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El sector agropecuario será el responsable de que las exportaciones de Uruguay marquen un nuevo récord este año, pero frenando en tasa de crecimiento, y en realidad, si se excluye de las ventas al exterior a la dupla soja/trigo, las ventas ya habrían ingresado en un descenso que no puede sorprender en base a un marco de competitividad que es cada vez más arduo.

Por un lado está el diferencial entre la inflación y el dólar. La moneda estadounidense ha vuelto a ser usada como el remedio para una inflación que tiene otros orígenes.

El dólar en baja es uno de los factores, pero no el único. De todos modos, el desfasaje entre el dólar en Uruguay y en Brasil es una novedad. En los últimos años Uruguay siguió al pie de la letra las marchas y contramarchas de Brasil, porque cuando no lo hizo los resultados fueron desastrosos.

Sin embargo, en los últimos tres meses ambas cotizaciones han comenzado a divergir, tanto por una suba del dólar en Brasil como por una baja de la moneda estadounidense en Uruguay. De modo que para los exportadores brasileños el viento se ha puesto a favor.

En el sector agropecuario los síntomas de que el dinamismo empieza a estar amenazado son variados. En los datos acumulados todo parece seguir razonablemente bien. Las exportaciones volverán a crecer en 2012 y serán récord: US$ 8.600 millones.

Es más. Es factible que el año próximo con la entrada en funciones de la planta de Montes del Plata se logre pasar los US$ 9.000 millones.

Pero lo que sucede es que por fuera del tándem trigo/soja y de la forestación, persistir en el crecimiento se hace cada vez más arduo.

Los sectores que más uso hacen de mano de obra y que más apuestan a agregar valor se han estancado. El área de arroz es menor a la del año pasado, porque la diversificación de áreas con soja tiene plena lógica ante la baja de competitividad.

Los arroceros son un caso central para analizar la situación de competitividad. Producen a niveles récord de rendimiento, venden a los precios mayores del mundo en base a la segregación por calidades y variedades. Aún así, los arroceros negocian un fideicomiso para socorrer a los productores que están más agobiados por costos en ascenso y márgenes cada vez más exiguos.

Como es habitual cuando las condiciones climáticas son normales, cuentan con cultivos que están excelentes y aún así dependen de lo que suceda en Brasil. Como en tantos otros sectores de la economía uruguaya, ante los problemas de competitividad el alto precio del cereal en Brasil significaba un resguardo que parecía seguro. El precio del arroz estaba en US$ 19,40 por bolsa del otro lado de la frontera y un precio de esa magnitud podía generar una expectativa de US$ 15 para el arroz uruguayo.

Pero la suba del precio de Brasil no se sostuvo. El mercado sigue en buenos valores, pero una baja leve de 5% en reales en el precio del país vecino se convierte en un descenso de 10% en dólares. Y si Brasil no sostiene los precios todo se complica. Uruguay exporta a mercados muy diversos. Pero dados los altísimos costos de transporte y logística, si el arroz tiene que trasladarse desde las zonas productoras al puerto de Montevideo, los márgenes se quedan por el camino. No es solo el fortalecimiento de la moneda lo que complica. El costo de la energía es más alto que en los países vecinos y eso cuando hay que transportar a distancias importantes tiene un peso decisivo.

Habitualmente el precio del arroz se movía en el entorno de los US$ 10 por bolsa  y el sector era pujante. Los US$ 12 fueron un precio muy bueno cinco años atrás. Pero actualmente si las cotizaciones se mantuvieran en ese parámetro el sector quedaría en una situación muy vulnerable.

La industria lechera no apuesta a avanzar en exportaciones mucho más allá de la leche en polvo. Y los precios y la producción han entrado en una zona de estabilidad. Las compras de Venezuela sostienen los precios de los quesos. Pero no puede esperarse un precio internacional mucho más alto del actual, de hecho los remates de esta semana empezaron a mostrar el agotamiento de la suba que predominó en los últimos tres meses. La sequía de Estados Unidos que levantó los precios del maíz tiene un efecto de sostén, pero esa ayuda tiene un límite.

Las complicaciones también están presentes en el sector ganadero. La trazabilidad y el muy buen trabajo de marketing que se hace desde las empresas y el Instituto Nacional de Carnes han permitido que Uruguay disponga de un precio mucho mayor al de los países de la región.

Pero la competencia por precios es dura. Las exportaciones a Rusia (el principal mercado de los últimos años) fueron la mitad en noviembre de este año que en el mismo mes del año anterior.

La demanda por terneros se ha vuelto sumamente cauta y los precios han bajado marcadamente en los últimos tres meses. Y nuevamente esa baja, que ya es importante en los precios corrientes, lo es más en pesos. Y lo es más aún en términos reales con una inflación que por segundo mes consecutivo resiste por encima del 9% anual.

Churrascos y pucheros

Es cierto, la ganadería ha construido esa competitividad que tanto reclaman los economistas, capaz de resistir los vaivenes del tipo de cambio. Pero si la presión sigue en el próximo otoño muchas vacas preñadas irán a parar a los frigoríficos porque ante márgenes exiguos y un futuro incierto, más vale realizar una ganancia que esperar a los potenciales beneficios del largo plazo.

Y así la primera parición cercana a los tres millones de terneros que debe llegar en la próxima primavera puede terminar convertida en churrascos y pucheros.

Algo similar sucede con los ovinos. Los precios eran récord el año pasado, pero la fiesta ha terminado. La cotización de los corderos es la que más ha sufrido los impactos de la crisis europea.     Con una caída en el año de más de 20% en el precio de los corderos y de 18% en los últimos cuatro meses para los terneros, las dudas emergen.

También es cierto que la agricultura de secano mantendrá su dinamismo.

 Pero como la soja es la herramienta casi exclusiva que sostiene el crecimiento, eso redundará en una menor siembra de sorgo y así se afectará la competitividad de carne y lácteos. Por otra parte los US$ 500 por tonelada de soja llevarán a que los agricultores argentinos y brasileños hagan todo lo que esté a su alcance para lograr cosechas gigantescas. Y si la oleaginosa vuelve a los US$ 400 también en este caso la competitividad se vuelve dudosa.

El atraso cambiario ha ingresado en una nueva fase. Navegando contra la corriente de Brasil, apostando a que China siga empujando los precios de la soja y a que dos empresas exportadoras de celulosa permitan mostrar que las exportaciones siguen creciendo.

Para todo el resto, el nivel de incertidumbre ingresa en una zona preocupante y el crecimiento pasa a estar severamente cuestionado. Dentro del propio sector forestal, quienes están en los sectores madereros están padeciendo la adversidad que viene del marco económico local. Si persiste la pérdida de competitividad con Brasil, por lejos el principal socio comercial, la cíclica historia económica uruguaya puede repetirse.

En otros pagos.

Las expectativas de los productores de Australia han caído en la última encuesta que realizó Rabobank. Están nuevamente con una sequía acechando, pero también se ven venir una baja en el precio de los productos. Un 35% de los productores espera que el próximo año sea peor que el anterior, mientras que un 16% espera mejores condiciones para su negocio.

Fuente: elobservador.com.uy

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