La Universidad de Salamanca cuenta con una colección de microorganismos potencialmente utilizables en beneficio de la agricultura que se ha convertido en referencia mundial gracias al trabajo de recopilación de casi 30 años por parte del grupo de investigación reconocido (GIR) "Interacciones Planta-Microorganismo". Este equipo ha reunido cerca de 6.000 cepas, algunas de ellas no descritas en ningún otro lugar del mundo, pero en la actualidad su trabajo peligra por falta de financiación para contar con equipamiento y recursos humanos adecuados, una pérdida que sería irreversible para la Ciencia.
"El número de microorganismos que tienen un efecto beneficioso para las plantas es muy alto y en el futuro podrían ser patentados y utilizados", explica Eustoquio Martínez, investigador principal del grupo. En general, la colección está compuesta por microorganismos endófitos, es decir, que viven en el interior de las plantas y que, en este caso, no son patógenos, sino beneficiosos para su desarrollo. Buena parte de ellos son del género Rhizobium y otros endosimbiontes de leguminosas, pero también hay otros múltiples géneros de bacterias o incluso de levaduras, de manera que la colección es muy diversa. "Tenemos establecido un método para buscarlos e identificarlos y hemos descrito más de 50 nuevas especies", señala el investigador.
Muchos de estos microorganismos se asocian con las plantas y les proporcionan nutrientes esenciales para su desarrollo, de manera que algunos científicos trabajan en esta línea de investigación biotecnológica para lograr sustituir los productos químicos que se emplean como fertilizantes, consiguiendo así una agricultura sostenible, pero también segura, puesto que este uso requiere realizar estudios más profundos sobre las características de dichos microorganismos.
De hecho, se trata de una línea prioritaria dentro de la investigación científica que impulsa la Unión Europea, pero en el caso de la Universidad de Salamanca "las dificultades económicas pueden llevar a abortar el trabajo de 30 años", ya que en la actualidad "mantenemos las colecciones gracias a un esfuerzo personal, sin financiación", declara Eustoquio Martínez.
De hecho, en el contexto general de la ciencia española, "tras una producción científica abundante, estamos en el momento de obtener los beneficios", asegura el científico, algo que se ejemplifica en su grupo de investigación, que recientemente ha publicado un importante artículo en la revista científica Plos One sobre dos cepas de Rhizobium cuya inoculación en plantas de tomate y pimiento hace que estas plantas ganen en producción y en calidad. Es decir, que después de décadas de avances científicos en este campo, se obtiene una aplicación práctica muy importante desde el punto de vista económico.
Bacterias únicas en un parque salmantino
Placas con microorganismos beneficiosos para la agricultura • USAL
Sin embargo, la falta de financiación del banco de germoplasma en el que se conservan los microorganismos supondría una pérdida irreversible. "El trabajo se puede perder para siempre", asegura, sobre todo porque algunas cepas son únicas. Un buen ejemplo son los microorganismos que los científicos hallaron hace años en el Parque de San Francisco de la capital salmantina. Ante la epidemia de grafiosis que hace décadas sufrieron los olmos, estos árboles se talaron, quedando sólo los tocones, que además estaban muy deteriorados. El equipo de Eustoquio Martínez decidió investigar estos ejemplares y en ellos consiguió aislar "varias especies y géneros nuevos de bacterias que no se han descrito en ninguna otra parte del mundo", explica Raúl Rivas, miembro del grupo. Muy poco tiempo después el Ayuntamiento de Salamanca remodeló el parque, eliminando para siempre la posibilidad de volver a aislar las mismas cepas.
Cuando los científicos describen nuevas especies, tienen que depositarlas de forma pública en colecciones internacionales para evitar correr el riesgo de perderlas. Gracias a esta medida, "el DOE Joint Genome Institute vinculado al Departamento de Energía de Estados Unidos ha secuenciado el genoma de uno de los microorganismos que encontramos en el Parque San Francisco porque tiene unas características biotecnológicas potenciales muy interesantes, ya que produce enzimas a gran escala", comenta Raúl Rivas. Por eso, el tesoro que alberga la Universidad de Salamanca al contar con este banco es imposible de estimar, pero sin duda sería una gran fuente para futuras investigaciones.
Esfuerzo personal
Desde que a comienzos de los años 80 se sentaron las bases de este banco de microorganismos, tan sólo ha contado con ayudas puntuales de la Junta de Castilla y León y de la propia Universidad de Salamanca para mantener la colección, que ha ido creciendo gracias a la financiación que el grupo ha obtenido para otros proyectos de investigación. Un liofilizador y tres arcones de -80º C mantienen "una de las mejores colecciones mundiales de este tipo de microorganismos", señala el científico Pedro Mateos, otro integrante del equipo.
Sin embargo, la gestión es lo que hace que una colección sea útil, puesto que es necesario que una persona revise las cepas cada cierto tiempo. Además, se reciben peticiones de científicos de diversas partes del mundo para que se les envíen microorganismos de cara a su estudio y toda esta labor hay que añadirla a su trabajo habitual, según comenta Encarna Velázquez, que habitualmente lleva a cabo esta labor.
Si dejase de hacerlo, se perdería una colección irrepetible ya que en algunos casos, como el del Parque de San Francisco, hay cepas y especies de microorganismos que no se vuelven a encontrar. Además, la existencia de este banco de germoplasma supone contar con un potencial que, por el momento, no se está aprovechando, según afirman los científicos del grupo de excelencia "Interacciones Planta-Microorganismo" de la Universidad de Salamanca.
Fuente: boletinagrario
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