En su lengua nativa los llamaban teonanacatl, cuya etimología proviene de las voces teotl, "Dios", y nanacatl, de nacatl, "alimento".
"Tenían otra manera de embriaguez que los hacía más crueles (…) a estos hongos los llamaban en su lengua teonanacatl, que quiere decir carne de Dios, del demonio que ellos adoraban", escribió fray Toribio de Benavente, conocido como Motolinia.
Algunas referencias históricas los describen como medicinales contra la fiebre y la gota.
Francisco Hernández, protomédico del Nuevo Mundo, describió tres tipos: unos que provocaban ataques de risa incontrolable (teyhuintli), los que provocaban imágenes de todo tipo, "como guerras e imágenes de demonios", y los preferidos por los príncipes para sus fiestas y banquetes, quienes los "procuran en vigilias imponentes y terribles que duran toda la noche".
En México existen 24 hongos con propiedades alucinógenas, pero para los investigadores, los hongos más consumidos por los aztecas pudieron ser el Psilocybe mexicana (Pajarito), Psilocybe aztecorum (Niño de las Aguas), Psilocybe zapotecorum (Hongo de la Corona de Cristo), Psilocyve cubensis (San Isidro), Cordyceps capitata (Hombrecitos) y Dictyophora indusiata (Velo de Novia), todos con efectos según la carga de alcaloides derivados de triptaminas, psilocibina y psilocina.
Algunos como el Hongo de la Corona de Cristo y el Pajarito eran utilizados para invocar a los dioses, platicar con los difuntos o predecir el futuro. El conocido como Niño de las Aguas tenía efectos meramente alucinógenos.
La proliferación de los hongos generalmente se registra en la Ciudad de México, Morelos, Puebla y Oaxaca.
Fuente: CNNMéxico.com.
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