Experta sueca plantea que el sistema implica generar energía verde, hacer un mejor uso de los desechos orgánicos del campo, y recuperar estructura y calidad del suelo al incorporar el digestato. Sostiene que en Chile existe un potencial enorme.
Al hablar de energías renovables no convencionales la mayor parte de las veces los ojos se vuelven al sol, al viento y al agua. Sin embargo, el agro tiene una materia prima insospechada para muchos, aunque en los últimos tiempos viene adquiriendo fuerza: desechos orgánicos, de origen animal y vegetal. Esta biomasa, que para muchos sólo genera externalidades negativas como insectos, olores y la necesidad de disponer de ella, tiene gran valor: se puede transformar en biogás y, a partir de ahí, en energía, calor e, incluso, en combustible para vehículos. Y, de paso, dejar un subproducto -el digestato- que luego sirve como abono orgánico que devuelve calidad y estructura a los suelos en los que se aplica.
Chile en esto tiene un enorme potencial, dice la doctora Anna Schnürer, académica e investigadora del Departamento de Microbiología de la Universidad Sueca de Ciencias de la Agricultura, quien vino a exponer al seminario Energías Renovables para el Sector Agroalimentario: Las Oportunidades del Biogás, organizado por la Fundación para la Innovación Agraria.
Suecia, en Europa, tiene energía. Sin embargo, se trata de un país con mentalidad y cultura verde. Por ello, a pesar de no necesitarlo, desde hace ya más de 50 años que vienen incorporando al biogás a su matriz energética. Si bien el tema comenzó en los años 40, y en los 90 la digestión anaeróbica de basuras sólidas de restos orgánicos de la industria alimentaria adquirió fuerza, es desde principios de la década del 2000 que el agro comenzó a tomar conciencia de los beneficios que tenía para ellos la construcción de plantas de biogás.
A través de distintas medidas y apoyos económicos para la reconversión entregados por el Gobierno, en el país europeo entre 1998 y el 2008 se concretaron 200 proyectos que implicaron una reducción de 170.000 toneladas equivalentes de dióxido de carbono.
La guerra por la basura
Para los campos suecos que lo han implementado, el biogás tiene un primer beneficio en la generación de energía verde, que les permite disminuir sus costos al usarlo en las instalaciones propias, y vender sus excedentes.
Según los datos de la especialista europea, éste se ha transformado para muchos agricultores en una fuente de ingresos, ya que muchos campos han instalado una planta en sus predios y utilizan cerca del 10% de la electricidad que generan y el resto lo venden obteniendo así un ingreso económico adicional a la producción agrícola.
Pero, además, con estas instalaciones han encontrado salida al problema de la disposición o tratamiento de los desechos orgánicos.
Esto porque mientras la producción de alimentos se va a la venta, los desechos, tanto el estiércol como los restos de cultivos o procesos, se llevan a plantas -que están en lugares relativamente cercanos o al interior de los mismos campos- para ser introducidos a los digestores donde luego se transformarán en biogás.
Con el avance de la tecnología el tema ya salió de los desechos agrícolas y a las mismas plantas también llegan las basuras generadas en las ciudades cercanas.
El sistema ha adquirido tanta fuerza y es tan eficiente, que actualmente en Suecia se está produciendo un fenómeno curioso, que Schnürer llama la “batalla de la basura”.
“La demanda por restos orgánicos para procesar ha crecido tanto, que la basura se vuelve escasa y entonces aparece una verdadera competencia por conseguirla”, explica la especialista.
Un beneficio colateral de esto es que entre los principales insumos del biogás están el estiércol, los purines y los riles generados por animales de granja y ganado, especialmente de los que están confinados. Y el ganado está desde hace tiempo en la mira de los consumidores y ambientalistas, porque las vacas, por su proceso ruminal, son una de las principales fuentes de producción de CO2. Al convertir todos esos desechos en biogás, no sólo se disminuiría ese impacto, sino que, además, se estaría haciendo un uso de esos compuestos, ayudando así a limpiar el entorno.
“La biodigestión implica disminuir la emisión de metano, lo que reduce la concentración de CO2 en la atmósfera”, indica la experta.
“En el concepto de la huella de carbono al agro, especialmente a la producción ganadera, se le imputa un alto nivel de producción de CO2. Aquí tenemos una gran oportunidad para convertirnos en carbono neutral, en términos de utilizar la producción de CO2 a través del uso del metano… Es una gran oportunidad para acercarnos a ser carbono neutral en producción ganadera”, enfatiza Fernando Bas, director ejecutivo del FIA.
