El ajo, uno de los cultivos de la columna vertebral de la chacra sanjuanina durante décadas, vive por estos días un panorama muy complejo. En la campaña 2006/2007, la mejor que se recuerde, se sembraron en la provincia 2.800 hectáreas y, año a año, esa superficie se redujo al punto que en esta campaña se cubrirán apenas 700 hectáreas. Y es más, en el departamento Calingasta, principal polo del ajo (aunque gran parte va a granel a Mendoza), estiman que se sembrarán apenas 150 o 180 hectáreas, casi la mitad que la temporada que pasó y muy lejos de las 500 ha que supo ocupar hace no mucho tiempo. Las razones de esta caída no son son muy distintas a las que se esgrimen con otros cultivos locales y tienen en la falta de competitividad y la escasez de agua a sus argumentos con mayor peso.
Los que aún apuestan por esta producción se valen de sistemas de riego que les permiten mejorar los rendimientos, pero la inversión inicial es alta. Todavía sin los datos oficiales del año 2012 y valiéndose del volumen económico que significaron las exportaciones de ajo en el 2011 (se sembraron en esa oportunidad unas 1.700 hectáreas), la provincia de San Juan recaudó por este concepto 42.046.350 millones de dólares.
En el sector ajero se habían reavivado los ánimos en la última campaña porque el precio internacional no desentonó e incluso la sanidad del bulbo fue óptima, pero el alto costo de producción casi fue a la par. La ecuación, a decir de los productores, fue "calzada’’ por un ajo calibre ‘6’, es decir de tamaño intermedio, se pagó por caja unos 28 dólares y entre la siembra, mantenimiento, cosecha y empaque (tanto mano de obra como packaging), salió del bolsillo del chacarero a 23,70 dólares. Claro que no toda la producción tiene ese tamaño, y por uno más pequeño, de un calibre ‘5’, el precio se acomodó sobre los 18 dólares, y por un calibre ‘7’, sobre los 33 dólares. En conclusión, el valor promedio rondó los 26,30 dólares, y si bien terminó siendo rentable al momento de poner sobre la mesa la relación costo-ganancia, estuvo muy lejos de lo que dejaron campañas anteriores.
"Diría que se salvaron los gastos en la temporada que terminó, pero esto es un cuello de botella que nos ahoga todos los años y que está destruyendo a un sector productivo muy importante de la provincia. Es un problema estructural: el dólar, la falta de agua, la inflación, el mercado externo, etc. Los ajeros de siempre seguimos plantando porque no sabemos hacer otra cosa y, en definitiva, es lo que conocemos’’, explicó el productor Alfredo Figueroa.
Mientras tanto, Javier García, presidente de la Cámara de Productores, Empacadores, Exportadores de Ajos y Afines, fue más allá: "Hay muchos factores que influyen en este escenario. El tema es que todo los años se cae y hay una necesidad imperiosa de barajar y dar de nuevo para que este negocio no se deprima’’, explicó el dirigente.
Fuente: Freshplaza
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