A raíz de la agudización del fenómeno de la revaluación durante lo corrido de 2013, se han oído voces provenientes del sector empresarial pidiendo medidas que reversen la tendencia de apreciación de la tasa de cambio. Los gremios agropecuarios no han sido ajenos a esta situación.
La revaluación tiene el problema de que, a un sector transable, como lo es la agricultura, afecta tanto a los productos exportables como a los importables. A los primeros les reduce su valor en moneda local y a los segundos les aumenta la competencia de las importaciones.
Esto implica que, como lo han mostrado diferentes modelos de crecimiento de la agricultura colombiana, la tasa de cambio sea un factor determinante del crecimiento sectorial.
Infortunadamente, hoy en día diversos factores, de carácter nacional e internacional, hacen que la discrecionalidad en el manejo cambiario por parte de las autoridades monetarias sea muy limitado y que, en un entorno externo tan complejo como el que se ha vivido desde la crisis de 2008 y del cual aún no se sale, resulte muy difícil contrarrestar las fuerzas que llevan a que el fenómeno de la revaluación afecte con mayor fuerza a economías exitosas, como la colombiana.
Ello pone al aparato productivo nacional, y especialmente a la agricultura, en un escenario en el que su crecimiento debe alcanzarse teniendo a la tasa de cambio en contra. Esto se agrava si se tiene en cuenta que no sólo el TLC con Estados Unidos está en marcha, sino que en un corto período de tiempo entrará en vigencia el tratado con la Unión Europa, así como otros acuerdos que se están negociando.
Es evidente que la primera reacción del sector sea solicitar la aplicación de medidas que aminoren el efecto revaluacionista y se proteja la producción nacional de la competencia externa. Sin embargo, y como ha ocurrido durante los últimos años, las acciones de la política cambiaria aplicada por las autoridades económicas han tenido efectos muy limitados.
Esto significa que los productores dedicados a las diferentes actividades transables agropecuarias tienen que olvidarse de los tiempos en que la tasa de cambio era la variable que hacía la diferencia en la rentabilidad de los negocios del sector y que, en el escenario que cada día se perfila con mayor fuerza, la fuente del crecimiento y el desarrollo de dichos negocios esté en la propia capacidad competitiva y en la que le provee su entorno.
En el mundo hay un sinnúmero de ejemplos de actividades y negocios agropecuarios que se han tenido que reinventar y que, al final, han resultado exitosas. Un buen ejemplo de ello es el desarrollo lechero de Nueva Zelanda.
En muchos casos, estos ajustes han significado la utilización intensiva del conocimiento, a través de la tecnología y la innovación. En otros, ha sido necesaria la reubicación de las explotaciones o el cambio de las líneas de producción. Igualmente, la capacidad gerencial se ha tenido que reinventar. Pero no basta el tesón del productor, también se necesita que los demás actores aporten su grano de arena.
Fuente: elcolombiano.com
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