Que Chile ingrese volúmenes de vino mendocino de alta gama a granel y los “nacionalice” para así exportarlos como productos de ese origen, es una puerta que abre la vitivinicultura vecina para asegurarse productos que nunca le sobran, y de a poco también a las bodegas mendocinas que, en razón de costos y trabas, tienen un camino cada vez más estrecho para vender sus productos fraccionados en el exterior, según publicó el diario Los Andes.
De hecho, el Gobierno trasandino, a través de Prochile, ya mantuvo algunas reuniones con bodegueros y operadores para interesarlos en un esquema que promete, precisamente, reducir costos y, sobre todo, acceder a mercados donde la industria chilena tiene arancel 0.
“Por lo que se sabe, el objetivo es hacer algo sustentable en el tiempo y, para eso, habrá que modificar el código arancelario”, admite el responsable financiero de una firma local que también opera una zona primaria aduanera.
El ejecutivo participó de un encuentro convocado por autoridades trasandinas con estudios jurídicos-contables de ambos países. La iniciativa no se circunscribe al vino, sino que incluye a la uva y el mosto, para elaborar en territorio trasandino y exportar con ese origen.
Si bien es novedad ahora, el esquema tuvo su germen meses atrás y cuenta con antecedentes. Años atrás hubo experiencias con la importación y venta de aceite de pepita de uva argentino. “Argentina tiene ingenio industrial y conocimiento técnico; Chile, capacidad de negociación e inserción comercial”, señaló al respecto el cónsul de Chile, Roberto Aráos.
Una vía que permite la legislación chilena es la de “encadenamiento productivo”, cuyo primer eslabón es el productor-proveedor de la materia prima o insumo necesario y el último quien documenta la exportación. “Una posibilidad que mediante una planificación fiscal previa, brinda la economía chilena para evitar las confiscaciones de otra cada vez más cerrada como la nuestra y sus restricciones al libre cambio”.
Así lo ve el abogado y asesor de empresas Gilberto León Santamaría, quien en Mendoza trabaja con una sociedad transnacional en ciernes y asegura que lo que ofrece el vecino país tienta a varios. “Chile tiene más de 30 tratados de libre comercio, al punto que en el contexto que atravesamos hay empresas que ya consideran fijar residencia afuera”.
Pero concretar la operación de exportación a partir de un producto importado “nacionalizado” exige lo que se llama un “salto de partida arancelaria”, a partir de una transformación del producto original. Andrés Pérez Díaz, experto chileno en derecho aduanero, lo ejemplifica con la uva, en cuyo caso basta que puede convertirse en mermelada, jugo o vino. Y afirma que junto a la constitución de una sociedad son las dos opciones más viables en este momento. Algo que “Chile está fomentando. Y si bien las consultas crecen, aún hay mucha desconfianza”.
Tanto desde el Consulado como desde el ente que promueve los intereses del comercio exterior trasandino trabajan por el matching (emparejamiento) entre bodegas mendocinas y trasandinas. Una acción que pretende proyectarse, para lo cual avanza un relevamiento de la matriz productiva de distintos rubros y de compatibilidades interregionales, como las de Mendoza y la V Región.
Según la encargada del Departamento Económico de Prochile en Argentina, Iris Boeninger, “lo que hacemos es potenciar las inversiones en Argentina como las argentinas en Chile. También la integración productiva. Se trata de aprovechar la capacidad instalada que hay aquí, incluso para productos con valor agregado, transformarlos y exportarlos con origen Chile hacia los mercados donde mantenemos acuerdos de libre comercio como los asiáticos. Eso incluye al jugo de uva y la uva para ser vinificada”.
El interés chileno apunta, entre otros destinos, a abastecer a China y Corea del Sur. En este último país, por caso, mientras la industria trasandina goza de arancel 0, los productos argentinos deben pagar un 45%. En definitiva, la ecuación combina calidad y producto que demanda Chile, con acceso a mercados a un menor costo, el lado flaco argentino.
Como sea, aún a riesgo de perder el agregado de valor local a algunos bodegueros no les resulta extraña la movida.
“Resulta lógico que esté ocurriendo, si se tiene en cuenta que, por momentos, quienes trabajamos exportando vino embotellado de calidad desde Argentina ni siquiera podemos ingresar insumos necesarios para sostener la comercialización de valor agregado”, desliza el bodeguero José Manuel Ortega, de O’Fournier, quien desde hace más de una década exporta desde el Valle de Uco productos fraccionados de alta gama al mundo y, como propietario de una bodega al otro lado de la cordillera, conoce cómo se comporta el mercado chileno.
Fuente: Agromeat
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