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Este no es el plan estratégico global que necesitaría el país, ni recetas mágicas para salir de la crisis económica. Se trata de actuaciones inmediatas, ideas, para apoyar líneas estratégicas que son necesarias para el medio ambiente, a la vez que tienen un retorno económico y generan empleo, como la rehabilitación, la eficiencia energética, la biomasa, las renovables, la agricultura local, el consumo local, el transporte de bajas emisiones... Oportunidades que habría que aprovechar. Estas propuestas han sido recogidas, fundamentalmente, de los grupos de trabajo y especialistas que han participado en la organización del Congreso Nacional del Medio Ambiente, que arranca hoy, 26 de noviembre. Ahora, en los cinco días de encuentro se abre un proceso de participación, en una Bolsa de Ideas Verdes, para seguir trabajando en ellas.

Incluir el coste energético de las casas en su valoración de mercado. Una de las áreas claves para impulsar la economía y crear empleo es la de la rehabilitación energética de viviendas. Esto se puede conseguir con medidas relacionadas con la certificación energética o incluso obligando a incluir el coste energético en el precio de alquiler y venta de viviendas y oficinas.
Activar ayudas a la eficiencia energética para apoyar la rehabilitación. España ha pasado de ser el segundo país de la UE en dar ayudas a la eficiencia energética a colocarse como uno de los últimos; cuando estas medidas tienen importantes retornos económicos. Establecer un IVA reducido para los biocombustibles sólidos y las calderas de biomasa. Esta es una forma de aumentar la competitividad de la biomasa, uno de los sectores con mayor potencial de creación de empleo, tal y como ocurre en países como Alemania, Francia o Reino Unido.
Crear bancos de hábitats para financiar proyectos de conservación. Este nuevo concepto resulta interesante para conseguir financiación para la conservación. Esta fórmula puede adoptar formas muy distintas, pero en países como EEUU ya se está utilizando para compensar los impactos ambientales de determinados proyectos, bajo el principio de la UE "quien contamina, paga" (o "repara"). La clave es que no se produzca una pérdida neta de ese ecosistema, es decir, por cada hectárea o unidad afectada el agente económico obligado a la compensación tiene que financiar la recuperación de al menos la misma cantidad en otro espacio con un especial valor biológico o ecológico.
Fomentar la colaboración público-privada en la gestión de los bosques. La colaboración de las empresas privadas con las administraciones para gestionar montes públicos, con las salvaguardas pertinentes (planes de ordenación previamente aprobados y una hoja de ruta para la certificación forestal), puede ayudar a reducir los incendios, generar empleo local, garantizar el suministro de biomasa o dar rentabilidad a la gestión y conservación de estas áreas forestales (a esto ayudaría también el fomento de sistemas de monetización de los servicios prestados por los ecosistemas).
Introducir planes de eficiencia para reducir la huella de carbono de los edificios de uso público. Los espacios de uso público resultan clave como ejemplo para demostrar la viabilidad e interés económico de introducir medidas (rehabilitación, renovables.) que reduzcan de forma drástica la huella de carbono de los edificios.
Introducir peajes "inteligentes" que promuevan el transporte colectivo y el uso de vehículos de bajas emisiones. Hoy en día existe ya la tecnología para introducir sociales y ambientales. Hay que controlar la actividad especulativa de la banca y conseguir que vuelva a cumplir su función comercial tradicional, financiando proyectos de interés para el conjunto de la sociedad y repensando su actividad de cara a sus stakeholders. Sería interesante que para conceder créditos todas las entidades, y en mayor medida las rescatadas, tuvieran en consideración otro tipo de riesgos a los habituales, como pueden ser parámetros sociales y ambientales de la Responsabilidad Social Corporativas (RSC). Esto obligaría también a los solicitantes del crédito a aportar más información sobre su actividad, reduciendo de este modo la morosidad.
