señalando la orilla. "Si se rompe, nos tendremos que ir todos del pueblo. Si no dejan limpiar, tendríamos que ir los vecinos de todos los pueblos y hacerlo nosotros, y si quieren que nos lleven a la cárcel a todos", animaba, con cierta vena radical.
En Pradilla, la situación no era mucho mejor. El peligro que parecía llevar la última crecida ha pasado, pero los vecinos aún miran con recelo al Ebro. Cristóbal Carcas, junto a otro campo de fútbol inundado, miraba la orilla y pensaba en su trigo. "He cambiado lo que he podido arriba, en otro campo en lo alto del pueblo, allí no lo enganchará", explicaba. Pero lo que tenía en el huerto ya no tiene salvación. "Menos mal que no le eché el mineral (sulfato)", comentaba con un vecino. "Se te hubiera ido todo", coincidía este.
Cristóbal coincidía con su vecino de Gallur en que no recordaba una crecida tan prolongada. "Otras veces ha venido mucha más agua, hace años, pero venía y se iba. Esta está menguando, pero muy despacio", analizaba. Ayer alcanzaba unos seis metros, según la medida de una caseta en la orilla.
Los vecinos podrían tener cierta esperanza, según expuso el secretario general de UAGA, José Manuel Penella. El sindicato había pensado pedir a Europa que modificaran la ley para permitir limpiar el río, pero en recientes reuniones con colectivos ecologistas y con la propia CHE, parece que hay avances en el permiso para mover gravas a la orilla, si no retirarlas. Y requeriría menos burocracia.
fuente elperiodicodearagon
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