Somale, Moretto, Ezcurra y Rodríguez. Las mujeres ocupan cada vez más espacios en el sector agropecuario y cumplen diferentes roles profesionales (La Voz).
Villa María. Cada vez son más las mujeres que van marcando presencia en el sector agropecuario. La mayoría son jóvenes profesionales que, desde la tarea de asesoramiento técnico o mayor participación en las empresa familiares, se van abriendo camino en un mundo que décadas atrás era casi exclusivamente masculino. Son voces y miradas que empiezan a sentirse con mayor importancia en los campos de Argentina.
Para llevar adelante una producción rural el trabajo físico ya no es tan determinate como en el siglo pasado. El avance de la técnica y la tecnología permite enfocar las tareas en cuestiones administrativas. Maquinaria sofisticada, tareas mecanizadas y procesos a cargo de especialistas permiten que, para manejar las cuestiones rurales, haya que poner a funcionar la cabeza más que el cuerpo. Y ese es un aspecto en el que la mujer encuentra que puede ganar terreno.
Por el Día Internacional de la Mujer, La Voz del Campo reunió a cuatro profesionales de diferentes ámbitos de la producción (verQuiénes son ). Coinciden en que hay un quiebre generacional en el rol de la mujer en el trabajo de la tierra y que, a partir de la mayor profesionalización de las tareas, se contribuye a la integración del género femenino en diferentes planos de la actividad rural.
Entre colmenas. Fabiana Rodríguez, técnica agropecuaria, cuenta que se incorporó a las tareas de campo por decisión propia y por gusto. Sus bisabuelos tuvieron campo y la actividad siempre le resultó atractiva. Sin tierra propia ni capital para arrendar, buscó una alternativa que le permitiera desarrollar una ocupación ligada a la producción primaria. Y la encontró en la apicultura. “Era justo para mí, porque no necesitaba ser propietaria”, comentó.
Sus comienzos se dieron con dos enjambres que rescató de unas viviendas y comenzó a dar sus primeros pasos en el campo de una vecina, allá por 1996. No le fue mal en la elección de este trabajo ya que hoy cuenta con 330 colmenas.
Reconoce que, por ser mujer, en los primeros años la recibían como un “bicho raro” cuando llegaba a los campos a pedir permiso para instalar sus colmenas. Pero, luego, por una cuestión de carácter y con el aprendizaje que fue transitando, lo del género pasó a ser un detalle menor.
En sentido inverso a muchas mujeres, que en el campo se suman a las tareas de sus esposos, fue Fabiana quien sumó a su marido a la actividad. Se conocieron cuando ella llegó a una propiedad a pedir permiso para instalar colmenas. De tanto ir al mismo campo por las abejas, en un momento “picó” el amor y comenzaron una relación que hoy está formalizada en la pareja. “Desde que sumé a mi marido, colabora conmigo en todo y me ayuda mucho en la cosecha de las colmenas. Hoy hay menos brecha entre hombre y mujer” en las actividades de campo.
En la empresa familiar. Paola Somale es la primera mujer en tres generaciones que se sienta a la mesa de las decisiones de la empresa familiar y realiza tareas a campo. Es una ingeniera agrónoma recién recibida y a punto de casarse.
Como sus padres y abuelos, la casa estará en el campo. A diferencia de su madre y su tía, no aspira a tener una función complementaria en la empresa familiar, sino que ya es una mujer activa en la gestión agropecuaria.
Esa ruptura generacional no es algo fácil de llevar desde un comienzo. “Al principio, fue un poco difícil decirle a quien venía de generaciones anteriores que hay cosas que se pueden hacer de otro modo”, cuenta Paola.
Luego, se fue soltando un poco más e hizo oír su voz, aunque dice que todavía tiene una actitud más de escucha en los cónclaves que, hasta su llegada, eran sólo para los hombres de la familia.
