Más allá de influencias extranjeras, las festividades del Día de Muertos están profundamente arraigadas en los pueblos originarios que comprenden la cuenca de México, asentó el especialista Andrés Medina Hernández, de la UNAM.
Esas fiestas están vinculadas al ciclo agrícola de los antiguos mexicanos en esa región, quienes dividían el año en dos: la húmeda o lluviosa que se dedicaba a la agricultura, a la siembra, al trabajo y la cosecha, y la segunda mitad era la seca.
Cada etapa está marcada por varios rituales que tenían la finalidad de asegurar la cosecha, pues la gente dependía de lo que produjera la milpa, mientras que si se presentaba sequía o inundación, habría hambre por largo tiempo.
El ritual que abre actualmente el ciclo es la fiesta de La Candelaria, bendición de las semillas, en las que el maíz representa al niño. Fusionada a la tradición mesoamericana, la semilla se asocia al cristianismo, de ahí que sean características las charolas y canastas con maíz, además del consumo de atole y tamales.
Luego está la petición de lluvias a la Santa Cruz, el 3 de mayo, que con el tiempo pasó a ser la “celebración del albañil” en la ciudad de México, explicó en un comunicado el especialista del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.
La siguiente época se da en agosto, con la fiesta a la Virgen de la Asunción; cuando aparecen los primeros elotes es señal de que habrá el alimento básico; el elote tiernito o el jilote en la milpa son señales para hacer una gran ceremonia, como preparativo de la cosecha.
La que cierra la etapa es la Festividad de los Muertos, es decir, la cosecha; es momento de agradecer a los difuntos y a los dioses por tener una producción abundante, por lo menos una cosecha.
Son los días en que se recibe a los difuntos de la familia que regresan a la Tierra, y se comparten los alimentos en la ofrenda, que de hecho es invocada en todo el ciclo agrícola, desde la bendición de las semillas.
Al explicar los elementos en torno al Día de Muertos, Medina Hernández indicó que tanto en la conmemoración de los infantes o “muertos chiquitos” (el 1 de noviembre) como en el de los adultos (el día 2) se realizan ofrendas.
Además tiene que ver con la preocupación de que los muertos ayuden a los vivos, que en la tradición mesoamericana juegan un papel importante, pues son los intermediarios ante los dioses e incluso con los santos. De esta forma se agradece su participación en el ciclo agrícola.
Fuente: elfinanciero.com.mx
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