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AGRO20 CHILE: El agro tiene la mayor huella hídrica

Chile sufre de escasez hídrica. No sólo porque, por problemas de gestión y falta de infraestructura de almacenamiento, se pierde cerca del 80% de la que se recibe, sino porque en los últimos años la sequía ha asolado en forma a distintas zonas del país.

El pronóstico no mejora. Esto porque el mayor impacto del cambio climático en el país será que habrá menos agua, tanto por menos lluvias como el alza de la cota de acumulación de nieve entre 300 y 500 metros. Es decir, el problema hídrico sólo crecerá. En este entorno, se vuelve prioritario hacer una gestión eficiente de los recursos. Pero, para hacerlo, es clave saber cuánta agua se gasta, en qué y cómo.

Eso es lo que hace la huella hídrica (HH) -concepto introducido por Hoesktra y Hang del WaterFootprint Network-: mide cuánta agua dulce se utilizó en todas las etapas y procesos involucrados en un producto, hasta que llega a su consumidor final. Si bien la HH se suele vincular a certificaciones que informan al consumidor, también es una herramienta que puede ayudar a tomar decisiones políticas y diseñar estrategias para la seguridad hídrica y alimentaria.

“Una herramienta útil para identificar las mejoras necesarias en eficiencia y gestión del agua es la estimación de la huella hídrica”, plantea Guillermo Donoso, experto en aguas.

Saber, por ejemplo, que en Chile el agro es el que utiliza más agua de todos los sectores productivos -incluso más que el agua potable- y que su productividad está entre las más bajas, es clave para ver cómo hacer un uso más eficiente. Y, si a eso se agrega cuánto consume cada especie cultivada en el país, según la zona productiva y de cuánta agua se dispone en ese lugar, puede ser determinante en términos de las inversiones que se realicen.

Por la importancia del tema, en abril del 2011 la Fundación Botín de España financió un proyecto internacional para que entidades de Chile, Argentina, Brasil, Perú, México, Costa Rica y Colombia estimaran la huella hídrica de los sectores más importantes de las economías locales. En Chile lo concretaron los profesores Guillermo Donoso y Gabriela Franco, de Economía Agraria de la Universidad Católica.

“El trabajo más completo en todos los países se orientó al agro, ya que es el mayor consumidor. En Chile se concentró, además en la minería, el sector sanitario y una primera aproximación al energético. En el se incorporó información sobre el crecimiento económico de cada uno de los países, la legislación de agua y la disponibilidad de los recursos, además del análisis de los desafíos en términos de gestión del agua que enfrenta cada país”, explica Donoso.

Quién gasta más en Chile

La huella hídrica está compuesta por las huellas azul, verde y gris. La verde es el consumo que se satisface con la lluvia y que es retenido en el suelo como humedad; la azul es el consumo de agua superficial y subterránea. Y la gris es el agua requerida para diluir la carga de contaminantes y llevarlos nuevamente a los estándares de calidad. “Es una internalización de los costos ambientales de un proceso productivo”, explica Donoso.

El trabajo de los expertos determinó cómo eran cada una de las huellas para cada zona del país. Luego las mapearon con las estimaciones de disponibilidad hídrica para estimar áreas críticas. Ahí quedó claro que si bien las regiones de Atacama, Coquimbo, Metropolitana y Valparaíso presentan presiones importantes, las deficitarias son Atacama y Coquimbo.

El estudio mostró que, por lejos, el agro es el mayor consumidor de agua, al menos cuando se trata de uso consuntivo, es decir que no se devuelve inmediatamente. Según los cálculos realizados por los investigadores, la HH del sector silvoagropecuario alcanza a 16.734,04 MMm3 al año y es 633% mayor que la del sector industrial, que la sigue. La más baja de los usos consuntivos la tiene el sector agua potable con 1.265,67MMm3/año.

La situación se agrava si se relaciona con la productividad aparente que tiene esa agua, es decir el valor agregado generado por cada metro cúbico empleado en ese producto. Según lo calculado por los académicos de la UC, la del agro sería de US$ 0,27 por metro cúbico; en cambio la minería, que tiene una HH de 1.979,70 MMm3/año, tiene una productividad aparente de US$ 4,43/m3.

“En este escenario es muy importante desarrollar medidas para disminuir el volumen de agua utilizado en el sector silvoagropecuario. Sin embargo, la disminución en el consumo del agua se ve limitada por los requerimientos fisiológicos de las plantas”, plantean Franco y Donoso en su estudio.

Cuando son usos no consuntivos, es decir agua que se usa y se retorna al sistema, la energía, que representa el 77% del uso del agua de los sectores estudiados, tiene claramente la HH más alta de todas, con 126.057,15 y una productividad aparente de sólo US$ 0,02/m3.

