La crisis ha llegado a las neveras de los hogares castellanos y leoneses para conformar una dieta, en general, menos equilibrada y más preocupada por el bolsillo que por la calidad. En las casas empiezan a faltar, por ejemplo, vitaminas antioxidantes, que se encuentran principalmente en la fruta, cuya menor relevancia en la comida preocupa a los expertos al no alcanzar la recomendación de cinco piezas diarias.
Los castellanos y leoneses gastan al año 188 euros menos por persona en alimentación que hace un lustro. Un estudio del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente determina que los habitantes de la Comunidad dedicaron el año pasado 1.565,48 euros per cápita a su alimentación, lo que significa un 10,7 por ciento menos que en 2008, primer ejercicio completo de la crisis. Ello se traduce en un 6,11 por ciento menos de kilos de comida (706,89 por habitante y año), lo que también podría repercutir en la agricultura y ganadería, por el menor consumo.
Cae el consumo de pescado, carne de vacuno, ternera y cerdo, y crece la de pollo, que es más barata. Asimismo, desciende la compra de hortalizas y fruta y se mantienen las legumbres y los huevos, muy socorridos, mientras aumentan los platos preparados, si bien en este punto los expertos consideran que, más que la crisis, lo que afecta es el cambio de los hábitos de vida, sobre todo, en las grandes ciudades. Por cierto, que estos mismos especialistas rechazan que toda la comida preparada pueda englobarse en la denominada 'comida basura', sino que, como en todos los aspectos, los hay de mayor y menor calidad.
En todo caso, la región puede presumir de comer más cantidad que la media española y, por consiguiente, más gasto. En el conjunto del país, el cómputo fue de 1.468,11 euros, un 7,8 por ciento menos que el año anterior y en torno a 100 euros por debajo de la Comunidad, para el consumo de 661,63 kilogramos de alimentos por persona en los doce meses de 2012, un 4,4 por ciento menos y unos 45 kilos menos que los habitantes de Castilla y León.
El delegado de la Unión de Consumidores en Salamanca, José Antonio Galante, achaca este descenso directamente a la crisis, pero también a la reducción de la población. A ello añade que los hábitos alimenticios se han modificado desde el inicio de la situación económica y ahora se compran más marcas blancas, que son más baratas.
¿Ahorro u otras inversiones?
En resumen, podría decirse que la crisis provoca la reducción de productos alimenticios caros, al menos entre las clases medias y bajas, y que esa caída del gasto está relacionada con el hecho de que la situación económica y el desempleo en las familias llevan al ahorro forzado que desafortunadamente empieza con un perjuicio sobre una correcta alimentación.
Así lo asegura el catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Valladolid, Tomás Girbés, quien cree que “sería interesante” conocer a dónde se dirigen esos 188 euros menos, “si es a bienes de equipo u otras inversiones o directamente se ahorra”, acción motivada por la crisis, ya que “la gente desconoce qué sucederá en un futuro”.
Girbés admite que su principal preocupación es la menor aportación de frutas y verduras a la dieta regional, cuyo gasto en la Comunidad descendió un importante 13,5 por ciento, hasta los 153,54 euros por persona y año.
Este problema choca frontalmente, a su juicio, con las iniciativas del Ministerio de Sanidad que recomiendan su consumo abundante. “Creo que los tímidos esfuerzos de las políticas desarrolladas por la Administración para arraigar buenos hábitos alimentarios que no se resientan por los vaivenes de la crisis económica se muestran inefectivos”, afirma en declaraciones a Ical.
Este tipo de productos, añade Girbés, son ricos en vitaminas y fibra. Sostiene que la razón de este descenso puede estar relacionado con el aumento de precio “tan exagerado que experimentan estos productos desde el productor al consumidor”. Desde el punto de vista nutricional, esta reducción de frutas incide particularmente en la ingesta de vitaminas antioxidantes (C y E), ácido fólico y fenoles antioxidantes (especialmente polifenoles), “substancias de las que se han demostrado propiedades protectoras frente al estrés oxidativo del metabolismo y la resistencia a enfermedades invernales repetitivas como los resfriados”.
Respecto al descenso del consumo de fruta, Galante manifiesta a Ical que está muy ligado a los precios y pone como ejemplo la venta de cerezas el año pasado, cuando por una escasa cosecha estuvieron “prohibitivas”. Igualmente, la sociedad come más fresas porque las regalan en muchos comercios como producto reclamo.
