La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés) identifica ocho tendencias globales a superar para mejorar la agricultura y la seguridad alimentaria, que son: una creciente demanda de alimentos, inseguridad alimentaria, malnutrición, pobreza rural, sistemas agroalimentarios cada vez más complejos, comercio agrícola, cambio climático, así como la coherencia y convergencia entre las políticas y programas.
Dentro de estas tendencias, se destacan la creciente demanda de alimentos, malnutrición, pobreza rural y cambio climático.
El primero requiere un incremento de la producción, así como de una mejor distribución. Por ejemplo, cada año se desperdician 222 millones de toneladas de alimentos en los países industrializados, cifra equivalente a la producción de África subsahariana.
La malnutrición, aparte de explicarse por la pobreza rural, se encuentra relacionada a la dieta en el mundo que se basa en cuatro cultivos: arroz, maíz, trigo y papa.
Esto induce los monocultivos que degradan los suelos y evidencian la existencia de una invariabilidad alimentaria que pone en riesgo la nutrición.
Es decir, existe también un riesgo de afectar a la diversidad alimentaria. Una solución viable es la promoción de dietas sostenibles, basadas en la diversificación y revalorización de especies olvidadas o infrautilizadas, como el frijol y el nopal.
Las especies endémicas, ricas en nutrientes, generalmente no son tomadas en cuenta por los programas de política pública, así como de los mercados locales e internacionales por no pertenecer al grupo de los commodities.
La pobreza rural, por su parte, se encuentra relacionada con el bajo valor agregado de la producción, la brecha existente entre la productividad lograda en los centros de investigación y los agricultores de pequeña escala, así como a los acuerdos comerciales que no son necesariamente los más justos.
Finalmente, el cambio climático requiere de mejores prácticas productivas, uso racional de fertilizantes, pesticidas y del agua; así como de la transición hacia productos orgánicos de mayor valor nutricional y agregado.
Particularmente, México tiene los retos de no perder la identidad y cultura alimentaria, revalorizar las especies olvidadas, promover la investigación y ampliación de los cultivos subutilizados, reducir la brecha de transferencia tecnológica, mejorar las prácticas de producción para obtener alimentos e insumos agrícolas de mayor calidad y valor agregado para los mercados local e internacional, así como el establecimiento de circuitos locales de producción y consumo.
Fuente: eleconomista.com.mx
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