Esta es la primera medición local. “Existen mediciones. Pero, por ejemplo las de la Water Foodprint Network están realizada a nivel nacional, es decir son muy amplias. En cambio las que se desarrollaron ahora sirven de patrón para que cualquier productor pueda estimar si está realizando una producción eficiente o no desde el punto de vista hídrico. Es decir, si soy un productor de maíz y calculo mi huella hídrica, puedo ver si estoy bien o mal respecto de la disponibilidad de agua o la proyección de la que habrá”, explica el académico.

Entonces, a partir de esta información, se pueden tomar decisiones públicas y privadas para hacer frente a la pluviometría que según los modelos traerá el cambio climático.

“No visualizo la huella hídrica como un sello, como es la huella de carbono. Esto porque a diferencia de la de carbono, donde una más alta per se es malo, una hídrica más alta no necesariamente es mala si tengo agua. Por ejemplo, si miro la uva de mesa y tengo una huella hídrica como productor de 400 mm3 /ha es muy distinta la implicancia a si estoy en Atacama. Es decir, al tener información del consumo de una determinada especie y de la disponibilidad de agua, puedo decidir dónde o qué planto o siembro”, dice Donoso.

Insiste en que los valores de huella hídrica no son un indicador de la severidad del impacto ambiental local del uso y contaminación del recurso hídrico, sino “que depende de la vulnerabilidad del sistema de agua local y del número de consumidores y contaminadores que usen el mismo sistema”.

El estudio también muestra que las regiones con una mayor utilización del recurso hídrico por persona son Aysén, Maule, Biobío y O’Higgins, “debido principalmente a la mayor importancia de ciertas actividades económicas con elevado consumo de agua. En el caso de las regiones de O’Higgins y el Maule, actividades como energía y agropecuaria tienen una importante participación. En la de Aysén, el sobresaliente consumo per cápita, si bien se debe al consumo de agua de actividades como el sector acuícola y el caudal ecológico, está más generada por la baja cantidad de habitantes”.

Así si bien en el sur la disponibilidad de agua es mayor, también hay un alto consumo que debiera reducirse así como mejorar la eficiencia en el uso del agua de esta zona, plantean los expertos de la UC.

“El aumento de eficiencia a nivel de productor es muy delicado, porque al aumentar la eficiencia puedo estar disminuyendo los retornos de agua y eso implica que hay menos disponible para rellenar los acuíferos. Por ejemplo, en Copiapó la agricultura aumentó la eficiencia de riego pero con ello una de las fuentes más importantes de recarga fue desapareciendo. Es decir, conocer estas huellas hídricas es clave para decisiones macrogeográficas. Aquí el tema es encontrar el equilibrio entre minimizar las pérdidas evaporativas y mantener el aporte a los acuíferos”, recalca.

Y qué pasa con el agro

Para el agro, en el estudio se estimó la huella por regiones para los principales productos agrícolas, los que se definieron en base a la participación del PIB agrícola y también a la superficie productiva. Se incluyó el 89% de la superficie agrícola entre Atacama y Los Lagos, según el Censo agropecuario 2007. Los sectores fueron la fruticultura, las viñas, los cereales, y forrajeras y dentro de ellos se elgieron los productos que daban entre un 90 a 95% de la superficie, más que el aporte económico.

En fruticultura las seleccionadas fueron uva de mesa, manzana, nectarín, ciruela, almendros, nogales y kiwi; en cereales, trigo, maíz y avena; y en forrajeras, praderas naturales mejoradas y alfalfa. Luego para cada región se basaron en estimaciones por provincia, porque necesitaban datos climáticos, de tipo de suelo y de eficiencia de riego. Parte de la información la obtuvieron de la Dirección Meteorológica y del Centro de Recursos Naturales (Ciren) y para el riego utilizaron la información del censo 2007.

“Se hace un simulador del crecimiento fisiológico de la planta, se estiman sus demandas hídricas a lo largo del año y se descarta la satisfacción proveniente de la pluviometría y así se llega a un consumo anual del agua, descompuesto entre las huellas azul, verde y gris”, explica Donoso.

Todo esto permite una medición muy específica por producto, ya que el índice determina tanto el consumo de agua como el rendimiento. “Entonces, la misma especie en zonas climáticas parecidas, puede tener consumos similares, pero la diferencia de rendimiento determina diferencias importantes en la huella hídrica (a menor rendimiento más huella hídrica)”, enfatiza el especialista.

Así, del total la HH del agro en el país, las praderas, el trigo, el maíz, la uva vinifera y el manzano son responsables del 73,6%. Y si de productos se trata, al estimar la HH en términos m3/ton, la uva vinífera, el nogal y la almendra presentan los mayores valores. El estudio determinó además cuál es la huella hídrica para cada una de estas especies, por región.

Fuente: Revista de Campo

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