Ya sea por una tradición anglosajona importada, irremediablemente en Puerto Rico hemos criollizado e incorporado a nuestro folclor la celebración del día de Acción de Gracias. Ya muy intrínseco en nosotros, lo pudiéramos celebrar hasta a ciegas y posiblemente como una excusa más para un festejo familiar o como inicio oficial de la Navidad. Pero surge una contradicción insalvable sobre el contexto en que los puertorriqueños celebramos esta festividad. En sus orígenes, Acción de Gracias consistía de un ritual en el que se agradecía y se festejaba un año de buenas cosechas que significaron la subsistencia de la familia durante todo el año y aseguraban las guarniciones necesarias para sobrellevar el duro clima de invierno de aquellos lugares.
De estas contradicciones surgen unas preguntas muy pertinentes: ¿En el contexto original de la festividad, los puertorriqueños tenemos razones por las cuales celebrar Acción de Gracias? ¿Los Puertorriqueños contamos con una abundancia agrícola de la cual dependemos para nuestra subsistencia? La respuesta es no, y posiblemente nunca en la historia de nuestra nación moderna hemos tenido tal cosecha por la cual dar gracias. Hace más de 500 años que los locales de esta isla no experimentamos una producción agrícola sensata que atienda las necesidades alimentarias reales de los borincanos. En toda la historia de Puerto Rico solo en la época precolombina hemos experimentado una producción agrícola saludable. Los indígenas en Puerto Rico desarrollaban una agricultura de subsistencia y autoabastecimiento que respondía enteramente a sus necesidades particulares porque tenían soberanía sobre la tierra. Luego de esto, el destino agrícola de la isla ha estado plagado de explotación, desigualdad y extracción de las riquezas agrícolas de la isla hacia el extranjero en donde históricamente el boricua fue el personaje explotado para sostener este sistema de explotación. Bajo el dominio español, el boricua era explotado para la producción extensiva de los monocultivos de caña y café bajo regímenes inhumanos. Igualmente durante la primera etapa de dominio estadounidense la economía agrícola giraba alrededor de la extracción de materias primas agrícolas para el enriquecimiento de compañías extranjeras sustentado también en la explotación del criollo. En ambas épocas la producción agrícola imperante no representaba en lo más mínimo una aportación a la soberanía alimentaria de Puerto Rico ni a los mejores intereses del país. Durante este último periodo, más 90 % de la isla fue deforestado para el cultivo casi exclusivo de caña de azúcar como también de tabaco y café. Estos productos no representaban en lo más mínimo una aportación nutricional a la dieta del puertorriqueño. Nadie sobrevive de café, azúcar, ron y cigarros. Bajo este panorama histórico de explotación de la población para el sostenimiento de los sistemas agrícolas insustentables no es sorprendente que actualmente exista una actitud despectiva y una noción de atraso alrededor de la agricultura.
Cuando el negocio de los grandes monocultivos en Puerto Rico desapareció porque su existencia era más lucrativa en otras regiones mundo, la ganga del negocio colonial fue el destruir la agricultura y sustituirla por la dependencia extrema viviendo casi exclusivamente de lo que otros países nos envíen para comer. Esto ha traído como consecuencia la pérdida irremediable de los recursos agrícolas de Puerto Rico. Más del 50 % de las Tierras Agrícolas de Puerto Rico han sido perdidas como resultado del desparramo urbano. Luego de esto llegamos hasta tiempos actuales donde vivimos en momentos de una crisis alimentaria silente. Existe una disponibilidad inmediata de comida que pudiera confundirse con abundancia pero es una abundancia artificial o una abundancia gondolera de “freezer”. Los sistemas que sustentan esa abundancia artificial de comida son muy vulnerables y cada día surgen mayores presiones que atentan contra la disponibilidad de comida en el mundo. El impacto del cambio climático sobre las cosechas, el acelerado crecimiento poblacional mundial, los biocombustibles, guerras, conflictos sociales, desastres naturales son solo algunas de las amenazas reales y siempre latentes sobre los sistemas de abastos de alimentos de los cuales Puerto Rico depende.
La verdadera abundancia del país radica en la producción justa de nuestra tierra en manos de puertorriqueños respondiendo a nuestras realidades particulares como pueblo. Se trata de la producción de cultivos que formen parte de nuestra dieta; se trata de una agricultura de autoabastecimiento. Solo esto nos brindará la tan necesaria soberanía alimentaria que es la única garantía para asegurar un plato de comida para el futuro de todos.
El primer paso en la marcha de la soberanía alimentaria es preservar todas las tierras agrícolas de la isla. Estimados liberales indican que ya ni siquiera contamos con las tierras suficientes para producir toda nuestra comida. Nuestra realidad no admite la destrucción de más tierras agrícolas. Mientras tanto, el gobierno parece ignorar las señales internacionales de la crisis alimentaria por lo que las soluciones inmediatas están en las manos del pueblo. Ha llegado el momento en que la responsabilidad por el futuro del plato de comida del país está en las manos de cada uno de nosotros. Solo se producirá una política agrícola de país como resultado de la exigencia masiva del pueblo. Mientras esto se logra, todos podemos trabajar por nuestra seguridad alimentaria. Nuestra tierra es privilegiada y generosa; las tierras de Puerto Rico representan la cornucopia del pueblo. Poseemos las condiciones para la producción de una gran diversidad de alimentos. Nuestro suelo es el cuerno de la abundancia que tiene el potencial de parir todo el año frutos de la tierra. Año tras año celebramos la Acción de Gracias con un cuerno de la abundancia vacío. Festejamos una abundancia inexistente pero con gran potencial. Es menester de todos trabajar por una verdadera abundancia que está en la producción de nuestra tierra. Cuando llegue ese momento podemos celebrar una fiesta de pueblo a manera de Areyto para festejar una verdadera abundancia. Podremos celebrar entonces lo que ha estado ausente desde los tiempos de Agueybaná el Bravo: una abundancia que solo ofrece el cultivo justo de nuestra tierra.
fuente: claridadpuertorico.com
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