Menos carne y pescado
Otro hecho llamativo es la disminución del consumo de carne y pescado, que revela una reducción en la cantidad y calidad de la proteína ingerida. Los castellanos y leoneses gastaron un 13,5 por ciento menos en pescado en 2012 (134,58 euros por persona durante el año), que se tradujo en 20,77 kilos (-12,9 por ciento). El descenso es ligeramente inferior, del 12,9 por ciento en el gasto, si se tiene en cuenta todo tipo de pesca (230,83 euros).
Mención aparte merece la carne, cuyo consumo baja un 9,4 por ciento (63,25 kilos anuales por persona) y el gasto medio lo hace en un 13,8 (63,41 euros). Sus distintos tipos demuestran una clara evolución y repercusión de la crisis en la sociedad de Castilla y León, habituada a una alimentación basada en este producto por su vinculación con el territorio.
En este sentido, es relevante la caída de las más caras, como puede ser la de vacuno, cuyo gasto disminuye casi un 20 por ciento, hasta los 82,63 euros per cápita, y específicamente la de ternera, muy valorada en los mercados, y que en 2012 sufrió una caída del 20,2 por ciento (63,11 euros). También descendió el gasto en carne de cerdo, un 23,7 por ciento (78,57 euros), y la transformada (salchichas, embutidos y charcutería), que lo hizo un 8,9 (98,91 euros al año por persona).
Sin embargo, subió el consumo y el gasto de carne más barata, como la de pollo. Así, la cantidad ascendió un 6,9 por ciento (15,92 kilos), motivo por el que los castellanos y leoneses dedicaron un 1,61 por ciento más de su dinero, hasta los 60,35 euros pér cápita.
Girbés achaca estos cambios en la alimentación de carne a la subida continuada de los precios de los últimos años y la aparición “brusca” de la crisis económica en los últimos cuatro ejercicios. En el mismo sentido lo argumenta el representante de UCE, quien recuerda que históricamente el pollo ha sido un producto de recurso, “inflacionista en momentos determinados y al alza en otros, pero siempre con un buen precio, y la gente los consume por los numerosos guisos que posibilita en la cocina”.
No obstante, remarca que se mantiene el consumo de huevos, producto al que se destina sólo un 1,1 por ciento menos (21,52 euros), “que contienen proteína de excelente calidad”, pero que poseen “mucho colesterol”, por lo que considera que “no se puede suplir la reducción del consumo de carne y pescado con un mayor consumo de huevos”.
Por todo ello, cree que los responsables administrativos “deberían estudiar cómo combinar la vitamina vegetal y la animal”. “En un país rico, la carne no hubiera bajado por el precio. Otra cosa es la crisis y otra los hábitos de vida”, espetó el especialista.
Legumbres, mejor en la dieta
El caso de las legumbres es particular en la dieta española, y más en la de Castilla y León. Señala el catedrático que forman parte del “bagaje alimentario histórico”, por lo que no es de extrañar que el consumo se mantenga estable en estos cinco años a pesar de la crisis, con 5,87 euros por persona en 2012 y 3,3 kilos, que suponen un 12 por ciento más.
Al contrario que alubias, garbanzos o lentejas, las hortalizas sufrieron un descenso en el consumo, con un 11,5 por ciento en la cantidad (61,61 euros por persona) y un 12,5 por ciento menos en el gasto (96,61 euros). Sorprende el caso de las patatas, un producto muy recurrido en la alimentación nacional y regional, con un coste barato para el usuario, y que bajó un 13,7 por ciento en consumo (25,57 kilos per cápita) y un 13,3 por ciento en gasto (17,02 euros).
¿Nuevos hábitos?
Tomás Girbés hace un análisis especial sobre el efecto de los platos preparados, “particularmente interesante” porque no se trata sólo de la comida rápida típica (pizzas y hamburguesas), sino de la aparición de platos tradicionales de la gastronomía que prácticamente están ya cocinados o precocinados, lo que reduce notablemente la dedicación a la cocina.
Estos productos aumentaron un 16,1 por ciento su consumo (10,45 kilos por persona) respecto a 2008, y un 17,1 por ciento el gasto (hasta los 40,21 euros), lo que revela la importante cuota que han adquirido en la dieta de la Comunidad.
El catedrático explica a Ical que faltan estudios sistemáticos sobre la calidad final de este tipo de platos de consumo diferido, en relación con los de la cocina inmediata, elaborados tanto en restauración como en casa.
Galante cree que, desde el inicio de la crisis, la población busca el comercio más barato. “Es curioso, porque los productos envasados se venden más en el súper y, lo fresco, en la tienda de barrio”, comenta. Para explicar este cambio, recuerda que las grandes superficies ofrecen productos en bandejas que “te obligan a comprar cantidad mayor de la que necesitas, mientras que en la tienda de barrio adquieres 400 gramos y no tienes porque llevarte un kilo”.
fuente laopiniondezamora
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