La transición hacia una economía baja en carbono, con procesos limpios de producción y que incorporen los costos e impactos ambientales de los productos a lo largo de su ciclo de vida, necesita de personal especializado.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) define a los empleos verdes como las actividades en agricultura, manufactura, investigación y desarrollo, administración y servicios que contribuyen a preservar y restaurar la calidad ambiental. Incluye trabajos que ayudan a proteger la biodiversidad y los ecosistemas; que promueven las energías renovables y alternativas; el diseño sustentable; los materiales y materias primas de bajo impacto ambiental; la reducción del uso del agua y la energía; los sistemas de transporte más limpios; el reciclaje de materiales y productos; y la minimización de los desechos y la contaminación.
"Hay un cambio de paradigma, alentado por un cambio cultural en las nuevas generaciones", dice Pablo Bereciartúa, director del Centro de Estudios Estratégicos para el Desarrollo Sostenible y de la Escuela de Ingeniería y Gestión del Instituto Tecnológico Buenos Aires (ITBA). "Esto impulsa la demanda de profesionales comprometidos con la sustentabilidad".
En tanto, la evolución del marco regulatorio obliga a realizar estudios de impacto ambiental y cumplir con estándares de producción limpia para avalar proyectos e inversiones, por lo que se requieren especialistas en la reparación de los daños causados al planeta y su gente.
A fines de los 90, en Tetra Pak Argentina se creó el cargo de Gerente en Medio Ambiente. Y desde entonces "siempre incluímos en nuestros equipos a profesionales especializados en esta temática", dice Esteban Casares, director de Comunicaciones y Medio Ambiente de la compañía. "Nuestra preocupación va más allá de la vida útil del producto. Por eso articulamos con los distintos actores sociales programas para el reciclado de los Tetra Brik", señala.
Algunas empresas, como Weleda, elaboran productos en base a materias primas naturales y allí "todos los profesionales y empleados son conscientes del valor del respeto al medio ambiente", señalan en la firma.
En Temaikén trabajan biólogos y licenciados en Gestión Ambiental, entre otros especialistas. "Los biólogos trabajan con la comunidad y con distintos organismos en concientizar sobre el cuidado de los recursos y en como revertir situaciones de riesgo a través de proyectos de conservación de la flora y fauna autóctona", cuenta Soledad Moreno, encargada de Gestión Ambiental, Seguridad & Higiene del bioparque.
El rol de la tecnología
En la adaptación al cambio climático y la mitigación de sus consecuencias, el papel de las innovaciones tecnológicas será crucial. "Habrá que innovar en la generación de alimentos, el procesamiento, reciclaje y aprovechamiento de residuos, las energías alternativas, y el diseño de infraestructura de bajo impacto ambiental", dice Bereciartúa.
"En IBM trabajamos para incrementar la eficiencia energética. A través de la implementación de nuevas tecnologías en disipación de calor es posible procesar una mayor cantidad de datos con menor consumo", cuenta Alejandro Toscano, Gerente de Ciudadanía Corporativa de la Big Blue en la Argentina.
Un equipo de ingeniería de procesos del laboratorio LACA diseñó un dispositivo para depurar el agua durante el proceso productivo. "Desarrollamos un decantador que separa la grasa y otros residuos. La grasa es reprocesada por una empresa y el agua limpia se reutiliza en las instalaciones sanitarias. Ahorraremos agua y reduciremos la contaminación", afirma el ingeniero Darío Calabrese, uno de los responsables del proyecto.
La oportunidad de la bioeconomía
La transformación hacia una economía sustentable podría sumar entre 15 a 60 millones de empleos durante las próximas dos décadas, según el estudio de Naciones Unidas: Hacia el desarrollo sostenible: oportunidades de trabajo decente e inclusión social en la economía verde. Como prueba de ello, las energías renovables ya emplean a cinco millones de personas. En Estados Unidos, tres millones trabajan en bienes y servicios ambientales. Y en la Unión Europea 14,6 millones se ocupan de la protección de la biodiversidad y la rehabilitación de los recursos naturales.
En los próximos años, sociedades y empresas deberán adaptarse a una economía basada en principios de sustentabilidad. "Estamos en el final del business as usual". apunta Claudio Dunan, coordinador del programa de Bioliderazgo de la Universidad de San Andrés. "Para satisfacer las necesidades de 9.000 millones de habitantes en 2050 deberá aumentarse 80% la oferta de acero, 70% la de alimentos, 60% la de proteínas, un 50% la de energía y hasta 30% la de agua potable".
Este será un gran desafío para la bioeconomía, una disciplina que transforma el conocimiento en ciencias biológicas en valor para la sociedad", define el profesor de San Andrés. Argentina tiene ventajas competitivas para el desarrollo bioeconómico basadas en nuestras capacidades científicas, el espíritu innovador, y la biocapacidad del territorio", afirma el especialista. Muchas empresas locales ya son líderes en este campo.
Fuente: cronista.com
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