La mujer subsahariana cobra crucial relevancia, en primer lugar, a nivel socio-económico, ya que el porcentaje de mujeres del total de la fuerza de trabajo en la mayoría de los países de la región supera el 40 por ciento y alcanza en muchos el 56 por ciento. También según datos de 2011 y 2012 de Gender Equality Data Statistics, de una población total de 874’84 millones de personas en África subsahariana, la femenina supone un 50’01 por ciento, teniendo las mujeres “un rol central en la producción agrícola, el bienestar de los hogares” y siendo “responsables del cultivo de un 80 por ciento de los alimentos básicos”. Son palabras del informe Agriculture at a Crossroads: Sub-Saharan Africa Report, del Instituto de Tecnología para el Desarrollo (IAASTD). “Sin embargo”, continúa el informe, “los hombres son los primeros en la toma de decisiones”. De ahí que la aplicación de las TIC con enfoque de género sea ineludible si ésta puede contribuir al desarrollo socio-económico de las comunidades en el África subsahariana.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) enumera cuatro barreras específicas para las mujeres empresarias de pequeños negocios que se pueden superar gracias a las TIC. La primera, conseguir financiación. La segunda, tener tiempo para sus negocios debido a la carga de las responsabilidades familiares, que se ve aliviada gracias al uso de determinadas TIC y proyectos sensibles a sus necesidades. Además, las mujeres tienen, por lo general, menos acceso a la formación (hecho que se puede cambiar a través del e-learning o la educación online o a distancia, por ejemplo). Por último, a menudo disponen de menos facilidad para desplazarse, lo cual las limita respecto a oportunidades, mercados y redes (mientras que con las TIC se ahorra tiempo y energía en los desplazamientos).[1]
Sumando dificultades
Pero, ¿cómo conseguir que los proyectos de género y TIC se conviertan en una alternativa sólida sin una buena infraestructura tecnológica e informativa? International Telecommunication Union (ITU) es tajante: “dos mil millones de personas en Internet, pero muy pocas en África”. Efectivamente, África subsahariana es una de las regiones del mundo en el que la preparación tecnológica es más pobre. Tampoco la conectividad a la red alcanza los mínimos: los datos ITU de finales de 2010 muestran que el continente africano está muy por debajo de la media mundial de conexión, que es de un 30 por ciento, e incluso de la media de los países en vías de desarrollo, en los que el porcentaje es de un 21. Lejos queda este apenas 10 por ciento africano comparándolo con el 55 de las Américas del Norte y del Sur y el 65 por ciento de los países europeos.
Si se tiene en cuenta que el África subsahariana es la región en vías de desarrollo con una mayor dificultad de alcanzar el primer Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM 1), consistente en reducir a la mitad el hambre extrema y la pobreza para 2015, se entenderá que es urgente construir nuevas capacidades productivas, así como, en palabras de la UNCTAD, “identificar vínculos multisectoriales entre la agricultura y otros sectores (…) para apoyar el desarrollo económico sostenible”.
En los países del África subsahariana, las mujeres son quienes, por lo general, controlan los recursos naturales y, a menudo, mantienen y comparten las prácticas y costumbres tradicionales. A pesar de que ellas suponen un 70 por ciento del total de las y los trabajadores de la agricultura, están en desventaja en cuanto al acceso a la educación, los servicios de extensión, el crédito y los derechos de propiedad de la tierra.
No todo son malas noticias. Si bien el acceso a Internet es, en la mayoría de los casos, dificultoso en esta región, la disminución de los costes de otras TIC como los teléfonos móviles está permitiendo un mayor y mejor acceso a la información a las personas dedicadas a la agricultura y del ámbito rural. Hasta un 80 por ciento de las comunidades en Uganda tiene cobertura, y un cinco por ciento de los hogares posee teléfono móvil propio.
Las iniciativas
Como ejemplo de iniciativas de género y TIC a través de los móviles se encuentran las llevadas a cabo por The Kenya Agricultural Commodity Exchange Ltd. (KACE) y Safaricom Limited, que recogen y distribuyen información actualizada y fiable sobre los precios de las materias primas y productos a las y los granjeros a través de un proveedor de bajo coste de mensajes cortos (SMS). En los países donde se han introducido tecnologías relacionadas con la agricultura se ha demostrado que la formación a mujeres revierte en un incremento de la productividad en un mayor grado que cuando se da esa misma formación a hombres.
Debido a lo remoto de ciertas comunidades rurales, las TIC han demostrado ser útiles herramientas de aviso, intercambio y difusión de información, así como de empoderamiento para las mujeres y las niñas, especialmente en cuanto a formación y educación en el campo. Cuando no se tiene posibilidad de acceso a las nuevas TIC, las tecnologías de la información y la comunicación tradicionales (CD-ROM, radio FM u online y ordenadores) han demostrado ser eficaces.
Otro proyecto de empoderamiento económico y social en el ámbito agrícola es el puesto en marcha por Solar Sister, una empresa social sin ánimo de lucro que ofrece la oportunidad de ser empresarias a aquellas mujeres que de otra forma no tendrían la oportunidad. Se trata de que ellas puedan crear un negocio sostenible que produzca beneficios que a su vez se reinvierten en la Red de Empresarias Solar Sister, de manera que genere un impacto social, económico y medioambiental en las comunidades. A día de hoy trabajan en Uganda, Ruanda y Sudán del Sur.
