El modelo sojero que tanto aportó a la Argentina en la última década está crujiendo. Los altos precios y la fuerte demanda internacional ya no bastan como sostén de un negocio en el que quien produce es el que menos dinero gana, mientras que el grueso de la renta se la llevan -como le gusta decir al chacarero- sus dos “socios bobos”: un Estado que embolsa 35% de retenciones y los dueños de los campos, que reciben otro 28%. Por eso, se preanuncian ajustes.
Néstor Roulet, ex vicepresidente de CRA, hizo números para poner en evidencia la situación de desventaja con la que corre el “arrendatario”, quien hace agricultura en campos alquilados. Está sistema abarca al menos un 60% del área sembrada con soja. Según Roulet, si ese productor obtiene 3 toneladas de soja por hectárea (cerca del promedio nacional), su cosecha valdrá 1.560 dólares por hectárea (520 dólares por tonelada). Pero al final del camino cobrará apenas 33,77 dólares, poco más del 2% de todo el dinero en juego.
¿Qué pasa en el camino? Pues el Estado se lleva de entrada 35% de la torta por retenciones, y además otro 1,8% en otros tributos, como Ingresos Brutos. Luego son todos costos: los directos (insumos, labores, seguros) demandan 18,5%; los indirectos (flete, venta, acopio) casi 14%; y el arrendamiento del campo implica un 28% al propietario.
“Al que invierte 736,81 dólares por hectárea (costo directo más alquiler) solo le quedan 33 dólares.
Es decir que obtiene una renta de 4,6% con todo el riesgo que implica”, finalizó Roulet. Aunque se trata de un caso teórico, refleja bien el efecto “huida” que vive el negocio. Las empresas que antes se disputaban campos con uñas y dientes, ahora escapan de esos contratos.
El mejor ejemplo lo dio El Tejar, que llegó a sembrar 600.000 hectáreas, casi todo bajo alquiler. Fuentes de la firma dijeron que la próxima campaña limitarán su acción a campos propios y a muy pocos bajo arrendamientos.
“Muchos pooles se han reconvertido. El rinde de indiferencia es tan alto que hay muchos campos que no son rentables”, señaló Roberto Frenkel Santillán, de la Cámara de Inmobiliarias Rurales. Para el experto está claro que los que llevarán las de perder son los dueños de los campos, ya que el Estado no aceptará reducir las retenciones. “En la zona núcleo habrá bajas del 20% (en los alquileres) y en las zonas marginales de 30%”, afirmó.
Otros analistas avalaron una fuerte corrección del arrendamiento, que según la calidad del campo puede variar de 8 a 18 quintales por hectárea. Pablo Adreani, de Agripac, advirtió: “El que arrienda y no hace el ajuste es aquel que mas rápido se fundirá”. El corredor Javier Buján agregó: “Hace meses vengo diciendo que no se puede seguir pagando alquileres equivalentes a 50% de la producción ”.
Santiago del Solar, de AACREA, opinó que ”las puntas entre oferta y demanda estarán más distanciadas que lo habitual, hasta que surja un nuevo equilibrio en los valores”. Añadió que la fuga será más evidente en los grandes pooles, pues “el productor local que conoce su zona tiene una baja estructura y es muy sólido”.
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