Sin duda, las inversiones en el sector agropecuario requieren de un análisis tan profundo como el que se realiza en otros sectores como el industrial. Imagínese por ejemplo a un productor que es propietario de un terreno agrícola y desea establecer una plantación de naranjo. Para él, lo realmente importante es conocer qué probabilidades tiene de que sus proyecciones se cumplan y recupere su inversión a partir de los tres o cuatro años.
En los cultivos anuales, donde las decisiones de cambio se pueden tomar en un periodo de tiempo menor, hay factores que limitan las posibilidades, tales como el clima y características del suelo, pero fundamentalmente la experiencia del empresario. Además, las condiciones del entorno cada vez son más cambiantes.
Lo anterior complica en mucho la aplicación de las modernas teorías de la administración, pero un buen primer paso es el registro y cálculo de los costos de producción, y de preferencia la estimación previa de éstos, con la finalidad de evaluar los escenarios a la luz de los precios de venta esperados, antes de la siembra.
Para los productores, estimar los costos no es sencillo. Así, habrá que partir de dos principios básicos. El primero es definir certeramente el paquete tecnológico a utilizar, esto viene a constituir la estructura del costo, desde la preparación del terreno, que se recomienda sea lo mínimo necesario, hasta la cosecha y comercialización del producto. En este proceso, es importante no olvidar los costos diversos como el análisis de suelo, seguros y la administración, que aunque sea el propio dueño, su tiempo y esfuerzo tiene un valor.
El segundo principio es identificar los bienes de capital necesarios y su costo asociado, iniciando, si es el caso, por la renta del terreno, costo de operación por hora de maquinaria y equipo, pozo y equipo de bombeo, así como sistema de riego.
Lo anterior es relevante porque este tipo de activos (sin considerar al terreno) son sujetos de depreciación, lo que frecuentemente se olvida y se incurre en la descapitalización de las empresas (en ocasiones de manera obligada).
Al final, la suma de costos se divide entre la producción por hectárea, lo que resulta en un dato muy importante que es el costo por tonelada, comparable con otros productores de México y de otros países para conocer la competitividad relativa.
El objetivo se debe centrar en minimizar costos y maximizar utilidades, por el tamaño de las unidades productivas en el país, lo que debe importar es el valor actual neto, no tanto la tasa de retorno.
fuente: eleconomista.com.mx
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