Un grupo de tambos bonaerense importó un esquema de Nueva Zelanda con el que produce leche en el corazón sojero del país: Pergamino.
En pleno corazón sojero del norte bonaerense, la lechería da pelea con un sistema que ya implementan 13 establecimientos en total (algunos en el oeste).
Genética cruza Jersey con Holando para lograr calidad y cantidad de leche, manejos con una fuerte impronta pastoril (más suplementación), pariciones estacionales y una gestión basada en el aporte de un socio administrador (que principalmente pone el capital y el “know how”) y un socio tambero (que aporta la fuerza de trabajo y su capacitación), son las claves del sistema neozelandés “sharemilker”, ahora aplicado a la Argentina.
Hay distintas formas de participación entre los socios. “El tambero puede participar con hacienda, con maquinaria, con ambos o con otros activos, o sólo con el trabajo” explicó a Clarín Rural Alonso Moreno, socio tambero en el tambo Fundación Acevedo, ubicado a veinte kilómetros de Pergamino, en el norte bonaerense.
En el año 2008, Moreno viajó a Nueva Zelanda, donde conoció los secretos de la producción de leche en base a pasto. Empezó como ordeñador y llegó a ser encargado. En 2011 volvió a la Argentina y se hizo cargo de uno de los trece tambos que tiene, bajo el sistema neozelandés, el Grupo L.P.
“Argentina tiene una diferencia climática fundamental, de lluvias y temperaturas, con Nueva Zelanda, que hace prácticamente imposible que acá lleguemos a obtener las producciones individuales que tienen allí solamente con pasto, y que permiten que allí haya condiciones gran parte del año para que la vaca levante cantidad y calidad, mientras que acá eso ocurre muy pocas veces”, explicó el presidente del Grupo L.P., Luis Peluffo.
En 120 hectáreas, Moreno lleva adelante un sistema semi pastoril con un rodeo de 450 vacas en ordeñe, dividido en dos grupos. La carga es alta, de 4,5 vacas por hectárea. Una de las adaptaciones del sistema pastoril neozelandés a la Argentina ha sido el de la suplementación, dado que, mientras allí tienen pasto a disposición, aquí el clima a veces juega una mala pasada.
Todo el semen que se usa es importado de Nueva Zelanda. “Usamos razas Jersey, Holando y cruza, buscando una genética que nos permita tener alto contenido de sólidos en la leche comparado con la raza Holando sola”, contó Moreno. “Hace 30 años que venimos usando genética neozelandesa tanto Holando como Jersey, porque allí la gente que ha hecho la selección de las vacas es la misma que la que ordeña”, explicó Peluffo. Se refiere a que esa selección fue hecha, además de por las características genético-productivas de los animales, por las que brindan una vaca amigable, dócil y que facilita las tareas.
En lo que respecta a la suplementación, manejan silos de maíz y rollos con autoconsumo, además de afrechillo de trigo en la parcela sobre la pastura.
De las 120 hectáreas, 94 son de pasturas y en seis hectáreas tienen verdeos de invierno. “Buscamos la mayor cantidad de materia seca por hectárea y para eso tenemos varios tipos de pasturas”, repasó Moreno. Hay parcelas consociadas de alfalfa y achicoria, o alfalfa, achicoria y festuca, o festuca y alfalfa, e intersiembras de alfalfa, festuca, cebadilla y trébol rojo. Tienen también verdeos de invierno, avena básicamente, y verdeos de verano, más alguna soja de pastoreo.
Además, se busca el autoabastecimiento de la producción de silaje de maíz. “El objetivo es encontrar una pradera consociada que soporte las vacas en ordeñe y atrás de las vacas aguante el repaso con las vaquillonas sin sufrir mucha pérdida de plantas ni tener roturas de piso”, explicó Moreno.
Al ser un sistema de parición estacionada en otoño, la curva de lactancia tiene un pico en marzo-abril, con un ideal de 22 litros por vaca por día. Entre mayo y noviembre, cuando se empiezan a secar las vacas de menor producción, y en diciembre, por fecha de parto, lo ideal es sacar entre 14 y 15 litros por vaca. “Secamos todas las vacas 60 días antes del parto para que tengan una buena regeneración de ubre en la próxima lactancia”, contó Moreno.
En cuanto a la organización de los rodeos. Al tener trece tambos con pariciones estacionadas, pero en distintas épocas del año, lo que queda preñado para parir en otoño se deja en el tambo de Acevedo, pero lo que no queda preñado se lleva a otro tambo de la empresa con otra época de parición.
Se inseminan dos ciclos, que equivalen a 42 días, y después se largan toros hasta completar los tres meses de servicio. Apuntan a un 90% de los vientres preñados. “Lo que no quedó preñado en esos tres meses se vuelve a repasar en primavera y esas son las vacas que no quedan en el tambo nuestro sino que van a un tambo de parición de invierno de la misma empresa”, explicó Moreno.
En cuanto al manejo de efluentes, Moreno contó que el lavado de la pista y la fosa de ordeñe se canaliza a una cava anaeróbica donde se produce la decantación de sólidos y pasa a través de un caño a una cava aeróbica. Desde allí se bombea para irrigar y fertilizar unas 15 hectáreas, las más cercanas al tambo, por un tema de logística.
No es fácil producir leche y tener muchos costos atados a la soja, como le pasa a esta empresa, por la zona en la que está instalada. Con más de tres décadas trabajando en el oeste bonaerense, el Grupo L.P. siempre se planteó el desafío de qué pasaba si se instalaban en una región con mejores suelos, más cara. “A mí me gusta competir en esta zona”, disparó Peluffo. Y agregó: “El año pasado fue prácticamente de pérdida, aún con muy buena eficiencia, porque cuando la soja está arriba de 400 dólares y la leche a 1,5 pesos por litro, y vos producís leche pero tenés que pagar los alquileres en soja, no hay pirueta que alcance”.
Este año, la balanza está mejor para la leche. No obstante, se buscan los campos de cría, que son más baratos, y también se intenta arreglar con los dueños para pagar una parte en carne o en leche.
Así, con eficiencia productiva y de gestión, la lechería argentina busca establecerse en las grietas que deja la soja, aún en plena zona núcleo
Fuente: Clarin
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