El producto en sí son lámparas solares (con un pequeño panel solar que las alimenta). Uno de los grandes obstáculos a superar en muchas de las poblaciones rurales del África subsahariana es el acceso seguro a la energía eléctrica. Solar Sister considera que uno de los problemas que las mujeres y las niñas enfrentan en estos países es la dependencia al queroseno, los faroles y las velas. Según la organización, invierten hasta un 30 por ciento de sus ingresos familiares “en una energía que resulta insuficiente, peligrosa e nada saludable para las personas ni para el planeta. La falta de acceso a la electricidad es a su vez causa y efecto de una pobreza que no remite”.
A su vez, los cargadores de teléfonos móviles solares dotan de conectividad incluso a las comunidades más remotas (sólo un 5 por ciento de la población rural tiene acceso a la electricidad) y, con ello, de la posibilidad de acceso a una tecnología que produce energía limpia y brinda a las mujeres la oportunidad de crear sus propios negocios. Solar Sister se encuentra en tres países, cuenta con un total de 171 mujeres emprendedoras y 31.880 beneficiarios y beneficiarias de la energía solar de sus lámparas.
Chantal Uwingabire es una de las beneficiarias y trabajadoras de Solar Sister, encargada ahora de mostrar y vender a otras personas de su ámbito el producto. Con el dinero que obtiene logra financiar la educación sus hijos: “En nuestras comunidades, los hombres no creen que haya que enviar a los hijos y las hijas a la escuela, lo cual es muy doloroso y produce un corte profundo en el corazón de la mujer”. Su trabajo consiste en dar a conocer, mostrar cómo se utilizan y proveer de lámparas solares a otras personas de la comunidad: a sus familiares, amistades y al vecindario. La clave en la que se basa el proyecto son las redes intrapersonales, gracias a las cuales todo el equipo se beneficia de una cadena que produce tanto beneficio económico como progreso social.
El International Small Group and Tree Planting Alliance (TIST) forma tanto a mujeres como a hombres en proyectos de reforestación en los que se utilizan PDA y tecnología GPS[2] para recolectar datos sobre la reforestación, que después se descarga en una base de datos online. TIST trabaja desde 1999 por la agricultura de subsistencia y lleva a cabo su programa de reforestación en Tanzania, Kenia y Uganda “para revertir los efectos devastadores de la deforestación, la sequía y la hambruna” proporcionando herramientas a las propias comunidades para que sean ellas mismas las que planten los árboles y desarrollen una agricultura sostenible. Además, TIST crea una estructura administrativa y de comunicación que incluye un programa de salud (incluyendo VIH/SIDA), educación y nutrición.
En la actualidad, el programa de Tree Planting cuenta con más de 60.000 personas implicadas, de las que más de la mitad son mujeres (35.000), y la cifra de árboles plantados alcanza los 11 millones. En Kenia, más de 25.000 mujeres se involucraron en el proyecto desde su comienzo en 2005, habiendo conseguido plantar cinco millones de árboles. Barbara Kingsolver, redactora del equipo Ripple Effect Images, que realizó un vídeo documental sobre el proyecto, afirma: “Es un hecho que los programas de mayor impacto para mitigar el cambio climático son aquellos que invierten en las mujeres. Las estadísticas muestran que cuando se ofrece una oportunidad, por pequeña que sea, a las mujeres, éstas obtienen unos resultados que, en cifras, son tres veces mayores a lo que los hombres conseguirían [de los mismos recursos]”.
Una vez que los árboles han crecido, las mujeres calculan su valor en carbono(carbon value) a través de unos pequeños ordenadores de bolsillo similares a teléfonos móviles que previamente han aprendido a utilizar. Con la información proporcionada por esta TIC, pueden después vender este valor en el mercado internacional de carbono. En palabras de Dorothy Muriuki, una mujer keniana perteneciente al programa: “Aquí en Kenia las mujeres estaban acostumbradas a depender de sus maridos, pero ahora siento que tengo una influencia, dispongo de algo de dinero sobre el que tengo el control. Soy independiente. Puedo moverme, puedo hacer grandes cosas sin tener que buscar a alguien que me asista”. Esther Gataya, también perteneciente al programa Tree Planting, ha construido su propia escuela con el dinero procediente de su trabajo en TIST. Ella declara: “Si plantara sola, no sería suficiente. Pero desde que enseño a las y los más jóvenes [a hacerlo], la repercusión es mucho mayor”.
No se puede dejar de mencionar al Gender, Agriculture and Rural Development in the Information Society (GenARDIS), que desde 2002 apoya con pequeñas subvenciones trabajos en zonas rurales de África, Caribe y Pacífico. En África subsahariana ha impulsado proyectos como grupos de teatro de mujeres en radios comunitarias, control de pesticidas y promoción de uso de distintas tecnologías para promover los derechos y la herencia de las mujeres sobre la tierra.
Los ejemplos de proyectos, personas beneficiarias y ventajas son interminables, pero las conclusiones son siempre las mismas: promover e invertir en proyectos de TIC con enfoque de género no sólo favorece a las propias mujeres, sino a toda la comunidad y conlleva desarrollo socio-económico a todos los niveles.
Fuente: revistapueblos.org
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