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Hace unas semanas tuve una reunión en Hanoi (Vietnam) con la representante de una empresa holandesa que compra materias primas en distintos países de Asia. Ella me comentó sobre la forma en que el cambio climático está afectando a algunos cultivos de café y arroz en Vietnam. De hecho muchos agricultores se encontraban sorprendidos porque su intuición y conocimiento empírico sobre el clima estaban siendo puestos a prueba, ya que en el último año habían ocurrido fenómenos inesperados, como tornados y lluvias con granizo. Ella se preguntaba cómo un intermediario de alimentos podía apoyar a los agricultores en países en desarrollo.

Está claro que los efectos del calentamiento global en la agricultura están y van a seguir afectando a las cadenas de abastecimiento de materias primas de las empresas y de la industria global de los alimentos. También es evidente que estos fenómenos están siendo actualmente analizados por las empresas agroindustriales y los intermediarios.

El incentivo económico y la búsqueda de negocios rentables sin duda pueden llevar a pensar, erróneamente, a algunas empresas que el riesgo del clima lo deben asumir totalmente los pequeños agricultores. Ello pese a que el cambio climático no solamente está mermando los ingresos de los pequeños agricultores de países en desarrollo, sino que, mucho peor, está afectando la seguridad alimentaria de familias y comunidades enteras.

La construcción de escenarios “ganar-ganar” entre el sector privado, el sector estatal y las comunidades de agricultores será una práctica continua en el mediano plazo, como mecanismo de conciliación de intereses, para asegurar cadenas de abastecimiento sostenibles de materias primas y alimentos; seguridad alimentaria para pequeños agricultores y mejores políticas públicas desde el Estado. Algunas iniciativas de este tipo pueden ser promovidas por el sector privado en trabajo conjunto con comunidades productoras de materia prima. Por ejemplo, mejorar las capacidades de adaptación y respuesta de comunidades a través de información y capacitación sobre los efectos del cambio climático. Esto, a primera vista, suena a actividad filantrópica, sin embargo, es simplemente una práctica técnica e inteligente del ser humano, orientada a prepararse y estar mejor informado para enfrentar los cambios del clima. Algo que es también inherente a las actividades empresariales, que se realizan con análisis rutinarios de riesgos en sus cadenas de abastecimiento.

Se debe introducir el factor climático en el análisis de riesgo en entidades bancarias, así como se analizan los riesgos de mercado, de precios y operativos. Resulta altamente recomendable que las entidades financieras comiencen a analizar la forma cómo sus clientes internalizan los riesgos del cambio climático, especialmente para aquellas con mayor exposición de cartera en el sector agrícola, pecuario, agroindustrial y de alimentos. Por otra parte, todas las iniciativas de asistencia técnica que permitan incrementar la productividad del pequeño productor de forma sostenible, tanto desde las empresas como del Estado, representan un mecanismo de adaptación y preparación al cambio climático. Eso sí, no recomiendo al sistema bancario ni al sistema de microfinanzas desarrollar actividades directas de asistencia técnica, ya que existen muchas lecciones aprendidas en este sentido.

La FAO desde hace dos años viene introduciendo el concepto de Agricultura Inteligente contra el Cambio Climático, que reúne una serie de herramientas e iniciativas en estos temas, y que vale la pena empezar a seguir y desarrollar.

fuente larazon

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