Están ahí, en los montes canarios, escondidas entre la maleza en la forma de raíz, tallo, hoja o flor. A lo largo de los siglos, los habitantes de las Islas han recurrido a la naturaleza para dar con el remedio a una dolencia física, librar sus cultivos de una plaga o salvar de la muerte a su ganado. La solución a estos problemas permanecía en el medio natural del Archipiélago y era desvelada gracias a la memoria colectiva, a la transmisión de este conocimiento de padres y madres a hijos, generación tras generación.
¿Por qué no aprovechar este saber popular, fruto de cientos de años de ensayo y error, para resolver los problemas sanitarios de hoy en día? Esta fue la pregunta que se hicieron, hace ahora seis años, los integrantes del Centro Atlántico del Medicamento S.A (Ceamedsa), una empresa de I+D de Canarias nacida como «spin off» de las dos universidades regionales, la de La Laguna (ULL) y la de Las Palmas de Gran Canaria (Ulpgc).
“Hacemos investigación y desarrollo basándonos en productos naturales de la zona de la Macaronesia”, explica Elisa Pérez Sacau, doctora en Química y directora de esta iniciativa, en la que también participa, como socio privado, la Fundación Canaria del Instituto Canario del Cáncer.
En sus años de actividad, Ceamedsa ha puesto en marcha diversas líneas de investigación que han terminado en patentes comerciales. Sin embargo, esta entidad no ha contado nunca con la capacidad de poner estos resultados en el mercado y lograr su comercialización efectiva, lo que provocaba que buena parte del esfuerzo llevado a cabo jamás llegara al público, a tener una aplicación social.
“Esto nos llevó a solicitar nuestra participación en el Taller de Valoración y Comercialización de Tecnología. Nos enteramos de la formación específica que daban y consideramos que era muy buena idea contar con un experto en la materia en la empresa”, añade Pérez Sacau.
Así fue como llegó a Ceamedsa Gabriela Borges, licenciada en Química Orgánica por la ULL y gestora de Valoración y Comercialización tecnológica, gracias a este proyecto puesto en marcha en Tenerife por la Fundación Empresa Universidad de La Laguna (Feull). Ella se encargó de analizar las patentes que había registradas para dar con una candidata a ser comercializada.
Tras estudiar varias posibilidades, entre ellas un antitumoral, el Statinib, que hasta ahora era su producto estrella, Borges y Pérez Sacau se decantaron por impulsar el lanzamiento de un vermífugo con aplicaciones en la ganadería y la agricultura.
Reproducción ilimitada
El compuesto ha sido extraído de una planta endémica canaria, la ‘Ruta pinnata’, que tradicionalmente ha sido utilizada para eliminar los parásitos intestinales del ganado caprino, ovino y de algunas crías de mascotas.
Por si fuera poco, este vermífugo combate también de manera muy efectiva la plaga del ‘Thrips’, de especial incidencia en cultivos como la papa, el tomate o las flores. “Hemos conseguido reproducir este cultivo endémico en laboratorio, mediante técnicas ‘in vitro’, por lo que podemos contar con el vermífugo de manera ilimitada”, destaca Elisa Pérez Sacau. Según comenta, ahora mismo hay una gran demanda de biopesticidas, debido a la retirada de productos químicos del mercado.
Gabriela Borges ha insistido precisamente en este aspecto. Consciente de la dificultad de introducir un antitumoral en el mercado, dominado por las grandes multinacionales farmacéuticas, consideró que el vermífugo se presentaba como la mejor alternativa. “Ha sido testado en larvas y gusanos con resultados muy positivos”, apunta.
A falta de algunos ensayos más en cabras y con el punto de mira puesto en los potenciales inversores, Pérez Sacau revela que del trabajo conjunto con Borges le ha quedado claro que ahora es el momento perfecto para una comercialización internacional de su producto, pero también para algo más: “Gracias a su labor hemos podido tener una visión general de lo que quiere y lo que no quiere esta empresa, poniendo de manifiesto nuestras debilidades y nuestras fortalezas”. ¿Y una vez se comercialice esta patente? Por suerte, el monte, la reserva química a la que recurre con más frecuencia Ceamedsa, es enorme.
Fuente: abc.es
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