Tanto en las tiendas como en los mercados y nuestras casa, aunque no los veamos, hay una gran diversidad de microrganismos y bacterias que tienen muchas posibilidades de terminar llegando a nuestros alimentos.
La primera de ellas es guardar siempre en el frigorífico los alimentos cocinados y, además, hacerlo tan rápido como sea posible, ya que a temperatura ambiente los patógenos se multiplican. El tiempo máximo de conservación de un alimento cocinado es de cinco días.
En el congelador, si el envase es el correcto, los alimentos duran hasta seis meses
En el congelador, por su parte, es esencial que los alimentos alcancen los -18 grados, ya que si la temperatura no es tan baja no se conservan ni de la misma manera ni durante el mismo tiempo, aunque la inactivación patógena también se dé. Si los alimentos se mantienen bien cerrados y con un envase adecuado, pueden durar hasta más de seis meses, aunque todo proceso de congelación doméstico siempre conlleve una pérdida, aunque sea mínima, de textura, sabor o aroma.
El frigorífico, por su parte, necesita una temperatura de 5º o menos. Y es que cuanto más baja sea la temperatura de refrigeración, más complicado será el crecimiento bacteriano. Hay que tener en cuenta que los cajones destinados a los vegetales siempre suelen tener un par de grados menos que el resto de la nevera, cuya temperatura debemos bajar algo en verano, ya que al abrir y cerrar su puerta suele entrar calor en él.
¿Cómo se eliminan?
Convendría también explicar cuál es el método más eficaz para la eliminación de los patógenos. Y éste no es otro que aplicar altas temperaturas a los alimentos, lo que garantiza su erradicación. Se considera que aplicar temperaturas a partir de 65ºC en el interior de los alimentos ya es garantía de seguridad. Pocos segundos son suficientes para inactivar la actividad bacteriana. Por ello, es siempre recomendable consumir los alimentos bien cocinados y no crudos o poco cocinados.
Además, este proceso de protección y conservación de los alimentos comienza en el mismo momento de la compra. Por ello, deberemos iniciar nuestra compra por la zona de alimentos que no necesiten temperaturas de refrigeración, como son la pasta o la leche, dejando para después los alimentos crudos (carne o pescado) y para el último momento los congelados. Además, es conveniente separarlos en las propias bolsas de la compra según la temperatura que luego necesitarán.
Fuente: diariovasco.com
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