Son responsables de añadir 3.000 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera
Las 1.300 millones de toneladas de alimentos que se desperdician cada año no sólo provocan grandes pérdidas económicas, sino también dañan gravemente al clima, el agua, la tierra y la biodiversidad, advirtió la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En un nuevo informe publicado por el organismo – “La huella del desperdicio de los alimentos: impacto en los recursos naturales” – se destaca que los alimentos producidos, que luego no son consumidos, consumen un volumen de agua equivalente al caudal anual del Volga y son responsables de añadir 3.300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
Junto con su impacto ambiental, las consecuencias económicas directas del desperdicio de alimentos (sin contar pescados y mariscos) alcanza la suma de US$750.000 millones al año.
“Todos nosotros – agricultores y pescadores, procesadores de alimentos y supermercados, gobiernos locales y nacionales, consumidores particulares – debemos hacer cambios en todos los eslabones de la cadena alimentaria humana para evitar, en primer lugar, que ocurra el desperdicio de alimentos, y reutilizar o reciclar cuando no podamos impedirlo”, señaló José Graziano da Silva, Director General de FAO.
“Simplemente no podemos permitir que un tercio de todos los alimentos que producimos se pierda o desperdicie debido a prácticas inadecuadas, cuando 870 millones de personas pasan hambre todos los días”, sostuvo.
El estudio identificó que el 54% de los desperdicios de alimentos en el mundo se producen en las etapas iniciales de la producción, manipulación y almacenamiento poscosecha. El 46% restante ocurre en las etapas de procesamiento, distribución y consumo de los alimentos.
Los países en desarrollo sufren más pérdidas de alimentos durante la producción agrícola, mientras que el desperdicio a nivel de venta minorista y consumidores tiende a ser mayor en las regiones de ingresos medios y altos, donde representa el 31-39% del desperdicio total, frente al 4-16% de las regiones de ingresos bajos.
Para la FAO, mientras más tarde se pierda un producto alimentario a lo largo de la cadena, mayores serán las consecuencias ambientales, ya que al costo inicial de producción hay que sumar los costos ambientales incurridos durante el procesado, transporte, almacenamiento y cocción de los alimentos.
El reporte también señala diversos “puntos críticos” del desperdicio de alimentos. En Asia por ejemplo, el desperdicio de cereales – como es el caso del arroz – es un problema importante, con un gran impacto en las emisiones de carbono y el uso de agua y el suelo.
En el caso de las frutas, el desperdicio de éstas contribuye de manera significativa al despilfarro de agua en Asia, Europa y Latinoamérica, mientras que los mayores volúmenes de despilfarro en hortalizas se dan en los países industrializados de Asia, Europa y el sur y sudeste de Asia, lo que se traduce en un gran huella de carbono para ese sector.
El sector de las carnes también genera un impacto considerable en el ambiente en términos de ocupación del suelo y la huella de carbono, especialmente en los países de altos ingresos y Latinoamérica, que en conjunto abarcan el 80% del total del despilfarro de carne.
El organismo internacional determinó que los volúmenes más altos de desperdicio de alimentos en las sociedades ricas derivan de una combinación del comportamiento de los consumidores y de falta de comunicación en la cadena de suministro.
“Los consumidores no logran planificar sus compras, compran en exceso, o reaccionan exageradamente a las fechas de caducidad y consumo preferente de los productos, mientras que las normas estéticas y de calidad llevan a los minoristas a rechazar grandes cantidades de alimentos perfectamente comestibles”, informó FAO.
A su vez, en los países en desarrollo, las importantes pérdidas de poscosecha en la fase inicial de la cadena de suministro ocurren como consecuencia de las limitaciones financieras y estructurales en las técnicas de recolección y en infraestructura de transporte y almacenamiento, junto a condiciones climáticas que favorecen el deterioro de los alimentos.
Acciones a tomar
La FAO ha publicado un manual – como conjunto de herramientas – con recomendaciones sobre cómo reducir la pérdida y desperdicio de los alimentos.
En él hay tres niveles generales en donde es preciso actuar. En el primero de ellos debe darse máxima prioridad a reducir el desperdicio de alimentos en primera instancia, equilibrando la producción con la demanda.
Junto con esto, en el caso de un excedente de alimentos, la reutilización dentro de la cadena alimentaria humana, la búsqueda de mercados secundarios o donarlos a los miembros vulnerables de la sociedad, representa la mejor opción.
“Si los alimentos no son aptos para el consumo humano, la siguiente mejor opción es desviarlos para alimentar al ganado, conservando recursos que de otra forma serían utilizados para producir pienso comercial”, sostiene el organismo.
Finalmente, cuando no es posible la reutilización, debe intentarse el reciclaje y la recuperación. Aquí el reciclaje de subproductos, la digestión anaeróbica, el compostaje y la incineración con recuperación de energía permiten recuperar energía y nutrientes de los residuos de alimentos, lo que representa una ventaja significativa sobre el tirarlos en los vertederos.
“Los alimentos no consumidos que terminan pudriéndose en los vertederos son un gran productor de metano, gas de efecto invernadero especialmente perjudicial”, detalló FAO.
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