No es 2013 un buen año para los productores de kiwi de la Región. La cosecha, que terminó a fines de marzo y principios de abril no fue la esperada así como tampoco la calidad del producto, con un tamaño más pequeño que en años anteriores, según afirmaron quienes no dudan en atribuir esta merma productiva a factores climáticos que durante la siembra y el crecimiento de las plantas afectaron al Gran La Plata.
Para dar una perspectiva de lo que sucedió este año con la cosecha del denominado “oro verde” de fines de la década del ´80 -cuando los productores locales siendo precursores en el país apostaron a producir este fruto con enormes propiedades nutritivas- vale decir que cada hectárea de las quintas de un establecimiento de Villa Garibaldi, aportan a producción plena 20 kilos de kiwis, “pero este año llegamos solamente al 55% o en algunos casos menos de ese valor”, señaló el ingeniero Carlos Didomenicantonio, dedicado desde 1989 al cultivo del fruto, con cinco hectáreas ubicadas en 658 y 1.
En otro establecimiento de la zona de Etcheverry con más de diez hectáreas de parras de kiwis también acusaron el impacto de la baja cosecha: “en nuestro caso llegamos a sacar hasta 25 y 30 kilos por hectárea, pero ahora estuvimos en poco más de la mitad de eso. Realmente no fue un buen año y eso tiene que ver con el clima”, indicaron los productores consultados.
El clima
La cosecha de kiwi es una sola al año y se da, como se mencionó, a fines de marzo y principios de abril. Didomenicantonio no dudó en atribuir al clima a la merma de producción y no solo eso: “el tamaño de los frutos es más chico, el año pasado llegaban a un promedio de 113 gramos cada uno mientras ahora están en 98 gramos”, subrayó.
Respecto al clima, el productor local precisó que “el invierno pasado llovió mucho justo en el momento en que la planta no tiene hoja y por eso no podía sacar el agua de las raíces, después hubo época de sequía muy fuerte, nunca se estabilizó el clima y eso perjudicó indudablemente a toda la plantación y, por ende, a la cosecha”.
Los quinteros coincidieron en que “el calentamiento global es un fenómeno que sin duda nos está afectando”, y sostuvieron que “tampoco el precio es el ideal ya que se está vendiendo entre $3,50 y $4,50 aproximadamente (precio cosechado), o sea al mismo valor que el año pasado pero con costos de producción que acusaron el impacto inflacionario. Entonces, la rentabilidad es menor”. Según se pudo constatar, en las verdulerías de la Ciudad el kilo de este fruto llega al consumidor final a $15, o quizás un poco más.
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