Los habitantes de todo el mundo están cada vez más expuestos a lo que el premio nobel de química Irving Langmuir llamaba la "ciencia patológica" (es decir, hacer ciencia de elementos que no son reales) para justificar las normativas de los gobiernos u otras políticas. Se ha convertido en una especialidad de grupos que se autodenominan "de interés público" pero cuyos objetivos a menudo no son proteger el medioambiente ni la salud pública, sino más bien oponerse a todo estudio, producto o tecnología que les desagraden.
Por ejemplo, las técnicas modernas de ingeniería genética -también conocida como biotecnología, tecnología de recombinación del ADN o modificación genética (MG)- brindan las herramientas para crear plantas nuevas a partir de otras ya viejas. Sin embargo, la imagen de ellas que la gente recibe es errónea y malintencionada.
Resultados
Más de 17 millones de agricultores en cerca de tres decenas de países utilizan en la actualidad variedades de cultivos modificados genéticamente para lograr mejores cosechas con menor necesidad de insumos y menos efectos sobre el medioambiente. La mayor parte de estas variedades se han diseñado para resistir plagas y enfermedades, lo que hace posible que los agricultores adopten prácticas de siembra directa sin labranza y usen herbicidas menos tóxicos.
Los críticos de los productos con MG insisten en que no han sido sometidos a pruebas, son poco seguros, no responden a normativas, son innecesarios y que nadie los desea, pero los hechos demuestran lo contrario.
Existe un amplio y bien asentado consenso en la comunidad científica de que las técnicas de recombinación de ADN son una extensión o perfeccionamiento de métodos anteriores de modificación genética, y que la transferencia de genes utilizando estas técnicas no implica de por sí riesgo alguno
Hay cosecha y no se reportan daños
En todo el mundo ya se han cosechado más de mil millones de hectáreas de cultivos modificados genéticamente (y, solo en América del Norte, se han consumido más de dos billones de porciones de alimentos que contienen tales ingredientes), sin que se haya documentado un solo caso de daños a personas o ecosistemas. Al mismo tiempo, entre sus beneficios se cuentan un mayor rendimiento, menos uso de pesticidas químicos y la producción de biocombustibles.
Lejos de estar poco sometidas a normativas, las plantas (y otros organismos) con modificaciones genéticas han sufrido un exceso de regulación, que se podría calificar de discriminatoria, costosa y acientífica, y ha limitado el éxito comercial del maíz, el algodón, la colza, la soya y la papaya, entre otros.
La realidad es que ya se han logrado varias ventajas, y los cultivos con MG que actualmente se encuentran en desarrollo harán posibles beneficios todavía más directos y fáciles de identificar.
Fuente: eldeber.com.bo
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