Recuperar el suelo
A los beneficios ambientales y de la disposición de la basura se agrega un tercer beneficio, que proviene del subproducto que deja la biodigestión: el digestato.
En la descomposición de los estiércoles se libera naturalmente óxido nitroso. Sin embargo, dado que la biodigestión se realiza en un sistema hermético, este permanece como nitrógeno, que luego al utilizar el digestato como abono es reincorporado -junto con otros nutrientes- al suelo.
“Esto no sólo entrega nutrientes al suelo, sino que además, incorpora CO2, lo que le permite recuperar estructura. Esto implica que los cultivos luego tendrán condiciones muchísimo mejores para su crecimiento, pues ese suelo, al ser más esponjoso, permitirá, por ejemplo, un mejor nivel de oxigenación con un mejor crecimiento de raíces. Todo eso redundará en un mejor desarrollo y rendimiento del cultivo”, dice la especialista sueca.
El impacto del digestato en la recuperación del suelo ha sido corroborado por 10 años de estudio realizados por expertos de la Universidad sueca, que han comprobado que esto permite que los cultivos bajo este régimen incluso disminuyan el uso de fertilizantes químicos y, aún así, mejoren sus rendimientos.
Por el mismo proceso del biodigestor, también disminuye la población de patógenos que naturalmente traen los estiércoles y los purines, incluidos hongos, así como larvas y gusanos.
“Lo que hemos visto en Suecia es que con estos procesos se reduce notablemente el nivel de patógenos y, además, también disminuye el problema de la contaminación por olores, pues el digestato al aplicarse ya no los contiene”, dice Schnürer.
De hecho, en ese país los residuos dejados por el sistema de digestión anaeróbica cuentan con certificados que garantizan su sanitización y en el que se verifica que el residuo tiene determinadas concentraciones de nutrientes y está libre de patógenos, semillas y metales pesados. Claro que para ello las plantas deben documentar todos los desechos que ingresan.
“Esta certificación ha sido un prerrequisito para que las organizaciones de comercio y los mismos agricultores lo quisieran usar, pues precisamente el temor a una contaminación fue uno de los problemas iniciales para esto”, dice la experta.
La científica explica que si bien cualquiera puede instalar una planta de biogás en casos donde la producción es muy pequeña, no resulta rentable.
“La recomendación es que se instale entonces donde existan varias granjas cercanas, para que esto haga que el sistema sea eficiente y el transporte de los desechos no eleve los costos del proceso”, plantea. Qué esEl biogás es un gas combustibles que se produce al descomponerse la materia orgánica en condiciones de anaerobia o ausencia de oxígeno. Sirve toda la materia orgánica.
Actualmente en el país hay una capacidad instalada de biomasa de 395 mW, y la de Biogás es de 16,9 mW, según los datos del Centro de Energías Renovables.
Un metro cúbico de biogás es quivalente a 2,4 kW/h de electricidad; 1,3 kilos de madera; 0,7 litros de gasolina; 0,3 kilos de carbón y 0,6 metros cúbicos de gas natural. ¿Y en Chile?En 2011 el Ministerio de Energía realizó una evaluación de purines de cerdos, bovinos, guanos de aves, desechos forestales y residuos agroindustriales que mostró que las zonas para instalar plantas están entre la V y la X Región, y que habría un potencial equivalente a más de 11 mil gigawatt/hora al año, que de ser aprovechados para producir electricidad, equivaldrían a 700 mW de capacidad instalada. También se puede aprovechar para generar energía térmica, siendo posible reemplazar consumos de combustibles fósiles o en sistemas de cogeneración para producir ambos tipos de energía.
Actualmente, el aporte de la biomasa/biogás corresponde al 44,8% de los 878 mW de ERNC instalados en el país y la energía que generan corresponde al 53% del total de las inyecciones de ERNC a los sistemas eléctricos. De ellos, 392 mW corresponden a proyectos de biomasa, y 11,3 mw a proyectos de biogás.
Y estas cifras aumentarán muy pronto: hay en construcción dos proyectos de biogás por un total de 17 mW y un proyecto de biomasa por 31 mW. Además, se encuentran con resolución de calificación ambiental aprobada 31 mw de biomasa y 7 mW de biogás; y en evaluación ambiental un proyecto de 7 mW de cogeneración con biomasa.
Fuente: Revista de Campo
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