Lamprea, Linda, Kenia, Kalima, Isidra y Florinda son las hembras. Lunero, Liebro, Limeño, Lancero, Kaká y Gabino II son los machos. Los doce, burros de la raza andaluza, la predominante en la región, salen del anonimato porque cambiarán de dueños a partir del miércoles 27. Tienen el pedigrí que otorga haber sido criados en el Centro de Selección y Reproducción Animal (Censyra), dependiente de la Consejería de Agricultura, y salen ese día a subasta pública por un precio irrisorio: las hembras, por 180 euros, los machos, por 150. En la última subasta pública, treinta y cinco personas se interesaron por otros doce animales. El centro recaudó entonces unos 3.800 euros.
«Es más fácil que la gente compre ahora un burro aunque no lo necesite propiamente para el campo que un cerdo o un caballo», sentencia Elena Diéguez, secretaria técnica de Aeceriber, la asociación que defiende el cerdo ibérico puro. Su aseveración, lejos de ser una exageración, tiene base documentada. «La última subasta de burros fue un éxito. Es un animal en peligro en extinción que sin embargo encuentra compradores, básicamente por motivos de ocio o sentimentalismo. Y como es barato, hay gente interesada», confirma José María Guerrero, jefe de servicio de Agricultura.
En noviembre de 2011, el Censyra vendió 12 de sus asnos. El más caro, una hembra por 700 euros, inferior en todo caso al precio real de mercado. «Un burro con esas características y cuidado en ese centro no vale menos de 1.100/1.200 euros. El Censyra, un grandísimo invento, no los vende para ganar dinero», sentencia el andaluz Antonio Martín, presidente de la Unión de Ganaderos de la Raza Asnal andaluza.
«Nuestro objetivo es asegurar el mantenimiento de la raza, no ser una explotación. Cuando llevan un tiempo en el centro se les da salida porque es lo natural, aunque no de cualquier forma», añade Guerrero.
La subasta de burros, con edades comprendidas entre 1 y 12 años, recoge que los interesados deben cumplir una serie de requisitos.
Entre ellos, que su explotación debe estar inscrita y actualizada en el registro de la Junta y presentar una declaración jurada en la que se comprometan a mantener los animales durante al menos cinco años por ser una especie en peligro de extinción y participar en las actividades del programa oficial. El comprador de un burro no podrá adquirir otro si hay aspirantes que no han comprado.
Fuente: hoyagro.es
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