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AGRO20 BRASIL En Brasil el tomate sí tiene la culpa, pero de la inflación

El aumento de los precios se ha convertido en un dolor de cabeza para el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff, quien sustenta sus enormes índices de popularidad, cercanos al 80 por ciento, en la estabilidad de la economía, la reducción de la pobreza y el escaso desempleo en tiempos de crisis mundial.

Pero esa estabilidad ha comenzado a ser puesta en jaque por la tasa de inflación, que cerró 2012 en 5,84 por ciento y que durante los dos primeros meses de este año ha acumulado un 1,47 por ciento.

Por sectores, las mayores subidas de precios se han registrado en los alimentos, que según organismos sindicales independientes aumentaron un promedio del 10 por ciento durante 2012 y este año se mantienen en una fuerte alza, que ya llega al 6 por ciento.

Entre los productos alimenticios que más han aumentado está precisamente el tomate, cuyo precio subió un 70 por ciento desde enero pasado y llegó a situarse entre 10 y 12 reales (entre 5 y 6 dólares) por kilo.

Con el alza acumulada este año, de acuerdo a la Fundación Getulio Vargas (FGV) la variación interanual del precio del tomate ya llega al 150 por ciento, lo cual parece desmentir la "inocencia" que la antigua copla española le atribuía a esa hortaliza.

Sin embargo, el Gobierno ha explicado que la culpa no la tiene el tomate, sino unas intensas lluvias en las regiones productoras que han afectado las cosechas y elevado los precios, que fueron aún más presionados por la fuerte caída de la demanda, generada precisamente por los aumentos.

Para intentar contener la inflación en la comida, el Gobierno eliminó hace un mes los impuestos que hasta entonces se aplicaban a los productos de la canasta básica de alimentos.

La canasta básica en Brasil está formada por carne, leche, fríjol, arroz, harina, patata, pan, café, plátano, azúcar, aceite, manteca y tomate, y aunque los precios de todos esos productos han seguido al alza pese a la exoneración tributaria, este último se ha convertido en una suerte de chivo expiatorio.

La disparada de la hortaliza ha puesto rojos de rabia a muchos dueños de restaurantes especializados en comida italiana, que tienen en el tomate el ingrediente principal para sus populares salsas.

La indignación con los precios tocó algunos extremos, como el que se vio en la cantina Nello's, que funciona desde 1975 en Sao Paulo, cuyo dueño suspendió las salsas de tomate y eliminó por completo la hortaliza de su menú.

"En respeto a nuestra historia nos negamos a colaborar con el alza de precios del tomate", publicó Augusto Nello, propietario de la cantina, en su página en una red social, al anunciar que decidió "dejar de comprar esa mercancía hasta que los precios cedan".

Nello admitió que "para una cantina italiana" se trata de una "situación muy desagradable", pero instó a sus clientes a ayudarle a "combatir la especulación" y presionar por "precios más justos" con un boicot al tomate.

La decisión generó una enorme ola de solidaridad en internet, espacio en el que la hortaliza protagoniza desde protestas por la carestía de la vida hasta serias discusiones y, obvio, numerosas bromas, como la que dice que si a un artista le lanzan tomates al escenario éste deberá tomarlo como un elogio, dados los precios.

Más allá de bromas, el tomate se ha convertido en un asunto de la policía, que esta semana informó de que ha detectado pequeños contrabandos de la hortaliza en algunos puntos de las fronteras con Argentina y Paraguay, donde se consigue a menos de la mitad de precio.

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