Los plaguicidas usados en la Argentina fueron recientemente reclasificados por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (resolución 302/2012), de acuerdo con lo establecido por la Organización Mundial de la Salud (2009), según sea su toxicidad aguda oral y dermal.
Cada plaguicida tiene una toxicidad aguda que se mide por su dosis letal media (DL50), que expresa en miligramos por kg/ratas, la cantidad del plaguicida que causa la muerte del 50 por ciento (Tabla 2).
Se produce intoxicación aguda cuando ocurrida la penetración del plaguicida al organismo (vía oral, dérmica, inhalatoria) se manifiesta de manera inmediata y hasta las 24 horas. Por lo tanto, cuanto menor es la DL50 mayor es la toxicidad aguda del plaguicida.
La mayoría de los plaguicidas agrícolas vendidos en Argentina pertenecen a los grupos III y IV, o sea los menos peligrosos en cuanto a intoxicaciones agudas, dice March.
Observar el color de la banda en la parte inferior de la etiqueta del envase, y atender a los pictogramas y leyendas que informan sobre los cuidados a tener en cuenta es de importancia vital al momento de su uso.
No obstante, al analizar de manera integral la toxicidad de los plaguicidas, el nivel de peligro que indica esta clasificación es uno de los vértices de un sistema que trasciende la realización de un tratamiento.
A diferencia del peligro, que implica un efecto prácticamente inmediato (intoxicación aguda), los riesgos del uso de plaguicidas comprenden efectos negativos a mediano y largo plazo. “Como estos efectos sobre la salud y el ambiente no son inmediatos –son intangibles en el momento de los tratamientos–, no dimensionamos el alcance del riesgo de usar los plaguicidas. Sólo nos preocupa el peligro”, dice March en una nota publicada en La Voz del Interior.
Al aplicar frecuentemente un plaguicida se puede producir un efecto gradual/acumulativo en el organismo humano y el ambiente, cuyos resultados pueden ser enfermedades (efectos diferidos, toxicidad crónica) y degradación ambiental a mediano y largo plazo.
Una cosa es el peligro en el momento de los tratamientos (especialmente para el trabajador rural), y otra la valoración del riesgo social y ambiental que resultará de la suma de los tratamientos durante el cultivo.
Evaluar el impacto social y ambiental de los plaguicidas a través de indicadores de riesgo, implica utilizar una herramienta cuantitativa para contribuir al manejo sustentable de nuestra agricultura.
Productores, agroaplicadores, asesores fitosanitarios, funcionarios, ambientalistas, e incluso la sociedad en general, tienen cada uno su propia percepción de riesgo sobre el uso de los plaguicidas.
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