“Las medidas que durante décadas se han puesto en práctica en la forma de gestionar la tierra, no han conducido al necesario aumento de la producción”.
A pesar de lo eufemístico de esas declaraciones del así llamado jefe de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo, en la reciente reunión del Consejo de Ministros Ampliado, existe una realidad aplastante e incontrovertible: las cosas no funcionan.
Los apologistas de la dictadura saltarán de inmediato a decir que la actualización del modelo, que los lineamientos del Congreso, que los indicadores de la ONU, que el hambre en el tercer mundo, que bla, bla, bla, y todo lo que se les ocurra (o les ordenen) decir, y aunque no tenga nada que ver con el tema, dirán que quienes señalamos que la producción agropecuaria cubana no prospera somos plattistas, mercenarios, de la mafia de Miami, o la palabrita que haya puesto de moda el Departamento de Orientación Revolucionaria para atacar a quienes no nos mareamos con la propaganda del castrismo.
Nada de eso, sin embargo, permite desconocer la aplastante realidad, informada por el burócrata a cargo de la “implementación y desarrollo”: a pesar de que el Estado cubano posee el 80 % de la tierra del país, el 70,5 % del área agrícola total está asignado a productores privados (dueños de tierras o usufructuarios) y cooperativistas.
Aunque el régimen y sus voceros son incapaces de reconocerlo, las cifras anteriores, mencionadas por el Gobierno cubano, demuestran lo que no pueden esconder ni el lenguaje sibilino de la prensa oficial cubana ni las declaraciones demagógicas de sus “líderes”: los productores privados y cooperativos son infinitamente más efectivos y eficientes que los productores estatales, y estos últimos solamente se especializan en la producción de marabú.
Esa superioridad aplastante de los productores privados y cooperativistas por sobre los estatales, se ha producido a pesar de que las relaciones entre ambos tipos de producción en la Cuba de los hermanos Castro, siempre, han privilegiado con la parte del león a los estatales, que reciben lo mayor y lo mejor de los recursos disponibles, insumos, y acceso a suministros y créditos, en un empeño absurdo, e inútil, de “demostrar” la supuesta superioridad de las relaciones de producción socialistas sobre las “decadentes” de la propiedad privada y la economía de mercado.
Por eso ahora no ha quedado más remedio que descubrir el agua tibia y tener que aceptar que “se requiere rectificar las distorsiones que han afectado los resultados económicos”, por lo que “urge poner en igualdad de condiciones a todos los productores, liberar las fuerzas productivas y propiciar su eficiencia”.
Cantinfleo de primera clase. Podría haberse dicho de forma mucho más sencilla: hay que revertir el desastre y dejar de querer destruir a los productores privados y cooperativistas para después decir que la agricultura socialista es superior.
Sin embargo, fiel a la tradición de no llamar las cosas por su nombre y de distorsionar la información con el objetivo (inútil) de que no se pueda conocer la realidad, el periódico Granma ofrece esta perla de transparencia informativa y claridad expositiva:
“Una de las principales causas de los problemas que actualmente se afrontan, es que ha prevalecido el método de asignación de recursos a través de paquetes tecnológicos para las producciones de interés estatal, mientras que al resto no siempre se le aseguran ni en tiempo ni en cantidad. Se entregan insumos sin tener en cuenta la capacidad financiera y la eficiencia de los productores, a quienes tampoco se les ha garantizado la venta de medicamentos de uso veterinario”.
Traducción: En vez de dejar que el mercado se encargue de la asignación de recursos a los productores de acuerdo a sus resultados, en la agricultura “socialista” cubana siempre se ha pretendido realizar esas funciones a través de burócratas gubernamentales y una supuesta planificación que no lo es, lo que continuamente provoca escasez de productos alimenticios, pérdida de cosechas, desorganización, resultados financieros desastrosos, abusos, obligación de importar alimentos que podrían producirse en Cuba, y muchas otras distorsiones productivas, tecnológicas, económicas y sociales.
Sin embargo, no hay que preocuparse demasiado: Papá-Estado ya comienza a atender tales problemas. Así lo dice la prensa oficialista cubana:
“Para solucionar estas y otras deficiencias, la política certificada por el Consejo de Ministros propone pasar gradualmente de la asignación administrativa de insumos y equipamientos a métodos económicos, que den acceso directo al mercado mayorista y minorista. Esta comercialización se realizará a precios sin subsidios y de forma liberada”.
Bueno, bueno: después de décadas sin obtener los resultados que se pretendían, ahora los grandes burócratas del régimen proponen “pasar gradualmente” de las asignaciones burocráticas de recursos a “métodos económicos”.
Descubriendo el Mediterráneo. Inventando la bicicleta. Si necesitaron décadas y décadas para reconocer que lo que pretendían no funcionaba, ¿cuántas más harán falta para “pasar gradualmente” a otros métodos, implementarlos, y obtener resultados aceptables?
No pueden caber dudas: la agricultura cubana avanza continuamente: como el cangrejo.
fuente cuabencuentro
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