Su participación comenzó con las tareas de muestreo de suelos y, en la actualidad, se dedica a la gestión de las rotaciones de cultivos y el registro de los tambos que funcionan al sur de Villa Nueva.
Esa ruptura generacional con el mandato para el género, no es azar. Incidió mucho la cantidad de mujeres que comenzaron años atrás a estudiar carreras vinculadas a la agronomía, la lechería o la veterinaria.
En la sede del Inta Villa María, donde el plantel está integrado mayoritariamente por mujeres, recordaron que la participación femenina en la matrícula de las carreras de Agronomía era un 10 por ciento tres décadas atrás. En la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba estiman que hoy la participación ronda el 37 por ciento.
En el tambo. La incorporación de Mónica Moretto al sector viene de familia. Hija de un industrial lácteo de la zona, su acercamiento se dio en tareas de coordinación en Pylacor, entidad que agrupa a las pymes lácteas cordobesas. En 2007, ingresó a la agencia de extensión rural de Villa María como ingeniera en el área de Lechería. Mantiene contacto con los tambos de la región, acompañando a los productores más pequeños. “No es fácil el lugar para la mujer en el tambo. Falta presencia en la toma de decisiones, salvo en aquellos que quedan por herencia en manos de una mujer. Pero se ve que cada vez están más incorporada a la gestión y hay una apertura distinta hacia tener en cuenta su opinión”, observa.
Ruralismo “social”. Desde una profesión no estrictamente agropecuaria, Luciana Ezcurra empezó a tomar contacto con las tareas de la tierra desde su ingreso al Pro Huerta como trabajadora social. Su vínculo es con las escuelas rurales, campos y barrios en los que se conforman grupos de cultivo. “Es un ambiente en el que la mujer está más presente”, dice. Existe una participación inicial del hombre en la labranza de la tierra, pero la mujer predomina en el resto del proceso.
“La salida de la mujer al campo hace también que se reordenen las tareas dentro de la casa familiar. Roles que antes le eran exclusivos, también se comparten con el hombre en lo que tiene que ver con la atención de los hijos y las comidas”, agrega, como ejemplo.
Tranqueras afuera, la mujer tiene su protagonismo en el pago de cuentas, gestiones bancarias y compra de insumos. “Nos toca siempre a nosotras”, se queja en parte Fabiana quien, entre risas, pone en duda si es por un reconocimiento hacia la capacidad de la mujer o “por comodidad” del hombre.
Mónica observa que existe una necesidad de que las mujeres se sigan incorporando y se abran nuevos caminos en el sector. “Tienen otra visión, otra mirada”, señala. Según puede verlo a diario, esta demanda se advierte sobre todo en los tambos, que se están enfocando mucho más en la gestión de los recursos humanos.
Ve en esto una puerta que se abre ante la realidad de las empresas familiares que van creciendo e incorporando gente, y muchas veces se desbordan por un mal manejo del personal. “Al hombre a veces le falta tacto, en cambio, la mujer tiene calidad para el manejo. Es un lugar que puede conquistar dentro de la empresa familiar y un buen desafío por su condición”.
Quiénes son
Mónica Moretto, ingeniera agrónoma. Viene de familia de industriales lecheros y trabaja en el área de Lechería del Inta Villa María coordinando tambos, especialmente, de pequeños productores.
Paola Somale, ingeniera agrónoma. 3ª generación de productores y primera mujer en su familia en participar activamente en la gestión de la empresa agropecuaria. Vive en el campo, al sur de Villa Nueva.
Fabiana Rodríguez, técnica agropecuaria. Se dedica a la apicultura desde 1996, con más de 300 colmenas en la zona de Villa María. Incorporó a su esposo a la actividad.
Luciana Ezcurra, licenciada en Trabajo Social. Integra el programa ProHuerta del Inta Villa María, coordinando grupos en barrios y huertas en escuelas rurales.
Fuente: Lavoz.com.ar
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