En esta entrada queremos hablaros de la agricultura industrial y de las consecuencias que tiene para las personas y la naturaleza.
Durante el siglo XIX y XX el sector de la agricultura sufrió profundas transformaciones en su forma de proceder, en sus técincas de cultivo, en su relación con la tierra. La mecanización e informatización ha permitido trabajar en el campo de una forma completamente nueva a lo que se conocía hasta hace pocas décadas. Esos cambios mecánicos también han originado cambios mentales; ya no se piensa en plantar diferentes cultivos para el autoconsumo sino en explotar grandes terrenos con un monocultivo intensivo de cara a la exportación y el beneficio económico.
Esta nueva agricultura ha originado una serie de consecuencias negativas para el suelo, el agua, los animales y las personas.
Uno de los efectos más graves es la destrucción de la capa fértil de la tierra, es decir, la pérdida de la actividad biológica de numerosos microorganismo por el excesivo uso de herbicidas. Además de acabar con la vida de microorganismos se favorece la erosión del suelo.
La agricultura industrial hace un mal uso del agua, la derrocha y la contamina. A pesar de que el agua tradicionalmente ha sido un recurso renovable, cada vez es más difícil disponer de agua en buen estado Una vez más, el uso de herbicidas, pesticidas y abonos químicos contaminan los acuíferos y ríos. Además, la intención de convertir tierras de secano en tierras de regadío obliga a usar un exceso de agua (se agotan las capas freáticas) y mucha energía para hacerla llegar hasta los cultivos. Por otra parte, el empobrecimiento de la tierra provoca la disminución de su capacidad natural de absorción y retención de aguas, algo vital para mantener una tierra húmeda y por tanto fértil.
Sobre la biodiversidad también existen graves consecuencias. Se pierden semillas y variedades de cereales, hortalizas o frutas porque se tienen en cuenta solo los rendimientos productivos a corto plazo y aquellas variedades que tienen una fácil salida en el mercado, por factores que no tienen que ver con sus cualidades nutricionales sino con su aspecto y el nivel de demanda de los consumidores que se encuentran influidos por un sistema de distribución, publicidad y de precios impuesto por las grandes empresas agroalimentarias. Por otra parte, se eliminan masivamente comunidades enteras de animales y plantas con la obsesión de mantener sólo sobre el terreno el cultivo principal. Además, se hace crecer rápidamente al ganado con hormonas y se alimentan con forraje de campos que han sido bañados sistemáticamente con abonos químicos.
En la salud de las personas también tiene efectos negativos. Los productos que consumimos pueden contener residuos tóxicos procedentes de los plaguicidas y el sabor que tienen a veces dejan mucho que desear. También sería interesante medir el valor nutritivo que poseen esos productos y compararlos con otros más naturales.
Este tipo de agricultura viene a enriquecer a un pequeño número de grandes empresas de la industria agroalimentaria. Estas imponen sus productos y sus precios a los agricultores cuando no los desposeen de las tierras que han cultivado durante años para implantar cultivos económicamente rentables. La rentabilidad social no importa.
Fuente: ayudaeficaz.es
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