Desde niños observamos lo que nos rodea, imitamos y, con ello, aprendemos. Esta es la base de la teoría del aprendizaje social del psicólogo Albert Bandura. Pero, ¿Qué pasaría si en lugar de imitar a los pares, lo hiciéramos con la naturaleza? Así surgió el concepto de bioimetismo, un nuevo campo científico en el que trabajan organismos como el INTA.
Los ingeniosos mecanismos de la naturaleza atrajeron, desde épocas remotas, la atención de los creativos y científicos. Entre los más recordados están Leonardo Da Vinci con su estudio del vuelo de los pájaros y la creación del Ornitóptero, y los hermanos Wright con sus prototipos de máquinas voladoras.
Hoy, la ciencia contemporánea continúa con este legado. En el INTA se destaca el trabajo de Eduardo Favret, un investigador del Instituto de Suelos que estudia las propiedades funcionales de los sistemas biológicos para el desarrollo de nuevas tecnologías.
“Analizamos las estructuras microscópicas, mecanismos y reacciones químicas de diversas especies para poder trasladar estos conocimientos al desarrollo de soluciones e innovaciones tecnológicas”, explicó Favret y aseguró: “Los problemas que nosotros enfrentamos, la naturaleza ya los resolvió, por eso es nuestra fuente de inspiración”.
Para Favret es más importante el mejoramiento de los procesos que la evolución de nuevas tecnologías. “La naturaleza opera sin producir desperdicios. Es hacia allí donde debemos dirigir nuestros esfuerzos, emular al mundo natural, un sistema autocontenido que no afecte al medio ambiente”.
En 1982, Wilhelm Barthlott de la Universidad de Bonn -Alemania-, descubrió que la hoja de loto se autolimpia naturalmente debido a su superficie hidrófuga.
Ser o parecer
Autolimpiantes, camuflados y antiadherentes. Estas son algunas de las propiedades que el INTA busca imitar de la naturaleza para desarrollar tecnología en el campo de la ciencia de los materiales y la ingeniería.
Basados en un estudio del Instituto de Botánica de la Universidad de Bonn, Alemania, los técnicos del Centro de Investigaciones en Recursos Naturales del INTA buscan trasladar a la industria automotriz o textil las propiedades autolimpiantes de las hojas de la planta de loto y del taro. “Analizamos sus aspectos químicos y topográficos para determinar cómo sus hojas son capaces de repeler el agua y, al deslizarse, arrastrar con ella la suciedad”, explicó Favret.
Asimismo, junto a los Institutos de Genética y Microbiología y Zoología Agrícola del INTA Castelar, investigan la topografía de las hojas de trigo en el desarrollo de la enfermedad de la roya para diseñar un elemento antifúngico que confunda al patógeno y éste no lo detecte.
Por último, en conjunto con los técnicos del Instituto de Ingeniería Rural del INTA Castelar y la Universidad Tecnológica Nacional, se intenta imitar la propiedad antiadherente de los animales que se trasladan en la tierra para aplicarlos en la maquinaria agrícola. Para, así, disminuir el consumo de energía y aumentar la calidad de trabajo.
Fuente: Prensa INTA
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