Fijar el pago de tasas de recogida de residuos sólidos urbanos en función de la calidad de la separación. Aquellas comunidades de vecinos que separasen de forma correcta sus desechos obtendrían un descuento en su tasa por costar menos la gestión de sus residuos. Al contrario, las que aumenten el coste de la gestión por no separar sus residuos tendrían que pagar más. Esta medida, al mejorar la separación en origen, aumentaría el valor de los residuos y sus posibilidades económicas.
Crear nuevas redes de comunicación para aumentar la participación ciudadana en las decisiones. Hay que activar nódulos y redes de comunicación ciudadana activos y estables, que intervengan en la estrategia de la ciudad para que ésta se convierta en un espacio cohesionado generador de ideas.
Peajes "inteligentes" que penalicen solo a determinados vehículos en función de sus emisiones, su nivel de ocupación, la congestión de cada zona. Estas medidas, tanto en ciudad como en autovías, pueden contribuir a aumentar el uso del transporte público, a mantener las infraestructuras y a cambiar el parque móvil del país, para ir hacia a una movilidad eléctrica que reduzca la enorme factura del petróleo.
Regular el balance neto para favorecer que los particulares generen su propia energía. El progresivo encarecimiento de los precios de la electricidad y el abaratamiento de algunas energías renovables hacen cada vez más factible el autoconsumo, es decir, que los particulares generen sus propia energía con placas fotovoltaicas u otros sistemas. Sin embargo, para que esto se haga realidad, se necesita regular lo que se denomina el balance neto. Este procedimiento permite que un particular inyecte a la red la energía que no va a utilizar en un momento dado y que a cambio pueda coger de la red luego la que necesite cuando no haya sol o viento, quedando el balance igualado.
Dar a conocer los consumos medios de los edificios para promover la eficiencia. Disponer de información rigurosa sobre el verdadero consumo de edificios resulta de gran interés para promover actuaciones tanto voluntarias como obligatorias. Por un lado, puede incentivar el ahorro de aquellas personas que descubran que gastan más que la media de sus vecinos de barrio. Pero también resulta útil para penalizar el derroche, lo que puede proporcionar recursos para combatir a su vez la pobreza energética, un problema que afecta ya a más del 10% de la población.
Efectuar una profunda reforma fiscal que incentive las actividades con menor impacto ambiental y que sea socialmente justa. Se trata de introducir una verdadera fiscalidad verde en el país que incentive el uso más eficiente de los recursos y penalice las actividades más contaminantes, asegurando una redistribución justa de las rentas para no perjudicar a los más desfavorecidos. La intención es promover un crecimiento de la economía más sostenible y un decrecimiento de las actividades con mayor coste ambiental.
Obligar a las entidades bancarias que reciben ayudas públicas a tener en cuenta parámetros sociales y ambientales. Hay que controlar la actividad especulativa de la banca y conseguir que vuelva a cumplir su función comercial tradicional, financiando proyectos de interés para el conjunto de la sociedad y repensando su actividad de cara a sus stakeholders. Sería interesante que para conceder créditos todas las entidades, y en mayor medida las rescatadas, tuvieran en consideración otro tipo de riesgos a los habituales, como pueden ser parámetros sociales y ambientales de la Responsabilidad Social Corporativas (RSC). Esto obligaría también a los solicitantes del crédito a aportar más información sobre su actividad, reduciendo de este modo la morosidad.
Ayudar a establecerse a nuevos agricultores en entornos rurales y la periferia de ciudades. Otro de los sectores donde se puede generar empleo es en el de la agricultura ecológica. Para ello, se debería apoyar la recuperación de tierras agrícolas, tanto en el medio rural como en las afueras de ciudades, además de promover los mercados de alimentos locales. Esto no solo ayudaría a dinamizar algunas zonas rurales (importante para reducir los incendios), sino que además contribuiría a reducir el impacto en el transporte de la comida.
Promover el consumo de productos locales con menor huella de carbono. El etiquetado de los productos en función de sus emisiones, tal y como se está realizando ya en supermercados de otros países europeos, como Francia, permite incentivar el consumo de productos locales con menor huella de carbono.

Fuente: ambientum.com

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