No se sabe si la frase se corresponde, exactamente, con lo que Brasil busca o, más vale, representa lo que muchos locales sienten sobre la idea de que el vecino está ocupando los lugares que la Argentina está dejando vacante.
En este sentido, el rubro de “alimentos” es más que representativo, en parte, porque la creencia más generalizada hasta no hace mucho era que Brasil “solo” podía producir rubros tropicales (caña de azúcar, café, jugo de naranja, etc.), mientras que la Argentina, gracias a la incomparable “Pampa Húmeda”, contaba con todas las opciones, desde los ovinos australes, hasta frutos tropicales pero, especialmente, los codiciados productos de gran calidad, provenientes de las zonas templadas; trigo, leche, carne vacuna, etc. Pero la realidad hoy, con un Brasil ya convertido en el segundo exportador mundial de alimentos, y la Argentina, que hasta no hace demasiado lideraba la región, descendiendo en su participación internacional, muestra exactamente lo contrario.
La respuesta que justificaría la inversión de los roles parece asentarse especialmente en dos grandes pilares: el tecnológico y el político.
En el primer caso, los geométricos avances logrados en los últimos años, a partir de la ingeniería genética (animal y vegetal), y la química (insecticidas, herbicidas, etc.), posibilitaron incorporar a la producción áreas que hasta entonces estaban vedadas por clima, por suelo, o por malezas.
A esto se agrega, además, la nueva gama de maquinarias y técnicas de cultivo que permitieron “salvar” muchas otras restricciones.
Si bien es cierto que este elemento favoreció a ambos países, sin dudas era Brasil el que presentaba mayores problemas y, por lo tanto, fue el que capitalizó más los avances que, justamente, apuntaban a neutralizar limitantes productivas, tal es el caso de los materiales resistentes a sequía, o a ciertos insectos, como los que permiten cultivar en terrenos enmalezados (porque resisten a ciertos herbicidas), o los que posibilitan cultivos en suelos salinos.
Por eso, el otro elemento, el político, aparece como mucho más determinante a la hora de justificar las diferencias. Y en esto, “no es tanto lo que hace Brasil” sino, más vale, “lo que dejó de hacer la Argentina”…
En primer lugar, se puso a la totalidad del sector en el lugar del “adversario”, en lugar del “aliado”, y se lo subordinó totalmente, y sin análisis previo, a la “mesa de los argentinos”. De tal forma, para abaratar el precio interno de los alimentos, no sólo se fueron aumentando las retenciones en forma constante, sino que se fueron interviniendo los mercados de distintas formas, se fue restringiendo la operatoria, y provocando quitas adicionales de precios que fueron llevando a los productores a situaciones directas de quebranto por la pérdida “artificial” de la rentabilidad de distintas actividades. Porque también es necesario recordar que en la mayoría de los casos, tal situación se dio con precios extraordinarios (por lo altos) de los productos en los mercados internacionales.
Brasil, mientras tanto, no sólo consolidó la estabilidad jurídica y fiscal, sino que definió a la producción de alimentos como una política de Estado y, como tal, la priorizó a la hora de las obras de infraestructura o del respaldo crediticio.
No puede extrañar, entonces, que en muchos rubros en los que los vecinos dependían de las importaciones hayan alcanzado la autosuficiencia (ejemplo, la carne vacuna), y luego se hayan transformado en exportadores, mientras en Argentina ocurría exactamente lo contrario.
Y tal vez el del maíz sea uno de los ejemplos más emblemáticos del resultado de las políticas entre ambos países. Es que mientras Brasil arrancó con una producción en 1990 de unos 11 millones de toneladas, y la Argentina de algo menos de 8 millones, 20 años después (en 2010), los brasileños ya habían incrementado en casi 400% la producción del cereal con más de 56 millones de toneladas, mientras que la Argentina apenas había crecido 200%, a 22,6 millones de toneladas. Y la diferencia se sigue agrandando.
Sin duda, entonces, ahora el “granero del mundo” ya es Brasil… (pero por abandono).
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