Ya se sabe: lo urgente casi siempre le termina ocupando el lugar a lo importante. La atención puesta en Uruguay no es la excepción. Todas las miradas están puestas en las toneladas de trigo que eventualmente se podrían llegar a importar de llegar a una situación explosiva de escasez de harina en lugar de estar observando dos ambiciosos proyectos que de concretarlos exitosamente marcarían un antes y un después. Por más que la amenaza de Guillermo Moreno de decomisar el trigo que tienen los exportadores si no lo venden en menos de 48 horas es una señal de alto voltaje que desnuda la precariedad de los stocks de trigo que se cuentan, vale la pena mirar sobre fenómenos más trascendentales.
Decididos a salir de la costosa dependencia del petróleo, los uruguayos han puesto la mira en el aprovechamiento de sus materias primas. Trabajan y buscan inversiones para cambiar su matriz energética. Para 2016, la utilización de los residuos de biomasa, principalmente de las pasteras y el arroz, incrementará su oferta energética y su 18% de participación actual pasará al 29%. Establecerán un parque eólico que llegará a participar del 8% del total de la energía producida en Uruguay mientras que la generación hidroeléctrica crecerá del 13% al 18%. Apuestan que la participación del petróleo caiga del 53% al 39% y que el 90% de su generación eléctrica se base en energías renovables.
Es decir, una ambición, un objetivo, un plan. Aquí existió una ambición parecida con el impulso que el gobierno le brindó a los biocombustibles, uno de sus logros junto al desarrollo de la biotecnología, pero le faltó el objetivo y el plan se terminó diluyendo con el desmantelamiento de la actividad promovida por el viceministro de Economía, Axel Kicillof.
El segundo proyecto en el que están embarcados los uruguayos es el de ampliar sus mercados. Como no pierden el tiempo en negar su condición de productores de alimentos, quieren aprovechar la oportunidad de participar en el comercio con la región Asia Pacífico, el próximo centro de gravedad mundial. Para eso se sumaron a la Alianza Pacífico, una iniciativa del ex presidente peruano Alan García para conformar un área de libre comercio en la que además participan Colombia, Chile y México. El objetivo es transformar a ese club en un puente comercial hacia la región asiática. El acuerdo sobre el que están trabajando apunta a la eliminación de aranceles en un 90% de las mercaderías. Por ahora los uruguayos participan como miembro observador, pero con inquietudes por pasar a ser miembro pleno. Son las consecuencias provocadas por la inmovilidad que viene padeciendo el Mercosur en la firma de nuevos acuerdos regionales.
A diferencia de los uruguayos que trabajan sobre dos estrategias que les significarán un avance, en nuestro país todo es movimiento, gritos y amenazas que lo único que han demostrado es que no llevan a ningún lugar. La misma figura que realiza un perro cuando se muerde la cola.Se mueve, pero no avanza.
O aún peor: se avanza en la dirección contraria a lo que se cuenta en el relato oficial. Valga como ejemplo el fenómeno de concentración que están padeciendo las pymes alimenticias. Las que supuestamente son las elegidas del modelo, por su tamaño y por ser nacionales, son las que padecen la política de precios administrados que ejerce la Secretaría de Comercio desde 2006.
“Fija un techo de precios a los líderes de cada categoría alimenticia y podrás controlar y regular al resto de las empresas” es el dogma de Guillermo Moreno.
El problema es que los “Coca Cola” de cada categoría tienen la espalda financiera y los recursos como para aguantar. El resultado es que han ganado entre el 20% y el 50% en la participación de mercado.
Esta semana, un alto funcionario del Ministerio de Agricultura, diagnosticaba una lenta declinación del sector que ya no tiene la fuerza del boom económico provocado por la soja, ni cuenta con una revolución tecnológica y que perdió protagonismo político. Y confesaba la decadencia en la que está envuelto su ministerio: “Se convirtió en un trampolín político que utilizaron los últimos tres ministros. Pero hace tiempo que no genera políticas efectivas para el sector”.
A la intrascendencia se puede llegar corriendo, mientras que para avanzar vale con dar un paso en la dirección correcta.
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