La llegada a la región de los granos transgénicos no fue perjudicial para el medio ambiente, sino más bien beneficiosa; Argentina, Paraguay, Brasil y Uruguay aportan casi el 50% de la producción mundial de soja.
La aplicación de tecnologías como la siembra directa, la nutrición química y biológica, el correcto uso de herbicidas, insecticidas y fungicidas así como la utilización de semilla genéticamente modificada, combinadas con un marco claro de bioseguridad y la decisión de los productores de aprovechar técnicas innovadoras, han permitido a los países del Cono Sur reducir el impacto ambiental del cultivo y convertirlo en su principal rubro de exportación agrícola.
Esa fue la principal conclusión del estudio comparativo sobre el cultivo de soja genéticamente modificada y el convencional en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay que acaban de publicar el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca argentino (MGAP) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
El resultado del estudio fue promovido en la Segunda Conferencia Global Sobre Investigación Agropecuaria para el Desarrollo (GCARD 2012), celebrada en Punta del Este, donde el informe fue entregado a los ministros de agricultura de los mencionados países, en el marco de la reunión del Consejo Agropecuario del Sur (CAS) que se cumplió en paralelo.
En 2011, en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se sembraron más de 40 millones de hectáreas con la oleaginosa, mientras que en 1976, cuando se sembró por primera vez, fueron 1,37 millones de hectáreas. "La introducción de semilla de soja transgénica revolucionó el cultivo en los cuatro países por la facilidad de su manejo agronómico, el control de malezas y la disminución de costos de producción", explica el informe y agrega que la diferencia económica entre los costos directos de cultivar semilla transgénica y convencional es de 15% a favor de la transgénica".
Algunas ventajas del paquete tecnológico señaladas por el estudio, son que la siembra directa minimiza la erosión de los suelos, mientras que la nutrición vegetal (basada en fertilización química) permite recuperar áreas degradadas. Además, el uso de bacterias fijadoras de nitrógeno contribuye a disminuir la fertilización con este material, responsable de la emanación de óxido nitroso, el principal gas causante del efecto invernadero.
Se estima que la oleaginosa continuará ganando área en las próximas campañas agrícolas.
Fuente: elpais.com.uy
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