Los cimientos del mercado alimentario mundial son frágiles como una casa de cartón. Cuando soplan fuertes vientos, se tambalean: la oferta no cubre la demanda y se disparan los precios. En las regiones prósperas del planeta, la cesta de la compra se encarece y se deja de salir a comer fuera; en las zonas más pobres, la catátofre significa hambre y mortalidad. En el huracán de la crisis alimentaria de 2007 y 2008, la casa de cartón salió volando. Pero nadie arregló sus cimientos. Y ahora los vientos vuelven a soplar con fuerza.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha advertido de que la situación actual es muy grave. Estamos al borde de una crisis como la de 2007. El precio mundial de los alimentos registró su mayor ascenso desde 2009 en el mes de julio de 2012.
Aunque las peores previsiones se han frenado: la producción no será tan baja como lo esperado. En agosto el índice de precios de los alimentos de la FAO permaneció estable con un promedio de 213 puntos. Un valor elevado, según la agencia internacional, pero inferior a la cota máxima alcanzada en febrero de 2011. Los precios internacionales de los cereales y aceites no variaron respecto al registro de julio, y la bajada de los del azúcar compensó la subida de los de la carne y productos lácteos. Este estancamiento no resta gravedad a una situación que demuestra la vulnerabilidad de este mercado.
Fuertes sequías
La principal preocupación de los organismos internacionales es el tenso desequilibrio en el mercado de los cereales y las oleaginosas. Como el trigo, el maíz y la soja. Materias primas decisivas en la alimentación humana y animal. Las cosechas de cereales y soja han sufrido los efectos desoladores de las condiciones climáticas adversas. La sequía ha arrasado los campos de EE.UU., Australia y Rusia, tres de los principales graneros del mundo, al mismo tiempo. Lo que ha arruinado la temporada de verano. Por ello, la producción de cereales no será suficiente para cubrir la demanda de la temporada en curso, la de 2012/2013, según la FAO.
En opinión de Jorge de Saja, director general de la Confederación Española de Fabricantes de Alimentos Compuestos para Animales (Cesfac), el problema actual son «los precios, no la disponibilidad». De Saja centra su atención en la soja, «presente hasta en el chocolate o la mayonesa», cuyos centros de producción principales han fallado de golpe: EE.UU. y Brasil y Argentina, donde se han producido lluvias fuera de temporada e inundaciones. «Nunca en la historia habían fallado los tres a la vez», explica De Saja. Estas pérdidas han afectado a otras materias primas, que se han utilizado como sustitutivos, y han disparado los precios de la soja. Su tonelada métrica se paga a 605,53 dólares en el mercado norteamericano. En agosto de 2010, la tonelada de soja rondaba los 370 dólares.
El desvio de reservas de materias primas a otros usos agrava la situación
Otro factor influyente en la volatilidad de los precios es el desvío de reservas de materias primas a otros usos. Sobre todo, a la producción de biocombustibles. Es lo que sucede con el bioetanol, que agota el 40% de las reservas de trigo de Estados Unidos. La demanda de los biocombustibles se ha visto potenciada por la directiva 20/20/20 de la UE, opina el director general de la Cesfac. Según esta norma, el 10% del transporte de cada país debe cubrirse con estos productos.
La crisis económica general ha dado fuerza a otra causa. Se ha reducido el número de activos tradicionales que son rentables para los bancos y fondos de inversión en los mercados internacionales. Y las materias primas y alimentos, cuyo necesidad es indudable, se han convertido en un elemento más que apetecible. Es lo que sucede en la Bolsa de Chicago, un mercado en el que se concentra más del 80% de las «commodities» del comercio internacional. Sobre todo, algunas materias básicas como el maíz o la soja.
Estos mercados funcionan igual que los de acciones. Para elevar los precios de sus derechos, los inversores utilizan las armas habituales de la especulación. Compran grandes cantidades. Retienen los derechos para que su escasez eleve los precios. Venden. En este caso, los fondos de inversión anclan los grandes barcos que almacenan toneladas de materias primas en el puerto de Nueva Orleans, EE.UU., hasta que ven subir su cotización. Según De Saja, este fenómeno no es la causa principal del alza de los precios. Pero sí un potente amplificador. La especulación iguala los precios hacia arriba, explica. «Todas las materias se encarecen». Algunos bancos europeos, preocupados por su reputación, han abandonado estas inversiones, como el alemán Commerzbank.
La primavera, fecha límite
El director general de la Cesfac cree que la situación puede sostenerse hasta las cosechas de la primavera que viene. Pero sospecha que es «la última oportunidad para arreglar» el mercado alimentario. De Saja razona que no se ha tomado nota de la crisis de 2007, cuando colapsaron cuatro centros de producción de los seis existentes. «Después hubo un ciclo bueno de año y medio y llegó la crisis financiera».
Aquello desvió la preocupación y no se tomaron reformas estructurales. «Con las políticas de producción actuales y la imprevisible climatología, la oferta no da más de sí», explica. Ya no existe el «factor autoregulatorio» tradicional: en las sociedades históricas, las guerras y epidemias reducían la población mundial en tiempos de crisis alimentaria. En la actualidad, la solución será producir más. O demandar menos.
Precedentes dramáticos
La gran crisis alimentaria de 2007 añadió 100 millones de personas a la hambruna crónica, según la FAO. En 2009, la catástrofe que asoló el Cuerno de África mató a más de 50.000 personas. Organizaciones no gubernamentales han alertado de la fuerte crisis de alimentos que ya sufre Yemen. Un umbral al que se acerca el mundo. Hasta que la sociedad internacional no arregle los endebles cimientos del mercado alimentario, solo nos queda hacer lo que nuestros abuelos: mirar al cielo y esperar a ver si llueve.
Fuente: abc
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