La subida repentina de los precios mundiales de los alimentos en apenas dos años y la apropiación indebida en patente de semillas y productos transgénicos que alteran la alimentación y destruyen de forma fulminante la agricultura tradicional, son dos aspectos más de las consecuencias que el neoliberalismo quiere imponer al mundo. El peligro radica en que todas las semillas y la seguridad alimentaria mundial recaerán sólo y exclusivamente en multinacionales que están controlando el mercado de la alimentación con productos alterados genéticamente. Y como siempre, los políticos y gobiernos facilitan la labor de estas multinacionales que se están apropiando de la vida y haciéndose dueños del control de los alimentos, teniendo en su mano un poder mucho más importante que el financiero, la supervivencia de la humanidad. Pero…¿quién controla a estas multinacionales y que intereses tienen?.
Sus argumentos se basan en que con las producciones transgénicas de semillas, están creando una herramienta para asegurar el futuro alimentario del planeta. Sin embargo, numerosos informes científicos dicen lo contrario y no sólo destruye la agricultura tradicional y someten a los agricultores a una dictadura extrema obligándoles a comprar las semillas y con ellas el fitosanitario que sólo vale para esa clase de semillas, sino que además contaminan los cultivos y aún no está claro las repercusiones tanto ambientales como en la salud de las personas, puede originar esta práctica que está siendo apoyada de forma masiva por casi todos los gobiernos del mundo.
En el año 2000, la denominada Cumbre del Milenio, si fijó objetivos para conseguir en 2015 erradicar la pobreza y el hambre en el mundo. Pero indudablemente, estas cumbres quedan solo en un superfluo gasto de dinero perdido, porque nunca se llegan a establecer los verdaderos controles para evitar que millones de personas mueran de hambre y que mil millones según la propia ONU., estén en el umbral de la pobreza y desnutridos. Al contrario, se han incrementando más y ya no sólo en los países tradicionales de pobreza y hambre, sino que se ha extendido también a los países de occidente, tras los recortes abusivos de los gobiernos que manipulados por el poder financiero, cierran los ojos a una realidad que puede que les estalle en sus propias manos.
La frontera de la manipulación genética se ha traspasado amparada en leyes. En muchos países la agricultura tradicional basada en la diversidad local, ha sido sustituida por monocultivos para exportación como el anacardo, el aceite de palma y el cacahuete en Guinea-Bissau. Si a ello le añadimos el avance de los productos transgénicos que no permiten a los agricultores a seleccionar la semilla buena para la siguiente temporada porque están mutiladas y sus flores no ofrecen semillas, nos encontramos ante un secuestro de escala mundial del banco de semillas para la alimentación mundial. El que todo este círculo este en mano de multinacionales privadas, hace temblar la economía mundial, la seguridad alimentaria y la propia vida humana en el planeta.
Un informe titulado “Salvaguardar la biodiversidad local de los alimentos” elaborado por Serena Milano, advierte que la producción de alimentos tiene que proteger los ecosistemas y la fertilidad de los suelos, tiene que conservar los recursos silvestres, incluidos los bosques, y tiene que proteger los océanos, los ríos, los lagos y los acuíferos subterráneos. Cuando desaparece un bosque, desaparecen ecosistemas fundamentales para el equilibrio hidrológico de un país y la supervivencia de sus comunidades, así como numerosas fuentes de alimentación. Precisamente, los cultivos transgénicos están ocasionando esta destrucción masiva, como la soja transgénica en Argentina o el Maíz en numerosos países entre ellos España. Debemos evitar que la seguridad alimentaria sea expropiada del pueblo y este en propiedad absoluta de multinacionales sin escrúpulos que sólo buscan el beneficio propio, sin importarles para nada la destrucción del medio ambiente o la muerte de millones de personas.
Es necesario también un fuerte liderazgo de los gobiernos nacionales que por el momento no tienen y favoreciendo todo lo contrario y de los organismos internacionales que hacen lo propio desatendiendo los graves problemas alimentarios, para detener la actual plaga de apropiaciones abusivas de tierras y establecer y hacer cumplir unas normas ambientales y de justicia social.
Desde hace años, vengo denunciando en diferentes foros y organismos, que la producción de cereales para agrocombustibles como el trigo o la soja, es inaceptable y debe detenerse, pues compite con la producción de alimentos a nivel mundial, además de ser un crimen de lesa humanidad. Sin embargo Estados Unidos, Europa o Brasil, continúan aumentando millones de hectáreas de tierra, en sus regiones o en los países más pobres, para la producción de un combustible “biológico” que se tiñe de dolor y sangre para los pueblos que soportan estas cargas inhumanas y criminales.
Vandana Shiva, luchadora por la revolución verde, ciudadana de la India y que uno de sus últimos libros se titula “Las semillas del suicidio”, exclama que una vez que se haya impuesto el derecho de la propiedad de los granos modificados genéticamente podrá cobrar royalties; dependeremos de ella para cada grano que sembremos y cada campo que cultivemos. Sin controlan la semilla, controlan la alimentación, lo saben y es su estrategia y el mejor medio de controlar a las poblaciones del mundo. Las multinacionales han concebido un acuerdo para apropiarse de los recursos genéticos del planeta, principalmente de los de los países del llamado tercer mundo, que poseen la mayor diversidad y no se impiden las patentes a la vida que deberían estar prohibidas por un pacto mundial.
Los recursos genéticos son propiedad exclusiva de los Estados, del pueblo y sus gobiernos deben comprometerse a preservarlos y a organizar un reparto equitativo.
Una vez más, la sociedad tiene que estar comprometida ante el acoso criminal contra la vida, contra la propia alimentación humana y su seguridad en el futuro, impidiendo que se extiendan las semillas modificadas y alteradas con genes ajenos a su estructura molecular. Y una vez más, debemos ser conscientes a la carta que queremos jugar, sabiendo que el adversario las tiene encima de la mesa boca arriba y que intenta hacer trampas con cartas ocultas bajo sus sucias, falsas y criminales manos.
Fuente: ECOticias.com
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